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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: ☼TäRA☼  (Mensaje original) Enviado: 14/07/2010 07:21
Este libro ha sido el hijo los momentos en que el alma no encuentra su camino en la vida, cuando todas las puertas se cierran y no existe lugar para la esperanza, cuando la soledad te agobia y el silencio es tu único compañero, entonces es cuando la tinta suele encontrar su camino; porque el espíritu voltea hacia Dios en busca de consuelo. Es una invitación a contemplar la luz, a buscar sin dejar que la adversidad lo derroten.



Quizás pueda tocar su vida, y motivarlo a buscar la felicidad a la que todos estamos destinados, pero que reuímos incansablemente. No es un ataque contra su manera de pensar, es simplemente la contemplación de esa otra realidad que todos queremos ignorar, mientras no existe nada que nos haga volver el rostro hacia el cielo.



Hoy, el espíritu del hombre esta buscando una verdad que no encuentra y solo consigue esclavizar su eternidad a obscuras formas de conocimiento. La verdad se encuentra en todas partes; desde el rocío, el viento, la lluvia, las estrellas y nuestros hermanos. La libertad solo se adquiere cuando se conoce la verdad. Cuando conocemos estas dos cosas descubrimos El Amor, pero si le agregamos La Fe, entones nos encontramos con La Felicidad. Muchas filosofías nos inducen a renunciar a nuestras emociones, con el fin de alejarnos del la materia y sus apegos, para poder comprender el espíritu, pero nuestra naturaleza humana debe ser experimentada en su plenitud, porque de no hacerlo lo único que conseguimos es llevar escondidos con nosotros la frustración de no haber vivido aquello; y será solo hasta el día de nuestra muerte cuando la culpa vuelva inmensamente pesada nuestra agonía, y lloraremos y desearemos volver atrás para corregir el camino, y por supuesto que volveremos al camino.



En nuestra existencia por el plano material, debemos vivir la dimensión humana sanamente, para ascender a la plenitud del espíritu. La felicidad tiene un precio, y si somos capaces de pagarlo, tenemos el derecho a poseerla.



No quiero ir en contra de ningún precepto religioso, pero si considero que gran parte de la crisis espiritual de nuestro tiempo, es porque la iglesia se ha olvidado de adaptar algunos dogmas a la mentalidad moderna, pues llega el momento en que el hombre se encuentra con un mundo disímil al momento ideológico; por decir anacronismo religioso. Al menos en esto las culturas antiguas nos llevaban ventaja, pues asimilaban cambios religiosos en cuanto las condiciones sociales y espirituales así lo requerían. Dios sigue siendo el mismo, pero hay que ponerlo en lenguaje que los nuevos tiempos, para que pueda ser comprendido. Vivimos y experimentamos un conservadurismo religioso que se opone al crecimiento del espíritu.



Es un deber de todo hombre buscar la verdad y aspirar a la plenitud del ser. Y un mandato de Dios, el ser felices; su reino no es de dolor sino de dicha, y dentro de ese reino se le debe honrar.



Te invito a acompañarme, tengo una luz que te puede servir...



Invitación:



A todos aquellos seres que viven en las sombras de la soledad, sin poder contemplar la gloria del Creador. A las almas que buscan la verdad y la felicidad.



A todo al aquel que tiene sed de esperanza,

Que cree en la eternidad.

Y el poder del espíritu.



A todo aquel que sueña con el amor...



El Maestro I

Todo era bruma y silencio dentro de mi corazón, las dudas me inquietaban, y la ansiedad por conocer la verdad y la luz del Creador me torturaban.

...y aconteció, que hallándome a la orilla del Gran Lago de la Conciencia, encontré a un hombre, conocedor de los misterios de la vida y la muerte.

Ajeno al tiempo y al espacio, me condujo, más allá del Gran Mar, en busca de mis respuestas y al encuentro de Dios.

1998 d. de J.C.

Aún recuerdo su figura tambaleante, su cuerpo esquelético recortándose en el vasto escenario de un atardecer otoñal; su andar errabundo y sus ojos ya sin el brillo de la vida, avanzando lentamente hacia ese horizonte indeciso e inalcanzable, tachonado de la sangre de un día de luchas, que al final de la existencia tan solo se vuelve el manifiesto de un ideario.

Su recuerdo vuelve a mi cada noche, con su presencia inolvidable. Y con mis labios temblorosos y el andar presuroso de mi corazón; me despierto, con el sudor en la frente y una sed de verdad, que no se agota en los brazos de la eternidad. Su nombre que nunca conocí, intenta penetrar en mis sentidos para hablarme de él; de su epopeya, de su historia; y vuelvo aquí, a seguir con mi camino, y mi confusión, intentando recordarlo.

Lo conocí una tarde, cuando desde el viejo muelle de maderas ya roídas por el tiempo y la humedad, contemplaba un atardecer en el solitario lago de mi conciencia a la orilla del tiempo. Avanzaba lentamente por la vieja senda del conocimiento empírico. Su cuerpo se apoyaba en un bastón que por momentos lo sentí tan débil como su viejo cuerpo. Las arrugas de su rostro hablaban de una historia, de un épico recorrido a través de las sendas que existen en la vida y en “eso”, que llamamos sociedad.

Su rostro reflejaba tristeza, nostalgia, coraje, amor, sabiduría, pero sobre todo un profundo conocimiento de la esencia de la vida. Lo miré con curiosidad, con un deseo inmenso por arrebatarle algunos de esos conocimientos que en aquel momento de mi vida necesitaba tanto. Había en mi corazón tanta angustia, tanto dolor, tanta esperanza por vivir, pero aún así, no alcanzaba a comprender a Dios y la vida en su verdadera magnitud. Hasta ese momento había buscado las respuestas por mí mismo, pero había cometido demasiados errores para cuando menos, recordar el origen de mi búsqueda, o haber aprendido alguna lección. Mi vida no dejaba de ser un desperdicio, así que sentí ese ímpetu por detenerle y preguntarle ¿qué es la vida?...

Saltando del muelle corrí a la senda por la cual avanzaba; era un camino que yo habría de recorrer algún día de cualquier manera, me le interpuse y le supliqué con reverencia.

-¿Puedes tu hablarme del secreto de la vida, de los días que se han marchado, de tus alegrías y tus tristezas?...

Su mirada tomó de pronto un brillo que no imaginaba. En él podía intuir ese coraje y rebeldía por la vida y sus emblemas. Su tensión fue en aumento hasta que finalmente con coraje inusitado, blasfemó, casi en un grito.

-¿Qué pretendes de mí, si ya lo he dado todo?, mira mis manos vacías y mis espaldas llagadas, mis pies están cansados de tanto andar.- hizó una breve pausa y continuo- No ves acaso la huella del lacerante látigo del tiempo y las cicatrices que ha dejado en mi rostro. ¡Ya lo he dado todo, déjame!.


-¡No!, protesté, necesito el secreto de la vida. Quiero ver la luz del pasado para poder comprender mi presente.

Su bastón se levantó y con un empuñón quizó hacerme a un lado.

-¡Lárgate de aquí demonio, que has venido a inquietar mi camino!. ¡A un lado!.

Con impotencia y lágrimas en los ojos, me postré de rodillas y supliqué.

-¡Por favor, te necesito!, damé la oportunidad de presenciar la luz de tu corazón, y prometo construirte un santuario en algún recodo del universo, donde nadie pueda perturbar nunca mas tu soledad...

Casi riendo me contestó.

-¿Y quién eres tu para prometerme tal cosa?.

Su sarcasmo me hería, pero comprendiendo su pregunta, levanté mi mano y apuñándola me golpeé el pecho con decisión.

-¡Aquí!, ¡aquí en mi corazón te construiré ese santuario!, porque todas las estrellas y el mismo universo palpitan en el.

Mis lágrimas sellaron aquel compromiso y sentí ceder esa muralla que infranqueable se levantaba entre nosotros.

Como un viento que remueve de pronto las hojas secas del otoño, al final del atardecer, entre los caminos desconocidos del corazón y la razón, donde la fábula abandona su encanto metafórico, para vestirse con el púrpura silencioso del ocaso; arribó a nuestro pequeño mundo la concordia y tratando de encontrar el reposo, para que los recuerdos y las lagrimas pudieran fluir sin obstáculo. Buscamos una roca a la vera del camino; y ahí, sentado; apoyando sus manos en el bastón, vi correr entre la sangre de aquel crepúsculo y las arrugas de su rostro, las lagrimas y lo sentí tan humano y tan infantil que postrado de rodillas me dispusé a escuchar su mensaje.

-He vivido y hecho todo cuanto a mi naturaleza corresponde; He amado y odiado, reído, llorado, trabajado y cuidado de mis hijos. He seguido los preceptos de la iglesia y obedecido las leyes; y sin embargo hoy, al final de mi sendero comprendo que no fue suficiente. Viví en el error. Nada me queda ahora; mis manos están vacías.



Con lágrimas en los ojos, dejó a un lado el bastón y acariciándolas con sus recuerdos y el olvido; me dijo con frenesí.

-¡Mira mis manos!; están vacías, nada me queda.

Muy dentro de mí, comprendí el inmenso dolor que aquel hombre arrastraba. Pero continuo.

-Amé, pero confundí el verdadero amor con ese deseo de llenar mi soledad; con el deseo sexual, olvidándome que el amor vive y palpita sobre estas cosas.

Trabajé, creyendo que con ello daba sentido a mi vida y futuro a mis hijos, pero no dejé tiempo para buscar el amor y entender que cada instante que se iba no volvería a encontrarlo.

Soñé, pero jamás les dí vida a mis sueños; fueron esa droga que me enseñó a creer en la magnitud del hombre pero que nunca se manifestó.

Lloré, y mi llanto traté de hacérselos sentir a los demás, para que me compadecieran. Reí, solo para mi mismo. Jamás pensé en darles esa risa a los demás.

Seguí la religión sin darme cuenta que era una cadena que ataba mi espíritu. Respete el gobierno, y no obstante que observé sus injusticias, no hice nada para luchar por la justicia.

Joven, soy un fardo de errores, pues hoy que he comprendido cual era la razón de mi vida, ya no tengo tiempo para repararlos; ese ladrón se ha llevado mi esperanza. ...ó quizás no es el ladrón, sino yo, que intenté robarle al tiempo cada instante para desperdiciarlo en vanalidades.

Un profundo silencio inundo el moribundo atardecer. Sobre la faz de aquel lago, el rostro difuso de un sol que termina su jornada expiró finalmente; las sombras comenzaron a inundarlo todo. Con solemne respeto trate de volver a preguntar por aquella duda que me llevó a detener su transitar y tímidamente, musité.

-No he comprendido aún el sentido de la vida, ¿podrías volver a explicarme?.

Levantó su rostro y con un gesto que sentí lleno de ternura; un sentimiento del que sentí incapaz de experimentar a aquel rostro curtido por la desgracia y el arrepentimiento me dijó.

-Hijo, la vida es la aventura del hombre, en la cual intentamos elevarnos a lo divino, abandonando nuestra naturaleza animal, porque es allá en las alturas, donde tenemos nuestro hogar; aquí, somos extraños, hijos de la inconsciencia y buscadores de ese hogar perdido. Hoy en el ocaso de mi existencia, he alcanzado a comprender la magnitud de nuestra naturaleza, pero ya no tengo tiempo para aplicarla, y es por ello que rechazo todo cuanto el hombre ha establecido por dogma pues solamente nos han cegado y enajenado. ¡Vive!, Busca la verdadera libertad; ya que únicamente en ella podrás comprender quienes somos, de donde venimos y hacia donde vamos...

El camino de la autorealización se sigue y se descubre por sí mismo, nada de lo que nos es dado tiene más valor que un guisante, es necesario aprender por la propia experiencia. Lo único que yo o cualquier otro te puede enseñar es la fortificación de valores que te ayuden a asimilar la enseñanza, el respeto por los demás y la misma vida, pues es sagrada y el bien más valioso que tenemos. La perseverancia, la voluntad, y sobre todo la conciencia de la necesidad de aprender a amar, pero no como un sustantivo, o metáfora, sino como verbo.

Por unos segundos la eternidad y el más profundo de los silencios nos abrazo. Las estrellas comenzaron a descubrir sus vestidos celestiales y brillaron en nuestras pupilas.

-He ahí la historia del tiempo, en cada luz... susurró, queriendo que la noche nos ignorara.


Mi corazón aún no comprendía la noche que había caído sobre nuestras conciencias, ni la razón del ser, mucho menos eso que los hombres habíamos dado en llamar amor.

¿Sustantivo o verbo? Me repetí para mis adentros.

Repentinamente una pregunta me asaltó y sin más pregunté...

-¿Quién éres tu?..

Las sombras de la noche ocultaban la realidad y el semblante de aquel rostro se transfiguraba con una identidad desconocida para mi conciencia. Me pareció ver a un ser totalmente diferente al que supuestamente había detenido en aquella senda y ahora estaba ante un ser fuerte, silencioso, irónico y porque no, seguro de sí mismo.

Su única respuesta fué.

-No lo sé. Tras una breve pausa continuo, mientras alzaba su mirada al cielo. –Este es mi hogar, la Noche, la sagrada noche, que me oculta de mi desgracia y me olvida, acogiéndome en su regazo sin preguntas y sin dejarle ver a los demás mi vergüenza.

Ahora percibía cierta serenidad, o quizás era ya la mansedumbre de la resignación.

A medida que el tiempo avanzaba, mis dudas se multiplicaban y mi ansiedad de encontrar respuestas me abrazaba en un fuego que comenzaba a calcinar mi corazón.

Mi espíritu estaba ahora moviéndose inquieto, pues las palabras de aquel hombre algo habían golpeado dentro de mí. La noche avanzaba, y yo seguía existiendo.

- Háblame de Dios. Le ordené, con la agresividad que da la juventud.

Un profundo suspiro desgarró la noche, y entonces sentí la extraña sensación de estar en un mundo tan diferente al que conocía, donde no había lugar para el odio, la avaricia o el apego a cualquier cosa. Eramos tan solo yo, mi voz, mi conciencia y esa otra voz que me contestaba; sin identidad porque era una voz palpitante en la noche. No podía ver de donde venía, la noche era tan profunda que nunca hubiese podido imaginar una similar. Negros nubarrones llevando en sus aras la estupidez humana nos habían privado de la luz de las estrellas. Ahora éramos, solo voces en el silencio de la noche.

-¡Ah hijo!, tú tienes ansiedad de luz, y aquí solo hay sombras...

No supe que contestar o como interpretar sus palabras, pero aguarde unos segundos en contra de mi voluntad.

-Esas preguntas solo tienen respuesta mas allá del Gran Mar, aquí solo existen chispazos que como estrellas fugaces nos hablan de universos distantes.

-Bien, vayamos a ese Mar y conquistemos mis respuestas.

Repuse con decisión.

Estoy seguro que hubiera podido ver una risa si la noche me lo hubiera permitido, quizas era mi ingenuidad o ignorancia pero ahí estaban ambas comulgando en el mismo momento.

-Ese Gran Mar se haya mas alla de la vida y la muerte, en los recónditos parajes del espíritu, donde no cabe la maldad humana y la esencia vuelve a adquirir la perfección primigenia, pero aun allá, es preciso despertar para poder comprender.

Por un momento sentí desesperación, no penetraba en el significado de todas aquellas “metáforas” que eran para mí, pero con ánimo por desentrañar el misterio de sus palabras contuve mis ansias y aguardé por más.

-¿Quieres intentar la más grande de las aventuras humanas a las que el hombre tiene derecho?... ...aunque solo unos pocos... terminó casi en un murmullo.

Sin titubear dijé –SI,

No tenía nada que perder y la aventura de la vida por ganar, casi instantáneamente comprendí que si no lo intentaba a pesar del misterio y el temor del que vestía sus palabras, la vida no me bastaría para lamentarme aquel momento y desearía con toda mi alma volver a estar aquí, para tomar la decisión de decir SI.

...y así me arrojé al mar de lo desconocido y comencé a bregar en el suspenso. Quedando tan poco de mi silencio, de aquel deambular en el murmullo de la noche, de los pasos que otrora resonaron en los pasillos del pensamiento y el eco de las correrías por la imaginación. De aquel eterno devenir de los sentimientos, que acompazantes impulsaban el suave golpeteo del mi corazón, buscando siempre el amor.

Todo se esfumó, como se van los días, aun en su radiante lozanía, arrojándome a las inhóspitas tierras de la conciencia, calcinantes bajo el sol interior que late en cada instante, quemando con la llama del pasado la inquieta experiencia. Sentí ser una Ave Fénix, surgiendo de los escombros psicológicos y los prejuicios sociales, donde las aves rapaces de los instintos, rondan nuestros sueños buscando deborarlos. Un fuerte viento me arrastro mas Allá, un poco más allá, de las humildes tierras de la serenidad, bajo la débil luz de la nobleza y al fragor de los vientos de esperanza, para encontrar ese Nuevo Mar; inmenso, cuyas azules aguas reflejan las virtudes titilantes en la eternidad. Ahí existe un viejo muelle, hecho de ideas obsoletas que llevan impresas el encanto de la fantasía o la ridiculez. La polilla de la modernidad las ha minado, desgajándolas en melancólicos arpegios que rondan el idealismo. Junto a los viejos maderos danza suavemente la vieja barca de la audacia, de la juventud. Mis huellas quedaran en la playa, sobre la arena. Y una fragancia ignota, pero terrible, me estremece. Siento aleteos de seda, música en la marea. Siento que el amor me espera....


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