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Profecias: El Libro de Patmos
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De: Thenard  (Mensaje original) Enviado: 08/06/2010 20:54
El "Apocalipsis" de Juan llega a su Final, en el transcurrir del tiempo, como consecuencia de las equivocaciones de los componentes de una generación malvada, que no han querido seguir por el camino positivo marcado por Aquél que los hiciera "a su imagen y semejanza". En este libro escrito en Patmos, no existe un doble lenguaje, el literario de brillantes metáforas, que encubre otro críptico, sólo accesible para el hermetismo.

Ocurre con él, como podía haber ocurrido con las cuartetas de Michel de Nostradamus, si el vidente francés no se hubiera visto obligado por las circunstancias, a desordenarlas y enmascararlas un poco: hubieran sido bastante claras de interpretar, con las limitaciones, claro está, de una persona ubicada en una época muy anterior a la actual, con una diferencia abismal en cuanto a adelantos técnicos, imposibles de describir, a veces, ni con la más certera y aproximada de las simbologías.


Teniendo en cuenta que el evangelista Juan, autor del texto, fue colocado delante de una panorámica, con tintes oscuros y dramáticos, donde contemplará los últimos tiempos de esta generación, plagada de seres
egoístas, avaros, vanidosos, soberbios, blasfemos, desobedientes, ingratos, desalmados, sin amor, sin paz, calumniadores, incontinentes, crueles, sin humanidad, negando todo lo que constituye su esencia, tal como advirtiera Pablo, en su primera carta a Timoteo, la verdad es que comenzó no teniendo
fácil el transcribir esos "días difíciles". Si, además, fue espectador de la Naturaleza rebelada, con cataclismos desastrosos, terremotos demoledores, huracanes, diluvios e inundaciones, temibles trastornos
atmosféricos, epidemias espantosas, hambrunas estremecedoras, crueles y despiadadas guerras con monstruosos armamentos desconocidos, holocaustos, matanzas y colosales destrucciones, coexistiendo con una horrenda generalización de increíbles asesinatos, escándalos abominables, delincuencia atroz y abusos de todo calibre, es fácil comprender su gran dificultad para transmitir al hombre del futuro unos hechos, con unas circunstancias impactantes, las cuales desbordaban totalmente las
existentes en su tiempo.

Es de admirar, por tanto, su talento para encontrar el símbolo más adecuado a cada acción o elemento determinados. De tal manera, que lo que hubiera sido imposible de identificar a finales de aquella primera centuria de nuestra Era cristiana, es totalmente posible para el hombre de hoy, con una apertura mental muy superior, y un conocimiento aplicado a la existencia real de todo aquello que el vidente describía. No cabe duda, de que, los "Ángeles" que se lo mostraron, ya tenían esto previsto, para que su
testimonio fuera fructífero.


Una vez más, he gozado de la tutela de mis Mentores Angélicos y Hermanos del Cielo, AQUELLOS QUE SON, y su orientación y apoyo han sido fundamentales para el desarrollo de esta obra, como lo fueron para la de Nostradamus. Nada hubiera sido posible sin su guía permanente, y su
aclaración constante. Sin necesidad de sentidos astrológicos, alquímicos o herméticos, para interpretar los textos proféticos construidos llenos de sencillez, por un hombre sencillo. Y es que, como ELLOS dicen: "A veces, lo que más cerca tenemos, es lo que menos vemos". Es natural, que si el Apocalipsis está escrito como "una revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos lo que tiene que suceder", esta revelación no sea, en absoluto, complicada, ni muy difícil de entender, porque, estos siervos, son gente sencilla, simple. Ya se sabe: a los que siempre Dios concede la Verdad, escamoteándosela a los sabios y poderosos.

Era otro de los enigmas que quedaba por descubrir. Terminada esta obra, ya nada esconderá su misterio y, si algún secreto había, quedará desvelado. Una vez descorrido el velo, se verá la admirable similitud de lo expuesto sobre los Tiempos Finales por Jesús el Cristo, con lo dicho por tres de los
que yo considero los más grandes profetas de esta Humanidad: Michel de Nostradamus, Juan de Patmos y el Papa Juan XXIII.

Precisos, sencillos y cristianos: es indudable que Dios estaba con ellos, asistiéndoles e inspirándoles. Bienaventurados sean.


EL PROFETA DE PATMOS

Una sensación embarga a los espíritus cuando el amor se ausenta: se nota sórdido el espacio vacío. Así será la Tierra cuando la semilla de la nueva vida desaparezca temporalmente de la faz de este planeta. La gente notará en falta algo, y se dará cuenta tarde.


Los Consoladores

Fue dicho y escrito, que el Hombre ha nacido libre, con el signo de la infinitud sobre su destino, independientemente de los márgenes aparentes del nacimiento y de la muerte, entre los que transcurre una fase del aprendizaje de su Espíritu, a la que él llama Vida o existencia. Dios le creó a su imagen y semejanza, pero él ha elegido ser como es y seguir por el camino oscuro. Y eso es lo que no puede ser.

La Esencia Divina, siempre justa y equitativa, pero, también siempre misericordiosa, hace casi dos mil años, quiso avisar a los componentes de esta generación del riesgo que corrían, si perseveraban en su proceder inicuo y lo incrementaban, siglo tras siglo. El cambio de Ciclo estaba próximo a llegar y de ellos dependía que fuera natural, indoloro y armónico, o fuertemente traumático.

Es la alternativa que suele repetirse en el devenir de esta célula del Cosmos, y el ser humano tiene la prerrogativa de elegir.

La economía divina, todo lo tiene previsto. Los Mentores de este Sistema Solar, conscientes de que, en mundos como éste, cercanos aún al proceso larvario, en cada final de Ciclo suele haber un enfrentamiento masivo entre el Bien y el Mal, quisieron ofrecer a cada hombre de este planeta, con anticipación, un conocimiento que le permitiera decidir, libremente, en qué bando quería militar, ateniéndose después a las consecuencias. Unas consecuencias, que también se le iban a mostrar mediante ciertos escritos
proféticos, que, puestos simbólicamente, fueran lo suficientemente impactantes y atrayentes, como para llevarle a reflexionar, y ponerle en situación de averiguar la Verdad, pudiendo siempre elegir él, qué le
convenía. Con la posibilidad, por su libre albedrío, de aceptarla o rechazarla.

Hacía falta un hombre de la Tierra, capaz de transcribir en aquella época las profecías concernientes a los hechos a suceder en los Tiempos Finales de esta Humanidad. Se eligió a Juan, como el más idóneo. Posiblemente, era una misión que ya le aguardaba, desde que Jesús le dijo a Pedro: "Si yo quiero que éste se quede hasta que yo venga ¿a ti qué?" (Juan, 21, versículo 22). Como anticipo de lo que luego tendría que hacer en el futuro, en la 2ª mitad del siglo XX, reencarnado como Eugenio Siragusa, el
Profeta de Catania (Sicilia).

Juan Evangelista nació en Galilea, en el siglo primero de la Era Cristiana. Hijo de Zebedeo y Salomé, y hermano de Santiago el Mayor, había sido discípulo de Juan el Bautista y después, de Jesús el Cristo. Enviado por los cristianos de Jerusalén a Samaria, curó milagrosamente a un cojo de nacimiento. Fundó y dirigió las Iglesias de Asia Menor, a las que van dirigidas, en principio, sus cartas apocalípticas. Fue en su destierro de la Isla de Patmos donde escribió el Apocalipsis. Regresó a Éfeso entre los años 96 y 98, y falleció durante el reinado del emperador Trajano. El título del libro "Apocalipsis" se deriva del griego y significa "Revelación".

La "revelación de esa verdad escondida", que se iba a hacer a Juan, precisaba su intervención directa, su implicación en los hechos que iba a presenciar, para que sus relatos simbólicos estuvieran emotivamente
impregnados y pudieran impresionar a la gente del futuro, haciendo el mensaje atractivo y excitante para todos los intérpretes e investigadores de los tiempos posteriores.

Los ángeles Siderales o Guías Angélicos Extraterrestres, siguiendo las instrucciones de los Mentores de este Sistema Cósmico, y con la intervención personal del Genio Solar, Cristo, y del Genio Planetario,
Jesús, dieron unas explicaciones al apóstol, y le mostraron un vídeo, con las imágenes de los traumáticos hechos de los tiempos finales, los cuales constituyen, junto a la actuación de personajes singulares, el contenido más importante del Apocalipsis.

El profeta, en su extraordinaria visión extraterrena, pudo ver los hechos futuros en su realidad, memorizándolos en su conciencia física, y transcribiéndolos luego, según le indicaron, de una forma simbólica, emotiva y cautivadora, capaz de despertar un interés secular por sus revelaciones apocalípticas, que la tutela divina mantendrá incólumes, a salvo de la campaña desvirtuadora tradicional de los que creen saberlo todo, pero no entienden nada.

Juan escribió su libro y, como hiciera en su momento Michel de Nostradamus, lo ofreció al mundo a través de las Iglesias. Por esa tutela citada, ha ido perpetuándose en todas las épocas, hasta llegar al tiempo de hoy, ya final de todo. El interés despertado por él ha corrido parejo al de "Las Centurias" del profeta francés. Es indudable que ejerce un importante influjo sugestivo, dentro de su mensaje dramático y aterrador, pues encierra un gran consuelo y esperanza, por la redención final de los Justos y el triunfo del Bien sobre el Mal, como todas las demás profecías sobre el Final de los Tiempos. Los eventos apocalípticos sólo pretendían despertar a los aún dormidos, sacudir a los relapsos, perezosos y apáticos, impresionar y atemorizar a los inicuos, malvados y perversos, para que, sintiendo en sus propias carnes los efectos de sus actos, tuvieran oportunidad de reflexionar y cambiar sus actuaciones.

Pero, el tiempo de advertencia transcurrido, desde entonces, ha pasado, y ha pasado desgraciado. Ahora, el Hijo del Hombre viene del Cielo, igual que ha sucedido en anteriores generaciones antepasadas de la actual. Lo que antes ocurrió, volverá a ocurrir de nuevo en el alba de este tiempo. Esta es la séptima y última vez que sucede, pues las Escrituras del Cielo son siete, y, escritas ya todas, debe llegar el Juicio Final, y una selección.

Lo que el vidente llama en su libro: "la primera resurrección". Es el momento en que el Eterno vendrá a la Tierra con su esplendor celeste y mostrará, no sólo su gloria y poder, sino su Justicia. Muchos son los que
se han convertido en semillas del Mal y, a pesar del terror que les golpeará, no querrán frenar el malvado instinto que habrá de ir a extinguirse fuera de este orbe, "en el estanque de fuego con lluvias de
azufre".

El hombre, ignorando las advertencias de Juan y otros profetas, ha creído que podía despilfarrar su herencia natural y hacer agonizar impunemente su morada terrena. Pero, igual que los restantes seres de los tres reinos de la Naturaleza, está sujeto a una Ley Cósmica que no puede rehuir ni violar,
sin provocar un gran trauma. Porque, la Naturaleza, en sí misma, tiene en todos sus planos un código de supervivencia. Cuando el hombre efectúa acciones de sentido agresor e involutivo sobre ella, responde con movimientos de fuerza contraria, intentando equilibrar lo desarmonizado.

Dispone para ello de unos elementos primordiales que, en la lengua del Cosmos, se llaman Zigos, los cuales actúan de forma automática, autocorrectora, cuando se produce una agresión en el aire, en el fuego, en el agua o en la tierra. Este automatismo corrector causa inmediatamente enormes cambios, que afectan en primer lugar a los causantes de la desarmonía, los hombres irresponsables.

Todo ello lo contempla el Apocalipsis, un relato asombroso, impresionante ¡por el vigor de las imágenes que presenta, espléndido por su extraordinaria simbología totalmente en consonancia con las realidades actuales, y sobre todo, por su increíble fuerza espiritual. Fue escrito, luego de la potenciación y desarrollo temporal de ciertas capacidades, tras las experiencias que alteraron la consciencia del profeta, en tiempo
pentecostés, y que hoy se considerarían de índole paranormal. Presentado como una especie de gesta heroico-poética que había de desarrollarse en la posteridad, es como una epopeya divina, cuyos
personajes asumirían en su momento, el tiempo actual, sus respectivos papeles.

http://www.mmoya.com/esoterica/magia/titulos/apofinal/index.html


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