Hace mucho tiempo, vivía en un reino un emperador que amaba la naturaleza.

 Toda su vida cuidó de su jardín con gran dedicación y amor, tenía flores de todos colores y aromas,

cantidad de arbustos y gran variedad de árboles frutales.

El emperador era ya una persona muy mayor y necesitaba e

legir un sucesor.

 Como le gustaban tanto las flores, decidió que ellas iban a ser quienes lo ayudarían a elegir la persona que ocuparía su trono.

Enseguida se realizó públicamente el anuncio:

“Todos los hombres y mujeres de este pueblo tienen que presentarse en el palacio”.

La noticia creó una gran emoción.

Una joven llamada Milena siempre había querido visitar el palacio y ver al emperador, y esta era su oportunidad.

Se puso feliz cuando llegó allí ¡Qué magnifico era el palacio! ¡Cuánto brillaba y relucía!

 Milena sintió que conocía desde siempre ese lugar.

Pasó por todas las puertas hacia el enorme hall, donde fue abrumada por muchísima gente.

Todos estaban expectantes, y conversaban entusiasmados queriendo adivinar para qué habían sido convocados.

De pronto se oyó el sonido de cientos de trompetas que anunciaban la llegada del emperador. Inmediatamente todos se callaron.

 El emperador entró sosteniendo una  pequeña caja entre sus manos y fue acercándose a cada de los presentes

entregándoles lo que contenía esa caja misteriosa.
Cuando llegó donde estaba Milena, ella hizo una reverencia y vio cómo el emperador sacó de esa pequeña caja una semilla.

El sonido de las trompetas hizo una vez más que todos se callaran. El emperador anunció:
- “¡Aquel que sea capaz de enseñarme la flor más bonita en el transcurso de un año,

será quien me sucederá en el trono!”

Milena se marchó a su casa maravillada por el palacio y por el emperador, quien había dejado la semilla cuidadosamente en su mano.

 Llenó una maceta con abundante tierra, plantó la semilla con cuidado y la regó cada día.

¡Quería verla brotar, crecer y transformarse en una magnífica flor!

Los días pasaron pero nada creció en la maceta. Milena estaba preocupada, entonces trasladó la semilla a una maceta más grande; l

a llenó de tierra más rica y de la mejor calidad que pudo encontrar y comenzó a regarla dos veces por día.

Pasaron varios meses pero no sucedió nada.

Llegó la primavera y era momento de volver al palacio. Milena estaba desconsolada, no tenía ninguna flor para enseñarle al emperador,

 ni tan sólo un pequeño brote. Sentía que todo el mundo se iba a reír de ella por llevar una maceta con tierra sin vida.

 ¿Cómo iba a ir delante del emperador sin nada?

Un vecino la saludó cuando se dirigía hacia el palacio, llevando una gran flor. “¡Milena!

¿No irás a ver al emperador con una maceta vacía, no?”

El padre de Milena al oír esto, la rodeó con su brazo y le dijo:

 ““Hiciste lo mejor que pudiste, y lo mejor es suficientemente bueno para regalárselo al emperador.”

Aunque se sentía reacia a ir, ella también sabía que no tenía que desatender los deseos del emperador.

Además, quería ir de nuevo al palacio. Y así se dirigió hacia allí, llevando la maceta con tierra en sus manos.

El emperador estaba contento de ver el gran hall lleno de súbditos,

 todos exhibiendo orgullosos sus bonitas flores, todos esperando ansiosamente ser elegidos.

 ¡Qué bonitas eran aquellas flores! Había de todas formas, tamaños y colores.

 El emperador examinó cada flor con cuidado y meticulosamente, una por una.

Milena, que estaba escondida en una esquina con la cabeza baja, vio que el emperador se dirigía hacia donde ella estaba.

“¿Por qué traés una maceta vacía?”, le preguntó el emperador.

“Su majestad”, dijo Milena. “Planté la semilla que usted me dio y la regué todos los días, pero no brotó.

La puse en otra maceta con tierra mejor, la cuidé todo el año, pero nada creció.

 Por eso hoy he traído un recipiente vacío sin ninguna flor. Lo hice lo mejor que pude.”

Cuando el emperador escuchó esas palabras, una sonrisa se extendió por su cara, y tomó a Milena de la mano.

 Ella estaba atemorizada, no sabía qué estaba pasando.

El emperador la llevó al centro del enorme hall y dirigiéndose a la multitud, exclamó:

 “¡He encontrado a mi sucesor, la persona digna de gobernar!”.

Milena desconcertada le dijo temblorosa: “Pero, su majestad, no tengo ninguna flor, sólo esta maceta con tierra sin vida.”

-“Sí, es lo que esperaba”, dijo el emperador. “De dónde la gente consiguió sus semillas, no lo sé.

 Las semillas que les di a todos el año pasado estaban tostadas, por lo tanto es  imposible que alguna de ellas creciera.

 Milena, admiro tu gran valor y sinceridad para aparecer ante mí con la verdad.

 Te recompenso con mi reino entero. Serás la próxima emperatriz.”