Quiere bailar un Tango con la Muerte

Quiere bailar un tango con la muerte, coquetear, ambigua y descarada,
con su funesto espectro; vestirse, muy ceñida, con las negras
transparencias de los celos.

Trazar, sobre su falda, una raja larga y sugerente que la conduzca a
un barranco de locura; ponerse unos zapatos, con tacones de aguja,
que escriban sus penas por el suelo, y un escote de vértigo en su
blusa, que muestre el abismo de sus penas.

Quiere decorar sus ojos con ojeras, de noches junto a él, sin estar
cerca, y cincelar, de rojo-ira, el borde de sus labios sedientos de
su ausencia.

Quiere pegar su cuerpo con la muerte hasta llegar al límite
asfixiante de la nada, y mientras las notas le resbalan por la piel,
trenzar pasos sobre el suelo taconeando sus dolores.

Quiere enlazar su pierna en la cintura de una sombra, arqueando,
hasta el máximo, la curva azul de sueños húmedos que habitan en su
espalda, y que sus manos, de dedos puntiagudos, le ayuden a olvidar
los celos que la abrasan.

Y mientras las notas del tango se revuelven en locas fantasías de
madrugada, la muerte se le escapa por los ojos, tejiendo un adiós
entre sus lágrimas.

(Si no puedes amarme,
no me ames,
pero si fui algo,
-un suspiro tan solo-,
alguna vez,
no derrames tu llanto,
-por otra-,
ante el manto azul de mi mirada)

Un beso final, profundo y largo, recoge este baile con la muerte, en
jirones de canción, dispersos en la sangre.

Lola Bertrand