
Enfrentado como estoy a mis cuitas, mis demonios internos y mi colección de música (de la cual escucho una magnífica pieza de Gino Vannelli), me sirvo un vaso de vino, parto un pedazo de queso, enciendo un cigarro y celebro reunión solemne conmigo mismo. La fiesta de uva fermentada en mi boca y los acordes musicales hicieron marco al recorrido exhaustivo de mi vida, sin tapujos ni omisiones. Con una mezcla de vanidad y humildad, pasé revista al estado que guardan mi entorno y mis convicciones. Tomé entonces la determinación de hacer concilio con Guillermo y suscribir sin reservas el siguiente
MANIFIESTO
Soy feliz.
Llevo una vida tranquila, pero matizada de reveses y preocupaciones que antes me hacían caer en la angustia constante porque yo lo permitía. Sin embargo, he caído en la cuenta de que he amado y he sido amado. Nunca me han faltado motivos para sentirme feliz. La gente que me rodea me hace sentir amado y aceptado, y al mismo tiempo he aprendido que no necesito ser como ellos esperan para conservar un sentido de pertenencia. Soy feliz porque creo que en la vida no hay más límites que los que tú le pones. Estoy convencido de que el mundo se puede conquistar con dos manos y mucho corazón.
Quiero ser más íntegro.
No arrepentirme de mis actos y enfrentar sus consecuencias. Cometo errores todos los días, pero si antes los dejaba pasar, ahora los quiero enfrentar con mi capacidad de trabajar y pensar para arreglarlos como se debe. Casi siempre me gusta el hombre que veo en el espejo. Disfruto cómo soy y lo que voy a llegar a ser. A pesar de situaciones y reveses, he salido adelante y a veces no sé qué diablos hacer con todo, pero mantengo siempre el optimismo y la convicción para alzar la cabeza con una cara alegre, gentil, con la música por dentro y la convicción de que a la vuelta de la esquina me estarán esperando la fortuna y el destino para invitarme un cafecito.
Soy imprudente.
Sigo más los consejos del instinto que de la razón. He hecho algunas locuras que podrían inspirar un estudio clínico. Aborrezco contemporizar y por lo mismo ahora no me callo mis opiniones y quiero ser más firme en mis convicciones. Por ello, con los pies clavados en la tierra y el humo de mis cigarrillos decidí poner de manifiesto y compartir contigo las decisiones que han de regir mi vida:
Decidí quererme más. Celebrar todos los días el milagro de mi existencia. Salir al mundo armado de valor y convencido de que merezco lo que quiero. Amar a mi cuerpo cuidándolo, porque en los últimos dos meses tuve una llamada de atención muy atemorizante. Amar también a mi espíritu, que ha recibido muchas cosas hermosas que no he puesto en práctica pero ahí están, esperando en un rincón a que les haga caso para complementarme. No voy a permitir que me asfixien ni aceptaré críticas frívolas ni regaños de gente intolerante. Quien quiera estar conmigo deberá saber que tiene que ponerse a mi altura y aceptar que soy un hombre libre, trabajador, fresco y luchón. Que no debe tener miedo a que en muchas cosas seré mejor que él/ella, como yo no tengo miedo a que en otras él/ella sea mejor que yo.
Decidí no dejar que me venzan. Afilar mis garras para afianzarme a un mundo en estrepitoso movimiento, pero también para defenderme de posibles amenazas. El trabajo que tengo ha fortalecido mi espíritu y me ha enseñado que detrás de toda llamada puedes encontrar situaciones y cosas nuevas, pero también cansa. No quiero ser nunca un hombre triste. No quiero quedarme sólo en el quejarme del gobierno, los diputados, la gente en el poder y muchos más sin hacer algo por tratar de provocar un cambio, aunque sea mínimo, en el ambiente que me rodea, para comenzar por algo. El día que de plano no pueda poner a mi trabajo un poquito de alegría, sin duda alguna colgaré los guantes.
Decidí trabajar muy duro. Cosechar de una buena siembra. Dedicar mi corazón y entusiasmo a asegurarme de que los puntos vayan coronando íes. No detener este tren de alegría que va fabricando sueños y levantando resultados. Salir a la vida cada día con la misma energía. Conocernos y olvidarnos a cada rato, en cada caricia o después de apagar todas esas computadoras con las que trabajamos. Romper corazones y que rompan el mío, demostrándole a la vida que las heridas cicatrizan. Soy jugador, así que estoy dispuesto a perderlo todo intentando, pues creo firmemente que sólo el que intenta gana.
Decidí cambiar sábanas cada día. Que un chorro de agua se lleve siempre las angustias y los dolores de la noche anterior. Dejar en paz los pétalos de las margaritas que me han demostrado no ser oráculo, ni consejero ni promesa. Equivocarme más seguido. Relajarme y tomar riesgos. Besar más y trabajar menos. Sonreír cuando me enoje. Decidí bailar mucho. Disfrutar sin remordimientos de todas las cosas que me complacen. Endulzar mi boca más seguido con enormes pasteles de mil hojas sin dejar ni la última migaja. Hacer el amor cantando. Correr, gritar, emocionarme. Abrir los brazos y sentir la lluvia mojando mi cuerpo. Volar y tirarme en picado sintiendo el aire en mi rostro. Vivir jugando cada minuto.
Decidí jubilar los protocolos. Nada de apariencias ni fingimientos. Renuncio a toda clase de simulacros. Quiero vivir sin tintes, maquillajes ni persianas. Quien me quiera, que me quiera como soy, sin complejos ni mentiras. Poder, cuando lo sienta necesario, cambiar el timbre de mi voz por un sonoro eructo. Hacer el papel de niño mono y adornado por los gadgets de última generación y la ropa de moda no me queda, así que levantaré mi bandera de pirata y conquistaré con más gloria que pena los siete mares de la franqueza.
Decidí darme por completo. Estoy rodeado de mucha gente que me quiere. Hay personas que no conozco pero que han tenido el detalle noble de darme muestras de un afecto inmerecido, pero hay también personas que han tocado mi vida de manera especial y me han ayudado a ser quien soy. Ya no dejaré de frecuentarlas. No conozco emoción más sublime que el cariño que se demuestra en una amistad. A mis amigos los quiero llevar siempre y así en las buenas como en las malas sabré ser con ellos. Los quiero muchísimo.
Decidí honrar mi condición de hombre. La naturaleza me premió regalándome como funda un cuerpo que se inscribe en el gremio del sexo fuerte (ja). En mis venas transita el orgullo de pensar, sentir, querer y comportarme como hombre. Las mujeres son el pivote del mundo. Esperanza, claridad, equilibrio, resistencia, paciencia, amor, belleza, inteligencia, sensatez, entereza, probidad, templanza, gerencia, indulgencia y fe son sus cualidades y estrategias. Me empeñaré en comprenderlas, asimilarlas, amarlas y valorarlas. Ser mujer es ser origen, fuente primaria de toda vida y razón. Ser hombre es ser cómplice, artesano y continuador de esa sublime tarea. Entre los dos podemos cambiar el mundo sin restricciones, fachadas o egoísmos.
Decidí resucitar mi corazón. Amar es la mejor manera de perpetuarse. Sé que en algún sitio está la persona que hará las alegrías de mis días y las delicias de mis noches. Me gusta despertar ilusionado, escuchar el canto del despertador y tomar satisfecho el cereal del desayuno. Espero a alguien prudente, que sepa hablarme y escucharme. Alguien en quien pueda confiar con los ojos cerrados. Una mujer que me quiera por neurótico y desinhibido. Capaz de cuidarme y respetarme. Que no desperdicie tiempo y energía en celos necios, que intuya que así como soy, desmadroso y a veces frío, un bonito detalle siempre es importante. Que entienda que las flores, las canciones y poemas hablan con ellas y que acepte que se las regale sin preguntarse qué intención llevan. Una mujer que tenga convicciones, pero que sepa respetar las mías. Con quien pueda andar codo a codo, nadie delante, nadie detrás. Una mujer por quien me desvele cuando estemos juntos y más cuando estemos separados. Que sepa besarme y tenga intuición para buscar en mi cuerpo las caricias que me pierden. Alguien con quien pueda jugar todo el tiempo a ser feliz y termine por creérmela. No pido mucho, solo a aquella que se crea capaz de lo imposible. Si no llega, no importa. No le temo a estar solo y siempre he creído que el sexo con amor es lo más hermoso, pero el sexo sin amor, muy divertido. Además, me gusta estar conmigo.
Vinimos a la vida sin saber por qué y sin haberlo pedido. Nos echan a andar de pronto y ni siquiera es alguien capaz de darnos un instructivo. Es trabajo nuestro tomar decisiones. Regarla a cada rato y estar busque y busque trapeadores del tamaño de nuestros errores. Se sufre mucho. Es un mundo ciego en el que a cada paso puedes pisar en falso y romperte la tatema. Por eso es tan importante que nos armemos de valor y vayamos siempre buscando la mejor ruta. Eso sí, la mejor no siempre es la más fácil; lo más cansado y difícil son los caminos que suben, pero también son los únicos que te llevan arriba. Por eso, si me buscan, que por favor sea de subida.
Así lo manifiesta, suscribe y ratifica en la ciudad más loca del mundo una noche del recién iniciado otoño este tipo soñador que no tiene más nada que hacer hoy que beber las últimas gotas de este vino e irse a dormir con más decisiones que ayer, pero menos que mañana.
Todo mi cariño para ustedes. Y gracias.
Guillermo Vázquez

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