

Un cubo de agua fría

Un
eminente estudioso de la Palabra se encontró con uno de sus antiguos
discípulos después de varios años. Recordaba que el joven había sido
sumamente diligente en sus estudios pero desgraciadamente, durante los
últimos años, los había abandonado completamente. Este hecho preocupaba
profundamente al Maestro.
“Entiendo que has estado últimamente
ocupado con tus obligaciones familiares”, comenzó, “pero ¿no deberías
dejarte tiempo para estudiar? ¿Por qué no te unes a uno de los grupos de
estudio que aprenden un capítulo cada día o una página de la palabra?”
El
ex-alumno suspiró: “Solía estudiar diez horas al día. Durante ese
tiempo lograba aprender muchísimo. ¿Qué valor tiene para mí un capítulo o
una única página de la Biblia?
Cuando me libere de mis otras obligaciones volveré a mi rutina anterior.”
” ¿Y suponiendo que nunca te liberes de ellas?”, le preguntó el Maestro.
Y a continuación le relató a su ex-alumno la siguiente historia:
Cierto
caballero tenía dolores de pecho y decidió que le convenía consultar a
un médico. Su médico lo examinó, le dijo que sufría de un corazón débil y
procedió a prescribirle cierto medicamento. El doctor explicó a su
paciente que si lo tomaba regularmente su condición mejoraría. Además,
le advirtió el médico que no debía ir a la casa de baños sauna por lo
menos durante un año. El calor extremo del sauna podía exacerbar su
condición e incluso amenazar su vida.
Aguantó varios meses hasta que
eventualmente el deseo de tomar un baño caliente se sobrepuso al temor y
desobedeció las órdenes de su médico.
Después de haber estado dentro
del baño casi una hora, comenzó a sentirse débil, como lo había
previsto el doctor. De hecho estaba a punto de desmayarse.
En el
mismo lugar había también un baño de agua fría. Con sus últimas fuerzas
decidió sumergirse en el baño. Esperaba que el agua fría lo reviviera.
Sin
embargo al llegar al baño descubrió, para su desdicha, que la puerta
estaba cerrada con llave. Fue un golpe devastador. El calor de la casa
de baños estaba absorbiendo sus fuerzas y había comenzado a afectar su
corazón. Tenía miedo de salir del edificio porque en el estado de
debilidad en que estaba sabía que no sería capaz de soportar el cortante
frío invernal.
Finalmente otro bañista advirtió su estado y corrió a
traer un cubo de agua fría. Cuando regresó, el enfermo vertió los
contenidos del cubo sobre su cabeza y corazón para no desmayarse.
El
Maestro concluyó su historia y preguntó: “¿Te imaginas alguien en esa
situación rechazando el agua aduciendo que no se conformaría con nada
menos que todo un baño de agua fría? Cuando el calor se hace
insoportable y uno está a punto de desmayarse hasta unas pocas gotas de
agua son preciosas”.
“Es cierto que el mejor alivio para los fuegos
del Infierno sería diluirlos en un baño ritual- de “agua”. (El agua es
una metáfora común de la Palabra y la inmersión total en ella tiene el
poder de extinguir los fuegos infernales en los que estas.
“Sin
embargo, si uno no puede alcanzar ese grado de compromiso, el mérito de
un capítulo o una página de la palabra puede por lo menos reducir la
severidad del calor. También eso es algo que debemos agradecer”.
Desde
ese momento en adelante, el discípulo nunca se perdió la lección de
estudio de la Biblia y cuando tenía un momento libre lo usaba para
repasar lo aprendido en esas lecciones.
Ese es el significado del versículo: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” (Eclesiastés 9:10).



