Laberintos que guardan secretos

Cuando los senderos se bifurcan

Desde tiempos remotos la figura del laberinto se impone simbólicamente. En esta nota se propone un recorrido histórico desde sus orígnes paganos hasta su inclusión en el arte del cristianismo. Su noción implica la idea de extravío, de hilo conductor.


Irene Bauer (Periodista)

El laberinto es un símbolo que se utiliza desde tiempos remotos. Como emblema
religioso, talismán decorativo, o relacionado a prácticas esotéricas, sigue ocupando un lugar preferencial en la simbología de todos los tiempos.

Entre ellos el laberinto de la Catedral de Chartres sorprende por ser el más grande que se haya construido en un edificio destinado al culto religioso. ¿Cuál fue la motivación que llevó a hombres del siglo XII a incluirlo en una iglesia?

En la Edad Media, desarrollos geométricos y cálculos matemáticos forman parte esencial de la construcción laberíntica. Pero el origen del laberinto se remonta más allá; en Egipto y Grecia se desarrolla la noción plenamente y se asocia a la del mito, como el del rey Minos, soberano de Creta, que hace construir uno como prisión para el monstruo Minotauro. Lamentablemente no se ha encontrado ningún indicio del emplazamiento de este famoso laberinto del que se habla todavía hoy y que inspira estudios de todo tipo. Lo cierto es que la leyenda debe encontrar sustento en una realidad ahora remota.


Como nexo común la noción de laberinto implica la idea de extravío, de hilo conductor. En todo caso de búsqueda de un camino. Llegar al centro del laberinto, salir de él.... Según el tipo de laberinto, la idea de ir hacia el centro o de atravesarlo para salir, tiene que ver con una propuesta que lleva a la interioridad o a la idea de exploración y salida al mundo.

Uno de los más antiguos, ubicado en la villa de Pompeya invita a un recorrido que lleva siempre al punto de partida, no se accede jamás al centro.

Durante mucho tiempo el cristianismo no utilizó el laberinto como figura iconográfica.

Una explicación a este hecho podría



Laberinto en mosaico. Villa de Pompeya.

Primer laberinto conocido adoptado por el cristianismo. Basílica de San Reparatus.
devenir del origen pagano del símbolo. El primero del que se tiene conocimiento es el de la basílica
San Reparatus, en Algeria, y data del 324.

La apropiación cristiana del símbolo es clara: desde la “S” central, se lee en todos los sentidos “Sancta Eclesia”. Es interesante notar que la palabra Eclesia lleva dos “C”, la ausencia de una de ellas permite transformar el laberinto en un cuadrado basado en el número mágico 13.
Recién en el siglo VI el laberinto hace su aparición en Europa. El de la Iglesia de San Vitale en Ravenna, adquiere una forma circular. Como el laberinto de Algeria, éste tiene dimensiones que no permiten sino un recorrido visual.


Graffiti realizado por un niño en las ruinas de la ciudad de Pompeya.

La inscripción quiere decir Laberinto, aquí vive el Minotauro.


Cinco siglos más tarde, se realizan en el norte de Italia dos laberintos, uno de ellos, el de San Miguel Mayor, en Pavía, presenta innovaciones. Se trata de un mural y en él se hace alusión a Teseo y al Minotauro. Lo mismo pasa en la iglesia de Lucca, en la que al costado del laberinto se puede leer: “Este es el laberinto que Dédalo el cretense construyó. Una vez dentro, nadie puede salir salvo Teseo, gracias al hilo de Arianna”. La Iglesia toma el mito pagano pero le otorga un sentido asociado a sus valores. El combate de Teseo con el Minotauro será asociado al triunfo del bien sobre el mal: el triunfo de San Miguel sobre el Maligno, el de San Jorge sobre el dragón, el del fiel que atraviesa el recorrido tortuoso de su existencia mortal, y que triunfará sobre la muerte...
Durante los siglos XII y XIII, el laberinto invade Francia: se lo puede ver en las iglesias de Amiens, Arras, Auxerre, Bayeux, Chartres, Mirepoix y Reims entre otras. En los muros o en el piso, discretos o imponentes, son absorbidos por la espiritualidad y la arquitectura cristiana.




Proyección de la vidriera occidental de Chartres al centro del Laberinto el

22 de agosto, día en que la luz logra un especial efecto.


Muro de la catedral de Lucca: puede leerse un texto alusivo a la leyenda de Teseo y el Minotauro.


El laberinto de Chartres, tiene once anillos concéntricos. Sus trece metros lo hacen el más grande reaizado en una iglesia. Punto de partida de un sinfín de especulaciones que tratan de establecer el por qué de su ubicación exacta, el laberinto guarda para sí sus secretos.
De todas maneras, es cierto que la luz que inunda todos los días la catedral a través de sus vitrales, provoca el 22 de agosto (que se corresponde con el 15 de agosto, día de la Asunción, del calendario juliano utilizado en la Edad Media), un especial efecto: la figura de la Virgen situada en la vitrina occidental es proyectada al centro del laberinto. La altura del centro de la rosa es igual a la distancia que separa el laberinto del macizo occidental.
Curiosamente, la rosa fue colocada en su lugar 20 años después que el laberinto.