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Enigmas: La leyenda del Grial: orígenes y evolución
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De: ☼TäRA☼  (Mensaje original) Enviado: 27/06/2010 17:46
La leyenda del Grial: orígenes y evolución
El símbolo del vaso sagrado en tanto que fuente de poder y causa de milagro es, por lo menos, tan antiguo como la historia. Está profundamente arraigado en la psique humana. Sus primeras manifestaciones aparecieron en la pinturas rupestres de los pueblos primitivos. Tras él subyace el concepto de círculo, capaz de abarcar todo lo existente: la vida misma, en su recorrido circular del nacimiento a la muerte. Es posible que este concepto constituya también la base del símbolo de "el vaso y el anillo", grabado en monolitos y enterramientos de todo el mundo antiguo, tallado por las mismas personas que construían sus tumbas con las formas de una mujer reclinada, a través de cuyo vientre se penetra en la muerte (como en las viviendas prehistóricas de Malta), y sus templos en forma de círculo. Desde los tiempos más antiguos, los humanos han visto el cielo como un cuenco invertido que cubre la tierra, y han creído que el sol, y la luna estaban colmados de licores divinos. En ocasiones los héroes cataban estas bebidas de los dioses, servidas en lujosos recipientes, que les proporcionaban fuerza sobrehumana y vida inacabable; por lo general, esto sucedía después de una serie de aventuras sobrenaturales y enfrentamientos con los dioses y diosas en cuyos dominios se encontraban dichos objetos. Otras veces los mismos dioses realizaban milagros con estos objetos, como los que se llevaron a cabo mucho después en nombre del Grial. Un buen ejemplo es la historia del dios védico Indra, que robó el fuego del sol y la bebida divina de la luna (el soma), y que llevaba una lanza que le infundió la fertilidad a la tierra estéril. En los relatos del Grial, la lanza posee un significado especial, y la hazaña de Indra, la "liberación de las aguas", es equivalente a la de Perceval, que al curar al Rey Herido hace que fluyan nuevamente ríos y arroyos. Por otra parte se creía que cuando los pueblos védicos habitaban en una zona muy fría del mundo, el dios Indra había provocado el deshielo, dando inicio a la primavera; quizás esto ayude a explicar que en alguna versión se diga que la herida del Rey del Grial resultaba aún más dolorosa a causa del hielo que cubría la tierra, hasta que quedó curado por el toque de la lanza.


Ilustración de un manuscrito francés, siglo XV.
Galahad reza ante el altar del Grial mientras Bors descansa a su lado


En la filosofía griega, el concepto de vaso adoptaba la forma de crátera o copa, que representaba la matriz de la creación, el recipiente divino en el que se vertieron y mezclaron los componentes de la vida, y que se ofrecía a las almas recién creadas para que adquirieran inteligencia y sabiduría. Platón menciona una crátera de Vulcano, en la que se mezcló la luz del sol, y su Psicogonía cita otras dos vasijas, en una de las cuales se elaboró "el Alma de la Naturaleza Universal", mientras en la otra "se cocinaban la mente de los hombres". En otro lugar, Platón afirma que, al beber de la crátera, "el alma se ve arrastrada a un nuevo cuerpo, con lo cual adquiere peso y regresa a la tierra".

G. R. S. Mead, en su estudio de los misterios órficos, relaciona estos recipientes con el vaso de Dionisos, del que surge la inspiración, y afirma que Orfeo "ha colocado otros muchos vasos similares en torno a la Mesa Solar", que según la cosmología órfica era el centro y principio del universo. Para Mead, esto significa que "cada una de las diversas esferas era a su vez un vaso que contenía la esencia (de la creación)". Aquí tenemos, pues, un vaso concebido como recipiente cósmico y una mesa que prefigura la Mesa Redonda, en la que tiempo después aparecería el Grial.

Para las razas celtas, el recipiente era el Caldero —del Renacimiento, de Inspiración, de la Abundancia—, que constituía un concepto familiar. En su infierno, (el Annwn) existía uno de estos recipientes, en el que se sumergía de cabeza a los difuntos que recuperaban la vida aunque privados de la facultad de hablar. El propio Arturo, que aparece con una caracterización más heroica en una de las primeras versiones del Grial, penetró en la "Fortaleza de la Puerta Giratoria" en busca de este caldero, al igual que Nasciens, Rey del Grial que también aparece en los relatos más antiguos, se ve transportado por manos invisibles hasta una "isla giratoria" donde se le aparece el Grial. Y al igual que sus caballeros en las versiones posteriores, Arturo y sus hombres regresan con las manos vacías y su número menguado: "Tan sólo siete regresaron a Caer Siddi", dice el poema Preiddeu Annwn (El saqueo de Annwn), que relata la historia.

En la mitología celta aparecen otros propietarios de recipientes mágicos o maravillosos. Uno de ellos es Dagda, padre de los dioses irlandeses, que posee un caldero en el que sólo puede cocinarse la comida de un héroe ("jamás entrará en él la comida de un cobarde") y que, como el Grial, es capaz de alimentar a todo un grupo de guerreros. En Gales, los dioses Brn el Bendito y Mantholwych poseen objetos similares; otro personaje, Gwyddno Garahnir, posee un cesto que, si se lo colma de comida para una persona, proporcionará comida para cien al abrírselo. Uno de estos tres personajes, Brn, es una figura precursora del Rey Mutilado, herido de un lanzazo que nunca se cura; además, su nombre es reminiscente de Bron, el Rico Pescador. Otro caldero, aún más célebre, es el perteneciente a la diosa galesa Ceridwen, quien preparó en él una pócima para su hijo, el deforme Avagdu, con el fin de infundirle sabiduría. Por un capricho del destino, es su sirviente Gwion Bach, quien, mientras remueve la mezcla, prueba tres gotas que le caen en la mano. Tras una serie de metamorfosis en formas animales, renace como Taliesin ("el ceño radiante") y se convierte en "el primer bardo de la isla de Gran Bretaña", dotado de todo conocimiento gracias a la virtud del caldero.

Tras la historia de Taliesin se vislumbran indicios de una religión misteriosa en la que un recipiente sagrado desempeña una función importante; quizá se tratase de algo semejante al ritual descrito en los muros de la Villa de los Misterios en Pompeya (siglo II dC), donde al iniciado se le ofrecía una copa antes de una serie de pruebas que, una vez realizadas con éxito, le ensañarían los principios de la vida interior. Tal vez a Taliesin le ofrecieron una bebida similar, y lo que viene después es una descripción simbólica del trayecto iniciático.

Volvemos a encontrar este proceso de iniciación en los misterios de Eleusis. Además de un festín místico, que recuerda al que celebraban los caballeros del Grial, existía allí un recipiente sagrado, el Kernos, que contenía una bebida iniciática y que tenía la forma de un gran cuenco central, con varias tazas pequeñas adosadas. Al parecer, estas tazas contenían los ingredientes esenciales de la bebida sagrada, en un concepto muy similar al de la crátera griega.

En Eleusis, como en muchas otras religiones esotéricas, la idea fundamental era la del paso, en trance, desde este mundo a otro, una esfera paradisíaca donde el alma, hasta entonces dividida por su permanencia en el mundo físico, encuentra la plenitud y la felicidad.

Posiblemente aquí se manifiesta la segunda tendencia importante en la historia del Grial, pues tras los relatos medievales no sólo se reconocen los antiguos mitos acerca de la violación del recipiente del sol —como en la historia de Indra—, o de la creación del cosmos en la crátera de los dioses, no sólo la búsqueda del conocimiento y la verdad, sino también la eterna búsqueda del Paraíso, donde todos los secretos serán revelados y se pondrá fin a las penas y los dolores de la vida. El Grial, el caldero de Ceridwen, la crátera, el cuenco y las tazas de los misterios órficos y de Eleusis, no son sino puertas al Paraíso, ya sea cristiano o pagano; y es en el Paraíso donde deben ser procurados.

El símbolo del Grial surgió de la amalgama de muchos elementos. En su imagen definitiva se encuentran vestigios de la tradición alquímica y la mitología clásica, de la poesía árabe y de la doctrina sufí, de la mitología celta y la iconografía cristiana. No existe una a única de transmisión. La explicación más satisfactoria de su origen sería una refundición del antiguo símbolo del recipiente —con los mitos y las leyendas que lo rodean— alrededor de la imagen cristiana del cáliz, hasta identificarlo con el cáliz de la Última Cena.

Esto se confirma en el más antiguo de los textos referentes al Grial que ha llegado hasta nosotros, el Conte del Graal, de Chrétien de Troyes, redactado a finales del siglo XII. En él encontramos el tema de la búsqueda, una aventura que acaba llegando al castillo del Rey Herido, donde una procesión de jóvenes de ambos sexos transportan un objeto al que se llama graal (literalmente, plato). No se nos explica nada más. Desde luego, no se trata de una reliquia sagrada, y tampoco menciona la sangre de Cristo ni la misa. Pero la muerte de Chrétien dejó la historia inacabada, y la resolución del misterio quedó a cargo de una serie de sucesores que escribieron "continuaciones" del Conte, añadiendo y ampliando hasta que los diversos finales llegaron a ser varias veces más largo que el relato original.

Robert de Borron fue el siguiente autor que añadió una contribución significativa; hacia 1190, cuando apareció su José de Arimatea (primera parte de un proyecto de trilogía), el Grial estaba ya definitivamente identificado como cáliz del la Última Cena y recipiente en el que se recogió la sangre de Cristo. De Borron (que, a pesar de su apellido, era inglés) parece haber tomado gran parte de su material del evangelio apócrifo de Nicodemo y de los Hechos de Pilato, en especial lo referido al encarcelamiento de José, su milagrosa supervivencia y su marcha al extranjero para difundir la doctrina de Cristo. Según parece, existía ya una tradición que atribuía a José la posesión de ciertos conocimientos a los que no habían tenido acceso ni siquiera los apóstoles; y se sospechaba que había sido expulsado del imperio romano cristianizado de Vespasiano por haber intentado divulgar estos misterios. Quizás esta fue la razón posterior del silencio de la Iglesia respecto al Grial. Aunque a Pedro se le confió el poder temporal de la Iglesia, la naturaleza espiritual de las enseñanzas de Cristo quedó materializada en la copa que le fue entregada a José. Se suponía que este había llegado hasta Gran Bretaña y fundado una iglesia en Glastonbury, dedicada a la Virgen María; pero para cuando se escribieron los romances del Grial, la propia María se había infiltrado en la historia, y eran muchos los que deseaban creer en una "Iglesia Secreta del Grial" fundada por José y que siguió prosperando paralelamente a la Iglesia establecida.

Con De Borron cambió el tema de la historia; el objetivo de la búsqueda ya no era devolver la salud al Rey Herido y recuperar la Tierra Desolada; la fascinación por la sangre recogida en la copa desvió la atención apartándola del Rey Pescador, a quien ahora se identificaba como un símbolo de Cristo, centrándosela en el cáliz de la Pasión.

Para la mentalidad medieval, la sangre de Cristo contenía el "alma" y quizás, incluso, la divinidad del Salvador. Poseía poderes curativos y podía servir como instrumento para la comprensión directa de Dios. Una esencia espiritual que no tenía precio. Se conservan ilustraciones en las que se ve el corazón de Cristo, con los estigmas de las cinco heridas de las que mana sangre y agua; la sangre, derramada simbólicamente "por toda la humanidad", se consideraba también como fuente de energía vital individual. En otras imágenes se ve a Cristo en el lagar, rememorando sus palabras "Yo soy la vid" y mostrando la sangre que brota para alimentar a la multitud de creyentes cristianos. Si se tiene en cuenta la palabra "Sangreal" —utilizada en los romances— puede significar tanto "Saint Gréal" (Santo Grial) como "Sng Real" (Sangre Real), se comprende con facilidad que las propiedades vitalizadoras de la sangre se extendieran al recipiente en el que se recogió.

Esto podría explicar la asociación del Grial con el cáliz de la misa; no deja de resultar significativo que durante el período en el que el Grial influyó en mayor grado en la imaginación popular se iniciara la costumbre de elevar la hostia, que hasta entonces se mantenía oculta durante la celebración de la Eucaristía. Fue casi como si un misterio sustituyera a otro: cuando el secreto de la misa se hizo accesible a todos, el Grial ocupó su puesto en una celebración más profunda. No debemos olvidar tampoco la costumbre de la época de reservar la hostia —previamente consagrada y guardada en un recipiente especial— para distribuirla en castillos y casas privadas donde no había sacerdote residente. El elemento maravilloso representado por la caja cerrada, construida en metales preciosos y guardada en un castillo solitario, pudo inspirar los relatos del Grial.

Robert de Borron aseguraba que su texto le había sido entregado por un ángel, o incluso por el mismo Cristo, en forma de libro que luego desapareció; con este recurso a la inspiración divina logró dotar a su obra de una aureola de autenticidad, reforzando sus lazos con el dogma cristiano. Pero fueron los autores de la gran recopilación conocida como Queste del Saint Graal ("el ciclo de la Vulgata"), terminada en 1210, quienes completaron la transformación del misterioso objeto presentado por Chrétien en símbolo plenamente cristiano.

En su reconstrucción de la historia del Grial, desde José de Arimatea hasta la partida hacia Sarras y los sucesos posteriores, los recopiladores de la Queste —probablemente monjes cistercienses de algún importante monasterio francés— interpretaron pacientemente el simbolismo del Grial en el lenguaje y la terminología de la Iglesia y, además, introdujeron un nuevo personaje.

Quizá uno de los hitos más importantes en la historia literaria del Grial fuera la creación de Galahad, el caballero impecable destinado desde su nacimiento a encontrar el cáliz. Con anterioridad, era Perceval quien representaba al hombre corriente en busca del misterio supremo; pero Galahad dista mucho de ser un hombre corriente; de hecho, apenas parece humano, al ser tan absoluta su espiritualidad. Vive en la frontera entre lo terrenal y lo divino, y en cierto sentido actúa como puente entre este mundo y el otro. Su padre, Lanzarote, es el mejor caballero del mundo, la perfecta caracterización del ideal caballeresco; tiene sin embargo una mancha al estar enamorado de la esposa del rey. Son las consecuencias del amour fourtois o amor cortés.

El amor cortés tiene importancia en la historia del Grial por diversas razones. Fue una fuerza civilizadora que encontraba inspiración en la mujer, hasta entonces prácticamente ignorada en la cultura medieval. Tomando elementos de los poemas y las canciones árabes, y de las enseñanzas de los místicos sufís, que consideraban el amor terrenal idealizado como un medio de alcanzar la perfección espiritual, el amor cortés puso a la mujer en un pedestal, por primera vez en siglos; la adoró como a una diosa, la veneró como a un objeto de culto, y con ello logró que estallara una chispa en la conciencia poética de la época, que desencadenó una oleada de lirismo. Los trovadores, juglares y poetas que celebraban el arte del amor cortés en todos sus aspectos se convirtieron en una fuerza dominante dentro de la cultura occidental. El amor se convirtió en una fe por la que se regía la vida, en un código tan sólo inferior al de la caballería, con el que guardaba estrecha relación. Un complicado sistema de reglas gobernaba todas las acciones realizadas por el caballero en honor de su dama, que siempre es presentada como mujer de corazón duro, despiadada y arrogante, que humilla con palabras crueles a su adorador, las que sólo consiguen espolearle para realizar mayores esfuerzos por agradarle. Aunque nunca lo denunciara como herético, la Iglesia mostró clara disconformidad con el amor cortés, principalmente a causa de la regla que dictaminaba que la relación perfecta entre un caballero y una dama era la que se establecía con una dama ya casada. Antes del Conte del Graal, la obra más famosa de Chrétien de Troyes era un largo poema titulado El caballero del carro, que presentaba a Lanzarote como una de las figuras principales del ciclo artúrico, convirtiéndolo en amante de la reina Ginebra, quien aparecía no sólo como esposa de Arturo, sino como modelo perfecto de dama cortejable.


Uno de los autores de Queste decidió que el pecado de Lanzarote debía redimirse a costa de un fracaso en la búsqueda del Grial. En el relato, Lanzarote se ve inducido a hacer el amor con la hija del rey del Grial, creyendo equivocadamente que se trataba de Ginebra. Como consecuencia de ello nace Galahad, el caballero perfecto en el plano espiritual a la vez que en el temporal. Del pecado de Lanzarote nace el hombre destinado a alcanzar el Grial y redimir la Tierra Desolada, el caballero virgen que no tiene trato alguno con mujeres: la ética del amor cortés invertida. Lanzarote renace en su hijo, un hombre espiritualmente superior, y a partir de este momento el mito del Grial queda indisolublemente ligado a la idea de redención. Galahad se convierte en Cristo —hombre, para distinguirlo del Cristo— salvador, simbolizado por el Grial.

Aunque después se escribieran más textos, la mayoría de ellos no pasaron de ser simples revisiones o recopilaciones del material original. El patrón básico había quedado establecido, y de las tres obras importantes que aún nos falta comentar, sólo una añadió una contribución significativa al corpus narrativo.

Dicha obra es Parzival de Wolfram von Eschenbach, terminada en 1207, que presenta el enfoque más personal e individual del mito del Grial. Wolfram es quien más elementos recupera de fuentes orientales, a las que evidentemente tenía acceso siendo, además, un místico con una profunda comprensión de la naturaleza del Grial. Trataremos más a fondo esta obra cuando veamos sus referencia a la alquimia.

Los únicos textos verdaderamente significativos que aparecieron después del de Wolfram fueron Perlesvaus (anónimo, hacia 1225) y Morte d´Artus de sir Thomas Malory, editado por Caxton en 1485. Perlesvaus alcanza cotas extremas de misticismo cristiano, no igualadas siquiera en Queste. De particular interés es la misteriosa afirmación de que el Grial ha experimentado cinco cambios de forma, de los cuales sólo se cita el último, correspondiente al cáliz. Malory, el último de los auténticos romanceros medievales, escribió probablemente la obra más famosa del ciclo arturiano, pero sus intereses eran diferentes a los de sus predecesores, centrándose más en el código de caballería que en el misticismo del Grial. Su Libro del Sangreal, que a pesar de su mérito literario, es poco más que un desfile de símbolos entendidos a medias. El interés dramático se ha desplazado a los personajes humanos; lo que queda en la memoria es el fracaso de Lanzarote, y no el éxito de Galahad.

Con Malory termina, prácticamente, la historia literaria del Grial. A partir del comienzo del Renacimiento disminuyó el interés por la tradición mística que rodeaba al vaso sagrado, aunque el estudio de la alquimia siguió progresando y, a su manera, mantuvo vivo el concepto de cáliz. Sólo nos queda considerar en detalle el papel desempeñado por el Grial en la historia y las creencias del medievo, una época oscura y confusa en la que el Grial brilló cual una estrella.


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