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Meditación: Cómo funciona la meditación
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De: Thenard  (Mensaje original) Enviado: 18/06/2010 21:46
la orientación budista hacia la meditación de manera concisa, la meditación consiste en dos aspectos.

El primero, llamado shamatha en sánscrito, es el desarrollo de la tranquilidad mental y física, paso a paso. El segundo, vipashyana,[1] es el aumento de la conciencia, sensibilidad y observación, paso a paso. Estos dos aspectos se complementan y deben practicarse simultáneamente. Algunas técnicas enfatizan la tranquilidad, otras técnicas enfatizan la claridad y otras enfatizan ambas en igual medida. No obstante, es de suma importancia no desarrollar un aspecto a expensas del otro. De ser así, no sería meditación. La tranquilidad a expensas de la atención consciente es dormitar; la atención consciente a expensas de la tranquilidad es “viajar”.

Si se lleva el shamatha al extremo, se producirán estados de trance; éstos podrán ser de algún valor, pero no son la meta final del budismo. Por otra parte, la práctica de la observación clara, si se desarrolla con suficiente intensidad y consistencia, conduce a un momento de penetración de la naturaleza del proceso de auto-identificación. En ese momento, la conciencia penetra en la cadena de eventos mentales que suelen ser inconscientes y que nos dan la sólida convicción de que “yo soy separado y limitado”. Esta penetración trae un cambio radical y permanente en nuestra perspectiva … una refrescante sensación de libertad que no depende de las circunstancias[2]. Lograr esta perspectiva y la plena manifestación de lo que ello implica en la vida diaria constituyen las metas de la meditación budista.

A continuación expondremos las anteriores ideas con mayor detalle y describiremos brevemente algunas prácticas específicas tomadas de las tres esferas culturales de Asia oriental, el sureste asiático y el Tíbet.

Shamatha

El shamatha es la práctica de aquietar la mente a través del desprendimiento. Desde el punto de vista budista, el término shamatha es sinónimo del término samadhi. Este último se suele traducir como concentración o “enfoque en un solo punto”. Lamentablemente, la palabra “concentración” conlleva la connotación de reprimir la mente, obligándola a no desviarse de un cierto objeto. Semejante lucha entre el deseo de la mente de sostener un objeto y el deseo de divagar es agotador y produce tensiones inconscientes. Esta es precisamente la antítesis del estado de shamatha.

La naturaleza de la concentración es el desprendimiento o desapego. Reconocer esto señala un hito importante en el camino al logro del poder mental. En la concentración verdadera, uno simplemente descansa la mente en el objeto a mano y luego se desprende de todo lo demás en el universo. La mente entonces permanece en ese objeto hasta que surja el momento apropiado para fijar la atención en otra cosa. De esta manera, la habilidad para enfocar, para concentrarse totalmente en una sola cosa, es esencialmente equivalente a la habilidad de desprenderse de todo. Para lograr esto, es necesario relajar el cuerpo de manera especial.

En primer lugar, se debe aprender a mantener el cuerpo erguido y totalmente quieto mediante el equilibrio y la relajación, sin usar esfuerzo muscular. La posición ideal para esto es la postura del loto, pero también se pueden obtener resultados satisfactorios con una variedad de posiciones, incluyendo el sentarse en una silla[3]. Lo importante es alinear las vértebras, encontrar una posición de equilibrio y simplemente dejar que el cuerpo cuelgue de la columna vertebral por su propio peso. Esta sensación de soltura o desprendimiento se extiende a la respiración y finalmente a la mente misma.

El shamatha tiene la naturaleza dual de soltura y desprendimiento y del enfoque en una sola cosa. Por ende, hay dos maneras de abordar la mente. La primera es simplemente dejar que el contenido emocional y conceptual de la mente se asiente y se aquiete por sí solo. Ello se puede lograr a través de la elegante técnica de la “analogía”. Uno siente una parte del cuerpo, por ejemplo el brazo, relajarse y descubre la analogía mental de dicha sensación, i.e., la sensación de relajar el pensamiento.

La segunda manera es descansar la atención en un objeto específico y suavemente volver la atención hacia el objeto de meditación cada vez que la mente divaga. Eventualmente, este hábito de divagación se debilita hasta desaparecer. El objeto puede ser físico o visualizado, fuera o dentro del cuerpo. Las imágenes de “domar al elefante” del Tíbet ilustran este proceso con detalle.[4]

En todas las tradiciones budistas, es común dar a los principiantes alguna forma de meditación que lleve la mente a descansar en la respiración. En el Zen, esto usualmente conlleva contar las respiraciones o seguir el flujo de las inhalaciones y exhalaciones. En la tradición Theravada, es típico cultivar la percatación de la sensación táctil de la respiración en la punta de la nariz o en el abdomen. No hay ningún intento de controlar la respiración. Pero en la tradición Vajrayana, se enseñan visualizaciones elaboradas de canales de respiración en el cuerpo y se practican inhalaciones, retenciones y exhalaciones con medición precisa tal como en el hatha yoga.

Los cantos también son comunes a todas las tradiciones. Cuando se realizan con la postura y la intención apropiadas, los cantos pueden ser muy tranquilizadores. En el Asia oriental, cantar el nombre de Buda Amitabha es una práctica popular. En China, la práctica de cantos se llama Nien-Fo, en Japón se llama Nembutsu, en Corea se llama Yombul y en Vietnam se llama Niem-Phat. Muchos tibetanos cantan mantras en voz alta o en silencio. Aún en los países Theravada, el pirit o cantar las escrituras sagradas, representa un evento especial en el año monástico y suele llevarse a cabo de manera continua por muchos días y noches. La cualidad de estabilizar la mente que conlleva el canto y la recitación de mantras también fue reconocido en el cristianismo según se ilustra en “la oración del corazón” de la espiritualidad popular del cristianismo orotodoxo. El cantar tiene un fuerte efecto shamatha, pero, según se suele practicar, hay poco del componente vipashyana; así pues, el poder del canto para lograr un insight liberador es débil.


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