Una de las finalidades de la vida es contribuir a sanar el mundo.
Así pues, empecemos por nosotros mismos.
El centro del mundo es el lugar donde estamos, cualquiera que sea.
Nuestros pensamientos salen de nosotros como
las ondas producidas por una piedra lanzada a un estanque.
Cuando creamos armonía interior mediante
pensamientos armoniosos, esa energía sale de
nosotros hacia el mundo y alcanza a personas,
lugares y cosas.
Estas vibraciones se sienten y son respondidas.
Procuremos irradiar armonía y amor.