Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”
Juan 14:23

Es apasionante leer los Evangelios. En ellos encontramos el testimonio de los cuatro evangelistas quienes nos relatan historias protagonizadas por Jesús y los discípulos. Grandes milagros, y además, aquellos maravillosos discursos llenos de la inigualable sabiduría divina. Cada una de las palabras del Maestro son, no tan solo una revelación profunda del corazón mismo de Dios, sino también, del alma humana. Jesús tuvo apenas algo más de dos años para cumplir con su tarea en este mundo. No le sobraba el tiempo. Por eso debía aprovecharlo al máximo. Eso explica que sus mensajes, si bien muchos de ellos dichos en forma de parábola, apuntaban sin dudar al fondo de la cuestión: La necesidad espiritual del hombre. Si bien los milagros que ocurrían a su paso  eran señales contundentes del poder de Dios, lo más importante era que sus oyentes entendieran  el mensaje salvador que les estaba trayendo. Más importante que un enfermo se sanara era que un perdido sin Dios se salvara.
De las  palabras que leemos en el relato de Juan, El Maestro enseña, desde un razonamiento  inobjetable, que el amor a Dios se expresa de una sola manera, obedeciéndole. Es muy común encontrar en la vida diaria el doble mensaje. Se dice algo y se hace lo contrario. Vivimos en una sociedad en que la palabra está tan devaluada, el prometer y no cumplir se ha vuelto algo tan común, que el contrato moral que debe relacionar a los hombres entre sí se ha hecho añicos. Lo que debiera ser confianza mutua ha sido herida de muerte por  la desconfianza generalizada. En cambio,  para relacionarnos con Dios, lo tenemos que hacer desde la promesa cumplida, desde el obedecer a lo que Él nos manda.
Amigo de las mejores palabras, en La Biblia, hay muchísimas promesas   que te están esperando. Recibí a Jesús en tu corazón, prometele y demostrale tu amor, y esas promesas se harán realidad.... FUENTE IGLESUA NUEVA VIDA