Cuando se tiene una mínima ilusión, se tiene esperanza, aquello que mueve a conseguir que la ilusión se haga realidad.
Se carece de esperanza cuando no se tiene meta a la que llegar, cuando se cae en un pozo profundo del que no se sabe cómo salir.
Por ello, hagamos de nuestra vida una ilusión, aunque no sea certera, aunque no creamos que puede llevarse a cabo.
Ilusionarse es algo imaginario, algo que anhelamos se haga real. No hace falta tener grandes proyectos sino pequeñas metas, pequeñísimas que nos dejen tener esa esperanza para poder continuar.
Esperanza de poder hallar el sosiego y la calma, no ya la felicidad pues la felicidad es algo superfluo, algo que quizás no se pueda alcanzar.
Nada hay de malo en intentar un sueño, una ilusión. Malo es no tener dicha fantasía, dicha ilusión que no permita que la esperanza nazca.
Autora: Rosa Mª Villalta Ballester