Hombre
que simboliza un faro que esparce su luz desde el acantilado de la
vida, con el firme compromiso de orientar el rumbo de las barcas que son
sus hijos; sostén y firmeza amorosa para la esposa a la que considera
una playa tranquila, donde resguarda en la arena dorada de su vida el
cofre de tesoros propiedad de su familia; cirio perpetuo que se gasta
diariamente al alumbrar las tinieblas que amenazan confundir los
amaneceres de su grey amada; un libro de evangelios, donde se mezclan el
honor y la sabiduría; hombre a imagen y semejanza de un sol que,
esplendoroso brilla en los días nublados que pintan de tristeza en
ocasiones la mustia soledad de nuestro rostro.
Y
así, como pude pincelar el hermoso lienzo de una madre, hoy, la vida me
reclama enmarcar la imagen de un padre, al que veo como el crisol donde
se forma un carácter, un destino, un compromiso.
PADRE...,
compañero de mis años infantes, la página donde encuentro integridad y
fortaleza; amigo de siempre nacido de mi alma. Así te contemplo en mi
acuarela humana.
PADRE...,
la mano firme que labró mis pasos; el abrazo fraterno que me dio
confianza; la risa amorosa que sirvió de base para creer por siempre en
virtudes tantas.
PADRE...,
recuerdos cercanos al sentir tus manos cuando se enlazaron con las
mías, y juntos tomamos senderos de luz donde me ofreciste ver nacer el
sol.
PADRE...,
la palabra firme que marcó los rumbos, el noble cincel que labró en la
piedra de mi vida misma, el rostro y la imagen de amor y de justicia.
PADRE..., fulgor de luz dorada que se filtró en mi infancia para alumbrar el mundo de tantas fantasías.
PADRE...,
mi compañero fiel en noches vagabundas donde hicimos cautivos a
errantes luceros, colgando en mi pecho una luna de plata.
Así
te recuerdo, como una muralla protegiendo mi vida, como un poema dorado
de amor, como marino viviendo tormentas y llevando mi barca a puertos
tranquilos.
PADRE...,
ejemplo viviente de bondades tantas; holocausto diario ofrecido a Dios;
el molde mundano donde quiso Dios configurar a un hombre y nombrarlo:
PADRE.
Hoy
voy a ofrecer mi profunda admiración por tu grandeza, mi rostro
humedecido por tu ausencia; mis manos temblorosas que te buscan para
estrechar las tuyas, para besar tu rostro y revivir tu tiempo.
Hoy,
voy a regresar el libro de mi vida, para poder sentirte presente aún
estando muerto, para que pueda beber la luz de tu alma que me ofreciste
antes de internarte en los silentes jardines de Dios.
Como
hijo, te refrendo mi cariño; como padre, te considero mi evangelio;
como hombre yo presiento que no has muerto porque vives en la plenitud
de mis recuerdos.
Me
enseñaste a caminar por los senderos claros y verticales y reclamaste
corrección de rumbos equivocados cuando la brújula de tu conciencia
marcaba escollos anunciando tragedias; creciste a mi lado, bebiste mis
cielos cuando en la montaña de ensueños forjados escuché latir tu
corazón emocionado.
Así
te recuerdo, como luna en noches de insomnio; como un sol radiante en
bruma de hastío y aunque siento frío al notar tu ausencia, tu tibio
recuerdo reconforta mi alma.
Tu
voz siempre firme, tu rostro como un sol de primavera, tus manos como
alas de viento buscando nuevos cielos donde enseñarme a volar; tus pasos
dejando una huella eterna en mares profundos, en ríos convulsos, en
vientos hirientes, en fríos desiertos.
Jamás
te llevaré flores de olvido al camposanto, porque vives en mi alma que
es tu santuario; no te lloraré como lluvia arrepentida, porque te siento
vivo latiendo en mi ser.
Considero
conveniente compartirles algunos fulgores de luz que nacen de un gran
hombre, el PADRE, el que nada pide porque todo lo da, el que no
reclama porque todo lo ama, ese sol pleno que radiante nos acompaña
cuando de pronto se nubla el cielo en nuestra vida, y entibia nuestra
soledad cuando ya se ha ido tomado de la mano por la clara noche que
conduce a la eternidad.
Si
Dios te permite hoy disfrutar la presencia de tu PADRE, procura retener
en tu vida la magia de su mirada, porque después... cuando ya tan sólo
sea la fotografía de una imagen venerada, sentirás la ansiedad que
provoca imaginarse un libro cerrado, con páginas en blanco, donde no
pudimos escribir líneas de amor y cercanía con él.
Es
verdad, si ya eres un hombre o mujer con tus propios hijos, ahora más
que nunca debes consultar ese libro de sabiduría que es tu PADRE, donde
encontrarás la respuesta viva en su sonrisa franca, porque después, ya
tan sólo encontrarás el silencio hiriente de una tumba fría. Si tu PADRE
ya es un anciano, compréndelo, apóyalo, ámalo profundamente; porque en
el último atardecer de su vida, EL, en su natural metamorfosis, vuelve a
ser crisálida de niño que reclama tu atención y cariño, esperando tan
sólo subirse a la barca que conduce a la eternidad.
Tu
PADRE es un evangelio donde se transfiguran verdades, donde al perder
su fuerza física, el DIVINO CREADOR lo compensa con sabiduría, que
quiere compartir con cada uno de sus hijos.
Si
como hijo aún eres joven, róbale arenas al reloj del tiempo para
compartir tu vida, tus éxitos y fracasos con ese hombre que fusionó su
amor de PADRE con la MADRE, para ofrecerte un punto de partida.
Pero...,
si ese hombre que fue tu PADRE, el que diariamente te prendía su luz de
faro para alumbrar tu vida, se ha ido, no bañes su recuerdo con
lágrimas arrepentidas, mejor conviértete en el nuevo FAROLERO que haga
fulgurar en días de tormenta y noches de soledad en tus hijos, esa luz
que se llama: AMOR, TERNURA Y COMPRENSIÓN.