Las hojas de los árboles caen desnudas,
secas ante un suelo árido sin premura;
nada sienten quizás o tal vez tiemblen,
ante el salvaje paisaje que daba ternura.
Los árboles se queman, mueren ahogados,
ante inclemencias o errores humanos;
¡qué desolado queda el paisaje quemado,
qué triste queda ese gris tan degradado!.
Las raíces secan, ante llamas desesperan,
impotentes por no poder crecer en tierra;
el humo indica la gravedad que les espera,
tan lejano, cercano, pero que les llega.
Y ese tronco, que era nido de enamorados,
esa sombra inmensa que cobijaba descanso;
¡ya no volverá a ser apoyo de seres humanos,
ya no será el escondite de un niño jugando!.
Y ahora, ante desolación tan inmensa,
sólo queda para recobrar la belleza,
más no sólo nos proporcionaban la hermosura,
sino el oxígeno de la vida y la ternura.
Autora: Rosa Mª Villalta Ballester