Es cierto que no podemos trazar la ruta de nuestros hijos. Lo que sí podemos hacer es ayudarlos a que lleven un buen equipaje, lleno de humildad, solidaridad, honestidad, disciplina, gratitud y generosidad. Podemos desear su felicidad, pero no ser felices por ellos. No podemos seguir la travesía, ni ellos descansar en nuestros logros.
Los hijos deben hacerse a la mar desde el puerto donde sus padres llegaron y como los buques partir en busca de sus propias conquistas y aventuras con la preparación suficiente para navegar un largo viaje llamado vida.
¡Cuán difícil es soltar las amarras y dejar zarpar el buque …..! Sin embargo, el regalo de amor más grande que puede dar un padre a sus hijos, es la autonomía.