Durante la antigüedad clásica, Jerusalén era considerada el centro del mundo, donde residía Dios. Hoy día, millones van en peregrinación a recorrer los pasos de Jesús y a estar más cerca de su Dios. Espiritualmente, este es un viaje interno, un destino al cual llegar una y otra vez. Cuando siento que necesito consuelo, comienza mi peregrinaje.
Mientras me tranquilizo, visualizo con cada respiración, mi acercamiento a la presencia de Cristo en mi corazón. Al exhalar, siento que mis problemas se disipan y, poco a poco, mi carga se hace más liviana. Paso a paso, aliento a aliento, dejo ir mis preocupaciones. Continúo por el sendero de la conexión y llego al lugar de paz que sobrepasa toda comprensión: mi Jerusalén, la presencia de Dios en mí.