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Lugares de Poder: Uluru
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De: Thenard  (Mensaje original) Enviado: 30/06/2010 21:35


En el corazón del desierto australiano se alza el montículo rojizo de Uluru, el centro de lo que los aborígenes australianos llaman El Tiempo del Sueño, la época del comienzo de todo. La sacralidad de Uluru se relaciona también con el mito de la creación de los anangu, el pueblo que se considera guardián de la misteriosa roca que quiebra la soledad y la plana amplitud del desierto. Veamos aquí, en Temakel, parte de su historia y su naturaleza sagrada...

En 1873, mientras exploraba el árido territorio del norte de Australia, el comisionado William Gosse descubrió una hilera de montículos rocosos al sur de Alice Springs. El más impresionante de todos fue un enorme monolito rojo, al que bautizó como Ayers Rock en honor del primer ministro australiano, sir Henry Ayers. Pero Gosse ignoraba que la roca de vivos colores ya llevaba el nombre que le había sido dado por los nativos:
Uluru.
La mole de arenisca, que se eleva a 335 m sobre la superficie del desierto y tiene un perímetro de 9 km. representa el cruce de caminos de los senderos del Tiempo del Sueño aborigen. A 32 kms. de Uluru, se encuentra también el monte Olga (imagen de abajo a la izquierda); otra formación rocosa sagrada para los nativos.


Luego de descubrir Uluru, Gosse se había introducido en los dominios de la Sagrada Pitón Acuática; de Kandju, el lagarto benigno; de los hombres canguro y los hombres serpiente.
Cada grieta, doblez, muesca, saliente o estría de la roca tenía significado para los aborígenes. Las manchas de humedad de los lados eran sangre de los venenosos hombres serpiente, derrotados en una famosa batalla del Tiempo del Sueño. Los orificios de la roca simbolizaban los ojos de un enemigo ya muerto; un saliente representaba la nariz de un antepasado sumido en profundo sueño; y cada cavidad en la base de la roca cumplía una determinada función en los rituales propios de los aborígenes.
El Tiempo del Sueño fue la época en que la Tierra era aún maleable y estaba en proceso de formación. En aquel tiempo, héroes a medias humanos y a medias animales llevaron a cabo viajes y hazañas, dejando a sus descendientes una red de sendas y caminos a través de los vastos desiertos australianos. En sus viajes encontraron, y también crearon, pozos y manantiales. La supervivencia de los nativos del desierto dependía de que supieran encontrar estos lugares con agua situados a lo largo de las rutas del Tiempo del Sueño. Este conocimiento les fue trasmitido por sus antepasados en forma de canciones y ceremonias rituales. Pero el Tiempo del Sueño es mucho más complicado: sus misterios y su magia están integrados en el pensamiento y en las emociones de los aborígenes. Los forasteros no captan más que una esfumada imagen del entramado de fábulas y leyendas.
Uluru es el punto crucial en la intrincada red de rutas del Tiempo del Sueño, que se extiende a lo largo del continente. Allí tenían su morada los pitjantjatjara u hombres canguro, que vivían en la zona norte, y los yankuntjatjara u hombres serpiente, que habitaban en el lado sur. En las proximidades de Uluru se libraron dos grandes batallas, que aún son rememoradas en cantos y ceremonias de los aborígenes actuales.


Durante el Tiempo del Sueño llegó, procedente del sur, una feroz tribu de hombres serpiente venenosos con la intención de exterminar a los hombres serpiente de Uluru; pero Bulari, la madre tierra y heroína de los hombres serpiente no venenosos, se enfrentó a los atacantes, exhalando una nube letal de enfermedad y muerte, que acabó con los invasores. Algunos de los cuerpos de los hombres serpiente venenosos permanecieron formando parte de Uluru. Los supervivientes volvieron hacia el sur para atacar a otras tribus de hombres serpiente no venenosos y acabaron corriendo la misma suerte.
También los hombres canguro que vivían en la zona norte tuvieron que enfrentarse al ataque de otro enemigo, un terrorífico demonio dingo, creado mediante cantos mágicos por una tribu hostil, la cual había dotado al monstruo de maldad y salvajismo antes de dejarlo suelto. Los hombres canguro lograron escapar gracias a sus fantásticos saltos, y aún se pueden ver las huellas de su frenética huida en una serie de cavidades que rodean la base de Uluru. Finalmente, consiguieron ponerse a salvo cuando quitaron a la bestia el tótem que llevaba en la boca y que era la fuente de su poder.

En las cuevas y grutas de Uluru, abundan los grabados. Estos dibujos son considerados de origen divino. Muchos de ellos se relacionan con la fertilidad y la iniciación. El grabado del árbol que vemos a la derecha, es una de esas imágenes divinas, procedente del Tiempo del Sueño.


La gran roca rojiza de Uluru es arenisca sedimentaria, que tras un proceso de descamación pierde lascas superficiales pero conserva en todo momento su forma distintiva. Todas las marcas geofísicas en la mole de Uluru adquieren su significado a través de un relato, una fábula o una canción. En los pliegues superpuestos de la roca, los aborígenes ven al lagarto Kandju, que llegó hasta aquí buscando su bumerang perdido. En la cara norte hay unas célebres marcas que los no nativos llaman La Calavera, debido a que el dibujo de los surcos semeja un cráneo humano. La roca es un filtro natural de agua. Alrededor de su base, unos once pozos y manantiales proporcionan el líquido vital a los habitantes, los animales y a una franja de vegetación. Asimismo se ven en la pared de la roca múltiples pinturas rupestres de carácter sagrado, algunas exclusivas para los hombres y otras para las mujeres. Ninguno de los dos sexos puede ni siquiera mirar en dirección a las cuevas del otro, y tienen que apartar sus ojos al pasar por lugares prohibidos. En 1978, una europea que se acercó a un punto tabú para las mujeres fue amenazada de muerte si volvía a cometer tal transgresión.


La cueva de los hombres canguro en Mala, actualmente prohibida para los no nativos, es el paraje donde reciben su iniciación los muchachos de las tribus locales. Las paredes rocosas de este túnel están cubiertas de extrañas marcas e inscripciones, de las que se dice que son obra de los iniciados del Tiempo del Sueño y sus primeros sucesores. A la entrada de la cueva hay una gran piedra plana, sobre la que se tiende a los muchachos para pintarlos de ocre; y junto a esta mesa natural se levanta una roca que representa a un antepasado del Tiempo del Sueño mientras dormía. Los nativos describen la cueva de Mala como "un lugar plenamente feliz", y los iniciados que regresan después de un viaje lloran de alegría, recordando sus propios ritos de iniciación. (*)
(*) Fuente: Lugares misteriosos, volumen 1, Debate, Ediciones del Prado.


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