Pasadas unas horas de la final de Champions de anoche, escribo estas líneas de consolación dirigidas al Real Madrid y sus seguidores en esta señalada jornada.

Sí, en efecto, os doy mi más sentido pésame por no tener la fortuna, como nosotros los Atléticos, de amar y sentir unos colores con una pasión y una entrega que vosotros nunca entenderéis.

La delgada línea entre el éxito y el fracaso no la trazan ni los millones ni los poderosos. La Historia la escriben los vencedores pero la forjan los héroes. Ejemplos hay muchos. Desde la ibérica Numancia de Viriato y sus orgullos vecinos resistiendo a las cohortes romanas hasta las irreductibles Gerona, Zaragoza y Madrid durante la invasión napoleónica.

Los últimos de Filipinas, el Alamo, Wounded Knee, Verdún, Sarajevo, Oms, qué importa que el aplastante vencedor derrotara a unas mermadas y extenuadas fuerzas o que su aparato propagandístico inundara de mieles y laureles pírricas victorias. La gloria y el reconocimiento eterno siempre permanecerá en el recuerdo imborrable de los que lo dieron todo, hasta la última gota de su esfuerzo y de su vida por la defensa de unos ideales, creencias y sentimientos siempre mejores y más valiosos que los poderosos vencedores. ¿Quién es el vencedor?, ¿quién el vencido?

En el caprichoso mundo del deporte abundan ejemplos semejantes. Todos recordaremos el mágico equipo de la Holanda de Cruijff y Neeskens de 1974, la Hungría de Puskas de 1954, la España de Corbalán y Fernando Martín en las Olimpiadas de 1984, el Rafael Nadal derrotado en el Open de Australia de 2012 tras seis horas de resistencia sobrehumana... ¿Alguien recuerda a los vencedores?

El orgullo que hoy sentimos los Atléticos por la entrega y la valentía de nuestros jugadores en unas condiciones físicas mermadas hasta la consunción, con nuestros mejores elementos fuera de combate, aguantando las embestidas de un enemigo despiadado, pasará a los anales de las mejores gestas vividas por un colectivo acostumbrado al sufrimiento, las contrariedades y la fatalidad como pocos.

Para el recuerdo siempre quedará este Atlético del Cholo, de los Gabi, Koke y Godín, de un equipo que nos llevó a territorios de gloria y pasión, que han cimentado una leyenda donde el esfuerzo, la entrega total a unos colores y a una gesta colectiva en la que el sudor se llevó por delante a tantos fajos de billetes, egoísmos y corruptelas de poderosos mercenarios con las más bajas motivaciones. Chicos, sólo es deporte pero vosotros ganásteis la gloria. Gracias por todo.

Y a los seguidores madridistas, lo dicho. Lo siento por vosotros. Nadie recordará el continuo y vergonzante publirreportaje de Emidio Tucci en el palco, del abrazo de Florentino con Aznar, ambos con la sonrisa de escualos dibujadas en sus cáscaras, ni por supuesto, del desnudo torso depilado de un cretino mayúsculo que se pasó medio partido lloriqueando como una perrita mimada, fingiendo faltas y penaltis impunemente mientras en su grotesca mueca mercantil se asomaba el pánico a la derrota.

Aleti, tuyo para siempre. Parafraseando al poeta ¡¡qué manera de palmar!!