He permitido
que el deseo asome a mis ojos
y me esclavice
en una prisión que lleva tu nombre.
He permitido
que distante entres en mi refugio,
acompasado a veces,
salvaje siempre,
y yo sumisa
solo atino a acompañarte,
a derribar fronteras
e imaginar el valle esplendido
de nuestros cuerpos juntos.
Te acompaño quedamente bajo tu ritmo,
hasta que un reclamo silencioso
sale de tu garganta
haciendo penetrar el sol por mi ventana.
He permitido
que sueñes explorando mis lugares,
porque solo tus lejanas manos hacen de mí
un huracán impaciente,
que se derrite ante tu tacto
como una efímera flor...
Y deambulo estúpida
ante tu calor desconocido,
fragante animal
que despierta mil pasiones
en mi mente.
Te he permitido todo
porque mis ojos desesperan por verte.
Sarah Valentina
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