Las meigas son mujeres adoradoras del diablo y que con sus ritos pueden hacer maleficios.
Esta superstición obliga a una serie de ritos muy especiales para ahuyentar posibles peligros: guardar una herradura en el hogar, tras la puerta de entrada, o llevar consigo un diente de ajo, una castaña pilonga o varios objetos que libren del mal de ojo u otros hechizos.
La creemcia en las Meigas es mito central de nuestro acervo supersticioso; ellas representan para el pueblo el mal y el pecado, lo dañoso y lo perjudicial; todo lo contrario a la bondad y al bien, hecho por el cual se diferencian de las hadas, que significan lo favorable y lo adverso (dada su doble condición de buenas hadas y malas hadas).
El específico de la identidad de las Meigas es la vejez, acrecentada por la dureza, la crueldad y la venganza, aunque también a veces son buenas.
Por lo general las gentes sencillas las temen o las rechazan, pero también las buscan, cuando con ensalmos acuden a ellas para curar algún dolor o para descubrir el porvenir.
Tenían las Meigas una idea real, si bien fantástica, de las facultades superiores de que se creían dotadas; y cuando en un proceso se le preguntó a una de ellas si fuera por el aire montada en una escoba, contestó: ¡ Eso por supuesto, ya se sabe!
Métodos para protegerse de las meigas
Llevar en el cuello un collar de ramas de muérdago, ajo o conchas.
Clavar sobre las puertas de las casas, murciélagos, espolones de gallo, colas de lobo, herraduras de caballo.
Tener en casa tierra bendita de los cementerios, sal, tijeras abiertas a los pies de la cama, orina de caballo, cuerdas de ahorcados.
Buscar garras de fiera, patas de ave de presa, piedras agujereadas.
Poseer en forma de varitas, colgantes o pectorales, trozos de azabache, ámbar y distintas piedras capaces de rechazar los venenos y encantamientos.