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Una de las cosas que no se pueden comprar, ni con todo el oro, ni dinero ni otro medio, aunque sea la persona más rica, la más sabia, o la más poderosa... es el tiempo. Tiempo para vivir un segundo o cien años más, o tiempo para asegurarnos no irnos antes de lo que nuestras efímeras vidas planifican.
Si este tipo de tiempo nos es tan valioso, hay otro tiempo que es aún más valioso: • el tiempo que nos dan o que damos, • el tiempo que empleamos para hablar y escuchar, • el tiempo usado para llorar y consolar, • el tiempo para rogar y aconsejar, • el tiempo para pedir y dar, dar y recibir, • el tiempo para reír y compartir, y quizá, con más precisas palabras, • el tiempo para enriquecer almas... la propia o las ajenas.
Este tiempo, que igual no se vende ni se compra, tiene una virtud única:
es el único tiempo que tenemos, que es nuestra posesión... al darlo o recibirlo.
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ktp
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