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SANTA TERESA DE JESÚS DE LOS ANDES. Nació en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900, en el seno de una familia acomodada y muy cristiana. Desde su niñez procuró comulgar diariamente y pasar largo rato en diálogo amistoso con Jesús, a la vez que vivía una intensa vida mariana. Profundamente afectiva, se creía incapaz de vivir separada de los suyos. Sin embargo, asumió generosa la prueba de estudiar en régimen de internado, como entrenamiento para la separación definitiva que consumaría el 7 de mayo de 1919, ingresando en las Carmelitas Descalzas de Los Andes. No alcanzó a vivir ni un año entero en el convento, pues murió de tifus el 12 de abril de 1920. Las religiosas aseguraban que había entrado ya santa. Cristo, ese loco de amor, me ha vuelto loca, decía ella. Alcanzó una envidiable madurez integrando en la más armoniosa síntesis lo divino y lo humano: oración, estudios, deberes hogareños... y deporte, al que era aficionadísima. Juan Pablo II la canonizó en 1993.
PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro. No encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes que les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No esta aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea, cuando dijo que el Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar». Y recordaron sus palabras. Habiendo vuelto del sepulcro, anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás (cf. Lc 24,1-9).
Orar con la Iglesia:
Adoremos a nuestro Redentor, que por nosotros quiso morir y ser sepultado para resucitar de entre los muertos.
-Oh Señor, que junto a tu cruz tuviste a tu Madre dolorosa que participó en tu aflicción, haz que sepamos participar en tu pasión.
-Señor Jesús, que como grano de trigo caíste en la tierra para morir y dar fruto abundante, haz que todos muramos al pecado y vivamos para Dios.
-Pastor bueno de la Iglesia, que quisiste ocultarte en el sepulcro para dar la vida a los hombres, haz que vivamos escondidos contigo en Dios.
-Nuevo Adán, que bajaste al reino de la muerte para librar a los justos, haz que nosotros, muertos al pecado, te sigamos hasta la gloria.
-Cristo, Hijo del Dios vivo, que has querido que por el bautismo fuéramos sepultados contigo en la muerte, haz que resucitemos ya a la vida nueva.
Oración: Señor Jesucristo, vencedor de la muerte, líbranos de la esclavitud del pecado. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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