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Civilizaciones: LAS REVELACIONES DE PALENQUE
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De: ☼TäRA☼  (Mensaje original) Enviado: 13/11/2010 10:36

"Quienes logren entender Palenque podrán comprender cualquier cosa hecha por los mayas", escribió alguna vez la notable investigadora Linda Schele. Y tenía razón. En Palenque, como en pocos lugares del mundo, los seres humanos han dejado claro quiénes son, de dónde vienen, hacia dónde van y cuál es su visión del Universo. Y lo hicieron de manera tan contundente, que por sí sola define a toda una civilización.

    En el siguiente informe especial damos cuenta de por qué Palenque es la más enigmática de las ciudades mayas: los recientes hallazgos, que han puesto los ojos del mundo en este lugar de Chiapas; los trabajos de rescate en el sitio arqueológico; las aventuras de los primeros exploradores; la arquitectura palencana y su significado; la biografía de sus reyes; y un completo mapa de la ciudad.

    

LOS HALLAZGOS

 

Bajo tierra durante doce siglos, este bello tablero hallado en una plataforma que hacía las veces de trono en el Templo XIX de Palenque, Chiapas, narra la historia de un gobernante y su derecho a ser rey. En la imagen tres dignatarios mayas, ataviados con penachos propios de la clase dominante, rinden honores a su nuevo Señor. El descubrimiento de la plataforma, en marzo de 1999, ha sido considerado por los especialistas como el hallazgo más importante de los últimos cuarenta años en el Mundo Maya.

 

Texto por Francisco Cámara Riess / Fotos por José A Granados / Ilustraciones por Jim Ballay

La mañana del 16 de marzo de 1999, un equipo de arqueólogos realizaba trabajos de rescate en un templo de Palenque, Chiapas. Ocho meses habían pasado desde que inició el proyecto de restauración, primero en el edificio luego que fue abandonado por sus habitantes originales, hace mil doscientos años. El resultado de la investigación era satisfactorio: en una de las pilastras del templo se halló la figura de un gobernante, moldeada en estuco y conservada en excelentes condiciones. Sin embargo, lo mejor aún estaba por llegar.

    Aquella mañana, los arqueólogos hacían un corte recto en el piso superior del templo cuando, de pronto, un montículo de tierra se vino abajo y apareció una plataforma con tableros bellamente decorados por glifos e imágenes. Alfonso Morales, el arqueólogo responsable, no daba crédito a su suerte: días antes había encontrado una cámara funeraria en una estructura cercana y las posibilidades de un segundo hallazgo importante parecían más que remotas.

    "¡Qué bronca se va a armar!" exclamó Alfonso, sabedor de que descubrimientos de ese tipo traen consigo datos que pueden cambiar la historia de un sitio.

    El Proyecto Grupo de las Cruces, auspiciado por el Instituto de Investigaciones de Arte Precolombino (PARI, por sus siglas en inglés), con sede en San Francisco, Estados Unidos, y dirigido por Merle Greene Robertson, abarca seis edificios de Palenque: los templos de la Cruz, de la Cruz Foliada, del Sol, el XIV, el XIX y el XX.

    Desde que comenzaron los trabajos, Morales puso especial atención en el XIX, debido a que está rodeado por edificios que incluyen textos importantes. La lógica lo llevó a pensar que esta estructura, ubicada estratégicamente, de seguro guardaba información relevante bajo sus derruidas paredes.

    El Templo XIX fue construido entre el 721 y el 736 d.C. Mide treinta y nueve metros de largo por siete de ancho y está situado sobre un basamento de cuatro metros de altura; la fachada principal mira hacia el norte. Es un edificio raro, pues no tiene el piso revestido de estuco (característica de las estructuras palencanas), sino lozas de piedra como base; bajo las lozas hay una capa de estuco para evitar el paso de humedad y agua. Solamente tiene una puerta y las pilastras, que por lo general van en la fachada, están dentro del templo y fuera de centro, cargadas hacia el este, evitando tal vez poner peso en alguna subestructura.

    Algo que llamó la atención de los arqueólogos es la falta de simetría que presenta el edificio. En la mayoría de las construcciones mayas hay una relación muy cercana entre el tamaño de la entrada y las pilastras. No es el caso del XIX, y aunque en julio de 1999 faltaba por excavar la mitad del edificio, todo parece indicar que el mayor tesoro del templo (la plataforma, que los arqueólogos llaman altar o trono), ha sido hallado.

DOCE SIGLOS SIN VER LA LUZ

La plataforma, del siglo VIII, es una caja de mampostería cubierta con lajas de piedra caliza y una tapa del mismo material. Fue localizada siete metros al este de la puerta y adosada al muro norte del templo. Es rectangular, mide 1.70 metros de ancho por 2.80 de largo, y sus paredes son tres tableros—dos de éstos bellamente tallados—que se levantan 47 cm sobre el nivel del piso original. Cuando fue desenterrada, los arqueólogos se percataron de que la tapa había sido violada y su interior saqueado, probablemente en tiempos prehispánicos. Junto a la plataforma también fueron hallados fragmentos de cerámica, navajas de obsidiana, restos de huesos humanos, así como un pedazo de la figura estucada que cubría una pilastra cercana. Importantes hallazgos, sin duda, pero nada comparable a la belleza de los tableros adosados a la plataforma.

    Los tableros cuentan la historia de un gobernante, Ahkal Mo' Nab (Tortuga Guacamaya), quien se piensa mandó a construir el templo. El tablero sur representa a siete personajes flanqueados por escritura jeroglífica. La escena contiene al gobernante como figura central; sentado en lo que parece un trono, está mirando hacia el oeste y dando su atención al personaje de la derecha.

    En sus extremos, el tablero de la cara oeste presenta cartuchos de glifos (los jeroglíficos se agregaron al muro luego de haber sido modelados independientemente, como cartuchos) y en la parte central aparecen tres personajes sentados. Según David Stuart, epigrafista de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, los tres personajes escenifican la ceremonia de entronación del gobernante, quien es asistido por un sacerdote que hace las veces de mediador entre éste y un mitológico antepasado. Los jeroglíficos mencionan que Ahkal Mo' Nab estaba relacionado con un antiguo gobernante de Palenque, llamado K'an Hok' Chitam I, parentesco que le daba derecho a gobernar. En su momento, K'an Hok' Chitam I realizó una ceremonia en la cual ofreció incienso al dios Sol Padre. Cuatro mil años más tarde, Ahkal Mo' Nab realizó la misma ceremonia, pero en honor al dios Sol Hijo; meses después repitió la ofrenda, esta vez en honor del dios K'awil y, finalmente, ofreció una tercera al dios del Inframundo.

    Los jeroglíficos también hacen referencia a un rito efectuado en una casa roja, propiedad del gobernante, en la cual "se agarra la cuerda". Es decir, que el ancestro de Ahkal Mo' Nab, a través de un mediador o sacerdote, le otorga el poder utilizando una cuerda como especie de hilo conductor u ombligo mágico.

    El tablero del lado este no tiene decoración, salvo una línea roja. Morales piensa que se dejó así para escribir eventos futuros o simplemente se conservó "en blanco" debido a que no estaba a la vista de quienes visitaban al gobernante.

    Las fechas en la plataforma descifradas por Stuart (721 al 736 a.C.) revelan que Ahkal Mo' Nab gobernó fuerte y con el apoyo de los caciques de Palenque, construyó edificios y se consolidó como gobernante de importancia.

PRIMER GOLPE DE SUERTE

Días antes de encontrar la plataforma, Morales tuvo su primer golpe de suerte en Palenque. El 25 de febrero él y su equipo estaban trabajando en una construcción cercana identificada como Templo XX. La estructura, de catorce metros de altura, ha sido siempre un misterio para los arqueólogos, ya que no se sabe a qué periodo corresponde su construcción; no fue bien realizada, se vino abajo, y enterró así todo indicio que pudiera aportar información relevante.

    Gracias a sonares de penetración subterránea realizados tres años antes, Morales sabía que el templo tenía anomalías bajo el piso, a poco más de cuatro metros. Nada inusual, pues coincidía con el patrón de entierros de Palenque, donde normalmente hay un entierro central y dos laterales. Sin embargo, al excavar el templo, Morales y su equipo encontraron una subestructura a noventa centímetros. Debido al mal relleno entre la estructura superior y la subestructura, se hicieron muros a los cuatro lados de la excavación para proteger a los arqueólogos.

    Cuando terminaron de asegurar el área de trabajo, retiraron una piedra del macizo, que a la postre resultó ser parte del techo de una bóveda; a través de un orificio de diez centímetros lograron ver el interior. Los ojos de Morales brillan al recordar ese momento:

    "Se veían pintura roja en las paredes, ollas y cuentas de jade en el piso. Para estar seguros introdujimos una cámara digital y tomamos placas a 180 grados. Las fotos revelaron el arco de una bóveda falsa. Al analizarlas por computadora corroboramos que en el piso había cuentas de jade y once vasijas, así como la puerta de acceso a la cámara funeraria, sellada por dos lajas de piedra. También nos dimos cuenta que había pinturas murales en los lados este y oeste de la cámara."

    No se observaron restos humanos en el interior, ya que parte del aplanado que cubría las paredes se vino abajo, sepultando el contenido de la cámara, salvo las ollas y cuentas de jade. Aunque no se sabe quién está enterrado en la tumba, la ubicación de la estructura hace pensar a Morales que se trató de alguien importante, posiblemente contemporáneo de Pakal, el más famoso gobernante de Palenque.

    El nuevo reto de Morales y su equipo es identificar el acceso hacia la cámara, ya que, aunque las puertas de la misma dan al sur, al realizar una primera excavación hacia esa dirección se toparon con roca madre, pues el templo fue construido sobre una colina. Morales considera que la puerta exterior puede estar al este o al oeste, abriendo un pasillo que luego dobla noventa grados hacia el norte. Al cerrar esta edición, en julio de 1999, Morales estaba en pláticas con un ingeniero especialista en túneles, quien se encargaría de hallar el camino correcto, para que a su vez los arqueólogos puedan analizar lo que seguramente irán encontrando conforme vayan acercándose a la puerta, pues era costumbre de los mayas realizar ofrendas y sacrificios al pie de los entierros.

CUIDADOS EXTREMOS

Una vez abierta la cámara comenzará el trabajo de restauración: primero consolidar los muros, después buscar todos los fragmentos de estuco que han caído y reintegrarlos a las paredes para, finalmente, documentar ollas, jade y posibles restos humanos. Todo esto se tendrá que realizar desde una plataforma flotante, a fin de no tocar el suelo. Por si fuera poco, los arqueólogos habrán de crear una antecámara para mantener la temperatura idéntica a aquélla en el interior de la tumba, de manera que al abrir la puerta el brusco cambio no dañe las pinturas y objetos del interior.

    Aunque tantas medidas precautorias parecerían exageradas a los ojos del visitante común, la vehemencia con la que los arqueólogos de Palenque cuidan sus hallazgos es más que justificada, incluso cuando olvidan el protocolo. Algo así le ocurrió al joven Nicolás Rivera, encargado de restaurar la plataforma en el Templo XIX. Días después del hallazgo, el entonces presidente de México, Ernesto Zedillo, visitó la zona para conocer de primera mano los nuevos descubrimientos. El mandatario, en cuclillas frente a uno de los tableros, escuchaba con atención las explicaciones del joven Rivera, mientras el resto de su comitiva, funcionarios de gobierno y una docena de reporteros, observaba un poco más atrás. De pronto, el Presidente acercó la mano hacia el tablero, tal vez respondiendo al natural impulso de tocar la bella pieza.

    —¡No lo toque!—exclamó el joven restaurador, quien al darse cuenta de su osadía, apenas pudo añadir un "por favor". El Presidente lo miró un instante, luego esbozó una sonrisa de aceptación y continuó admirando el legado de los mayas de Palenque.

 

LOS PRIMEROS EXPLORADORES

 

Montado en una silla transportada por un peón, John Lloyd Stephens llegó a Palenque en 1840

 

Por Shelagh McNally

Un hombre encuentra un libro donde se habla de una ciudad perdida en lo más recóndito de la selva. El hombre va entonces tras ese lugar misterioso, haciendo caso omiso de los críticos que consideran su búsqueda una locura. Después de enfrentar muchos peligros y penalidades, descubre la ciudad perdida y, con ello, toda una civilización. Este romántico argumento es tema recurrente en la imaginación de los occidentales y ha inspirado libros y películas. Por muchos conceptos, la exploración que realizó John Lloyd Stephens en la antigua ciudad maya de Palenque es el prototipo de esta clase de aventura.

    Hacia 1835, Stephens era un famoso escritor de viajes que había publicado varios volúmenes sobre sus descubrimientos en Egipto, Arabia, Grecia, Turquía y Rusia. Llamó la atención cuando en 1839 anunció su propósito de efectuar una "investigación imparcial" de Palenque y otros lugares mayas de México y Centroamérica; el público se entusiasmó con la idea, pero los eruditos lo desdeñaron.

    Como eran muchos quienes ansiaban tildarlo de mentiroso, sabía que iba a necesitar pruebas contundentes de sus descubrimientos. Entonces propuso integrarse a la expedición al dibujante Frederick Catherwood, el cual tenía fama de habilidoso ilustrador y erudito que no se dejaba llevar por las fantasías de muchos otros artistas viajeros. Llegaron a Belize el 3 de noviembre de 1839 y les tomó seis meses más arribar a Palenque. Ingresaron a Chiapas durante de la temporada de lluvias. Stephens describió el viaje como arduo y lento, pues se vieron obligados a abrirse paso por una "selva tan poblada de matorrales y arbustos que era impenetrable...".

    Llevando a lomo de mula sus pertenencias, soportaron diez días de lluvia que los calaba, tuvieron que combatir la fatiga, lodazales, hordas de mosquitos y empinados cerros. Stephens consideraba las montañas de Chiapas "las peores que había encontrado en ese o en cualquier otro país". Llegaron a Santo Domingo de Palenque, remoto pueblo situado al oeste de la ciudad maya, en "condición desastrosa" causada por enfermedades, hambre y agotamiento. El poblado también sufría una hambruna y no era el lugar ideal para descansar.

    Tras procurarse las provisiones más básicas, los exploradores salieron en busca de la ciudad perdida. Luego de tres horas de deslizamientos y resbalones por "una gran carretera atestada de gente" llegaron a Palenque. Sus guías gritaron "el palacio, el palacio" y Stephens y Catherwood, mirando entre los árboles, divisaron la fachada de un edificio ricamente adornado. Arrastrándose por las escaleras penetraron en el patio del Palacio y dispararon cuatro cargas para celebrar la llegada.

    Stephens asentó: "Por primera vez estábamos en un edificio levantado por los habitantes aborígenes antes que los europeos supieran de la existencia de este continente".

    El Palacio sirvió de campamento base. Catherwood comenzó sus esbozos mientras Stephens exploraba los macizos laberintos de habitaciones abovedadas, angostos corredores y cámaras subterráneas del complejo residencial. Juntos descubrieron una pirámide escalonada en la esquina suroeste del Palacio, bajo una maraña de vegetación. Ascendieron penosamente por los escalones para descubrir cinco puertas decoradas con relieves de estuco. Las inscripciones, tableros de jeroglíficos y pilastras de dibujos esculpidos los dejaron sin aliento. "Ni descripción ni dibujo alguno pueden reflejar la sublimidad moral de aquel espectáculo", escribió Stephens en su diario. Acababan de descubrir el Templo de las Inscripciones. Al llegar a la bóveda examinaron antorcha en mano los jeroglíficos. No podían saber que se encontraban arriba de lo que llegaría a ser uno de los descubrimientos arqueológicos más famosos del Mundo Maya. Bajo sus pies estaba la tumba de Pakal, el gran gobernante palencano, que sería hallada solamente un siglo después.

    Las condiciones del campamento eran primitivas. De noche, los exploradores no conseguían dormir mucho debido a los voraces mosquitos; la comida se les echaba a perder rápidamente en medio del húmedo calor y durante el día tenían que estar a la defensiva de serpientes venenosas y escorpiones. En determinado momento, Stephens se vio obligado a regresar al pueblo para recuperarse del ataque de unas pulgas tropicales llamadas niguas. Catherwood se había enfermado también por las crisis intermitentes de paludismo. No obstante, ambos continuaron su trabajo hasta descubrir el Templo de la Cruz, el Templo del Sol y el Templo de la Cruz Foliada. Catherwood, con esmero, copiaba cada bajorrelieve y las fachadas, mientras Stephens redactaba las descripciones.

    El 30 de mayo de 1840, Palenque se vio azotado por una tormenta tropical, que Stephens describe como "sublime y terrible... La tormenta amenazó la existencia misma de los edificios". Todos se empaparon y enfermaron, hasta el punto que el 1 de junio tuvieron que abandonar la ciudad. El 31 de julio del mismo año llegaban a Nueva York. Stephens comenzó a trabajar en su libro Incidentes de viaje por Centroamérica, Chiapas y Yucatán, ilustrado con los meticulosos dibujos de Catherwood.

    A su publicación, el libro causó sensación, desconcertando a muchos historiadores y eruditos, los cuales de inmediato se dispusieron a revisar sus opiniones respecto de los mayas. El público se entusiasmó con la idea misma de que acababa de ser descubierta una civilización. De sus hallazgos en Palenque, Stephens concluyó: "Aquí están los restos de un pueblo cultivado, refinado y peculiar que pasó por todas las etapas propias del auge y caída de las naciones, alcanzó una edad de oro y pereció, quedando por entero desconocido".

    El tiempo probaría lo atinado que John Lloyd Stephens estuvo en sus conclusiones.

 

CIUDAD DE REYES

Palenque, para muchos la más conmovedora y enigmática de las ciudades mayas, sigue custodiando sus secretos desde hace más de mil quinientos años. Es un lugar tan hermoso y con tanto carácter, que el visitante se siente atraído irresistiblemente. La arquitectura palencana parece cantar con barroca elegancia: no es muda, como la arquitectura conservadora, más pesada y rígida, de otros centros ceremoniales mayas. Es una ciudad construida por reyes y para la glorificación de los reyes.

Por Shelagh McNally

No hay duda de que Palenque es una de las ciudades mayas que más cautiva tanto a turistas como a arqueólogos. Numerosos factores contribuyen a ese encanto: el lujurioso verdor de la selva chiapaneca, con su eterno paisaje de niebla; la arquitectura palencana, tan fina y elegante, que se distingue como de las más bellas en el Mundo Maya; la fascinante biografía de sus reyes, y la abundancia de jeroglíficos, en los cuales se narra la historia del lugar.

    Palenque tiene una extensión de 4.5 km de este a oeste y 2 km de norte a sur. Se ubica a 230 m sobre el nivel del mar, en la primera serranía del norte de Chiapas y es alimentada por varios arroyos que circulan entre los edificios. La ciudad fue descubierta en 1773 por un grupo de soldados y misioneros españoles, quienes llegaron al lugar cuando ya estaba abandonado. Fundada hacia el 200 d.C., tuvo su apogeo entre el 600 y el 750 d.C., para después decaer entre el 850 y el 900, al igual que sus vecinas Tikal, Copán y Bonampak.

    La ciudad posee un distintivo estilo arquitectónico que lo diferencia de cualquier otro sitio maya. Alfonso Morales, arqueólogo en jefe del Instituto de Investigaciones de Arte Precolombino, en Palenque, cree que la posición de este lugar como emplazamiento fronterizo pudo haber contribuido a la claridad de su técnica. Importante centro comercial cercano al río Usumacinta y confinante con las tierras bajas de Yucatán (México) y del valle del Petén (Guatemala), Palenque tuvo que haber recibido numerosas influencias del exterior, las cuales enfrentó desenvolviendo su propio estilo.

    "Aquí en Palenque hay culto a la personalidad", reconoce Morales, señalando que la presencia de sus dos máximos soberanos está indeleblemente plasmada en la ciudad. En efecto, es imposible visitar Palenque sin encontrarse a los dos excelsos señores. Aunque con perfiles personales diferentes, Pakal y su hijo Chan Bahlum fueron grandes estadistas y visionarios. A lo largo del gobierno ininterrumpido de ambos el lugar floreció como una gran potencia.

    La devoción a la construcción de templos no fue algo inusual, puesto que todo rey maya utilizaba los monumentos públicos como una especie de propaganda. Los templos eran decorados con relieves que afirmaban el derecho del monarca al trono. Lo que distingue a Pakal y a Chan Bahlum es la duración de sus respectivos reinados, la coherencia de su visión y la pervivencia de su legado. Pakal subió al trono en el 615 d.C., a la edad de doce años, y se mantuvo en él sesenta y ocho. Le sucedió en 684 su hijo Chan Bahlum, quien gobernó durante dieciocho. Ochenta y seis años de estabilidad dieron origen a la época de oro de Palenque, donde religión e historia se fundieron con la arquitectura.

    Cronológicamente, la zona excavada de Palenque se divide en tres grandes áreas: el Grupo Norte, que alberga los edificios más antiguos; la Gran Plaza, en la que destacan dos construcciones monumentales: El Palacio y el Templo de las Inscripciones; y el Grupo de las Cruces. En el Grupo Norte hay cinco edificios sobre plataformas a diferentes niveles. Aquí se muestran las estructuras típicas de Palenque: una elevación natural que sirve de base de terrazas y escaleras artificiales por tramos superpuestos que aprovechan el declive. El edificio más occidental es el Templo del Conde, llamado así en honor al conde Frederick Waldeck, quien a principios del siglo XIX vivió durante tres años en este templo. Cerca de ahí hay un pequeño juego de pelota, en su mayoría sin excavar, que data del 250 d.C.

EL PALACIO

Es la pieza central de Palenque. Se trata en realidad de un complejo de edificios construidos en diferentes épocas, de donde resultó una serie irregular de patios y aposentos. Al igual que la mayoría del resto de las estructuras del sitio, posee un techo curvo que estuvo por completo recubierto de estuco y rematado con cresterías. Con sus altares, tronos, bancas, respiraderos, altos techos y patios, El Palacio tiene el aire de haber sido muy funcional. Las docenas de cuartos indican que aquí vivía el rey con la nobleza, jefes, sacerdotes y altos funcionarios. De seguro fue una cómoda residencia: el uso de techos de doble bóveda, los pórticos y puertas le dan una atmósfera liviana y etérea, sobre todo en comparación con las reducidas y oscuras habitaciones que se encuentran en otros edificios. En las secciones norte y este, los cuartos son más grandes, quizá porque pertenecieron a la familia real, mientras que las piezas más pequeñas de la sección sur habrían sido destinadas a los huéspedes y a nobles menores.

    El Palacio fue una de los primeros proyectos de renovación de Pakal una vez en el poder. A las galerías porticadas les añadió bóvedas y paneles labrados, abrió cámaras subterráneas que dan a los patios, mandó a hacer nuevos bajorrelieves al patio este y construyó los anexos conocidos como Casas E, B y C.

    El flanco oeste del Palacio tiene una escalinata que conduce a un aposento porticado. Las pilastras que enmarcan las puertas muestran relieves de estuco donde aún hay figuras de nobles vestidos con sus galas y en las cuales aún se adivinan los colores originales.

    Una de las singulares características del Palacio es el gran arco triple que da al patio este. Dicho patio se distingue por los paneles de finos bajorrelieves dispuestos a lo largo de las escaleras. Estos paneles narran una escena: del lado derecho hay cinco figuras humanas; las dos más próximas a la escalera tienen la cabeza hacia arriba, como si orasen, mientras las otras miran al frente. Seis de las figuras pueden ser sacerdotes o nobles. La figura más a la derecha está sin ropas y debido a su expresión, de profunda angustia, parece que ha sido condenada por las demás.

    La galería oeste es un aposento porticado conocido como Edificio E; se llamaba antes Zac Nuc Nah o Gran Casa Blanca. Sobre la pared del fondo puede verse la famosa Tabla Oval, en la que está representada la entronización de Pakal. Del lado izquierdo se ve a su madre, la Señora Zac Kuk, con un tocado de plumas, propio de los reyes de Palenque. Pakal, sentado con las piernas cruzadas sobre un trono de jaguar bicéfalo, lleva joyería ritual.

    Zac Kuk destaca como una de las pocas mujeres mayas que llegaron a reinar. La sociedad maya era patriarcal y el trono pasaba de padre a hijo; cuando Pakal fue ungido por su madre, se produjo una ruptura de la tradición y los enemigos políticos alegaron que no tenía derecho a ser rey. En realidad, Pakal se pasó mucho tiempo de su mandato justificando el derecho al trono y resultado de ello fueron los relieves y las construcciones que proliferan en Palenque.

    Otra peculiaridad del Palacio es la torre de cuatro pisos que se levanta en la esquina suroreste. La angosta escalera comienza en el segundo nivel y es muy cuadrada. Se cree que Kan Xul, hermano de Chan Bahlum, fue el constructor de la torre, pero no está muy claro su propósito. Pudo haber sido una atalaya de vigilancia, aunque también un observatorio astronómico. Durante el solsticio del 21 de diciembre el sol, al ponerse, se alinea desde la torre hasta el Templo de las Inscripciones, donde está enterrado Pakal.

EL TEMPLO DE LAS INSCRIPCIONES

Esta pirámide tiene 22.8 m de altura y es el edificio más alto de Palenque. Se considera la obra maestra de Pakal y rinde testimonio de la legalidad de su dinastía. Espectacular muestra de ingeniería creadora, la pirámide está formada por ocho terrazas, con una moldura que recorre la parte superior de cada terraza. Una escalera conduce a la parte superior, donde hay cinco puertas separadas por cuatro pilastras con decoraciones de estuco, semejantes a las del Palacio. Por cualquiera de las puertas se penetra a una gran cámara abovedada, con tres paneles que contienen la segunda inscripción jeroglífica más larga del Mundo Maya. Consta de cuatro listas que asientan la estirpe dinástica de Pakal a lo largo de diez generaciones.

    El verdadero secreto de la pirámide quedó al descubierto en 1952, cuando el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier levantó la losa del piso interior. Bajo el cascajo aparecieron unos peldaños de piedra que conducían al corazón de la pirámide, donde había una tumba. A lo largo de la escalera hay un "psicoducto", tubo hueco en forma de serpiente que supuestamente hacía las veces de conducto al inframundo. La tumba estaba cubierta por una losa de caliza labrada, con un peso de cinco toneladas, y en el interior de la tumba descansaba el cuerpo de Pakal, recubierto de joyería.

    Hay miles de otras sepulturas repartidas por todo Palenque. En el modesto Templo XIII, anexo al de las Inscripciones, destaca una tumba real que se cree pertenece a la madre o abuela de Pakal.

GRUPO DE LAS CRUCES

Con la muerte de Pakal ascendió al trono Chan Bahlum. Su primera responsabilidad fue concluir el Templo de las Inscripciones. Renovó las pilastras exteriores, ahora con relieves de él mismo, donde aparece elegido, todavía muy joven, como heredero legítimo. No puede haber duda sobre su identificación: el niño está representado con seis dedos en las manos y en los pies, deformidad que se le atribuye a Chan Bahlum.

    Al tiempo que concluía las Inscripciones, Chan Bahlum comenzó a trabajar en el Grupo de las Cruces, frente al Palacio. Aquí puso en práctica la misma fórmula de Pakal: usar los templos para glorificar su vinculación a los dioses, afianzando así su derecho al trono. Tuvo la ingeniosidad de sacar provecho a los motivos religiosos mayas, en particular la poderosa estructura triangular.

    En efecto, los edificios del grupo están distribuidos de tal forma que simulan un triángulo: el más alto, el Templo de la Cruz, se encuentra al norte; el de talla media, el Templo del Sol, está al oeste; y el más bajo, el Templo de la Cruz Foliada, se localiza al este. Cada uno tiene tres puertas en la pared frontal, y su interior está dividido en una antecámara con tres cámaras traseras.

    Cada templo posee una cámara central, o cella, con relieves donde se representa la transformación de Chan Bahlum de heredero en monarca de Palenque. Y en cada relieve, Pakal entrega a Chan Bahlum un objeto sagrado que simboliza sus deberes como nuevo gobernante del reino palencano. Un edificio menor, el Templo XIV, situado al lado del Templo del Sol, completa la plaza. Esta construcción tiene sólo un panel principal, donde aparece la madre de Chan Bahlum entregándole el glifo de un dios (identificado como el dios K), mientras el nuevo rey sale del Inframundo danzando triunfalmente, luego de derrotar a los Señores de la Muerte.

    Palenque cautiva tanto por su arquitectura como por su historia. A través de los relieves en sus edificios no sólo podemos reconocer los rostros y los nombres de quienes estuvieron aquí antes que nosotros, sino que podemos enterarnos de cómo fueron sus vidas y cuáles fueron sus principales obras. Esta conexión entre pasado y presente vuelve a Palenque, sin lugar a dudas, la más íntima y personal de las ciudades mayas.

 

http://www.mayadiscovery.com



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