El agua y la sed
Por cada ser humano existe un sentido de vida a desentrañar y expresar.
Y es la responsabilidad de cada uno dar con él.
Es algo que nadie puede hacer por ti.
Y mientras no lo haces te sobrevuela aquello que se conoce como angustia existencial, una sensación de vacío o de “sin sentido”.
Una extraña sed difícil de saciar.
No la calman las cosas materiales que incorporamos y de las cuales nos rodeamos hasta el agobio,
no la satisfacen las sucesivas relaciones que iniciamos y dejamos,
no la atenúan las experiencias extremas que a veces consumimos una detrás de otra en el intento de “sentir”,
“vibrar” o percibirnos “vivos”.
Decía Frankl que la mejor prueba de la existencia y la necesidad del agua es la sed.
Del mismo modo podríamos afirmar que la prueba de que es necesario descifrar y consagrar el sentido de cada vida
es esa sensación de vacío y descontento que se instala cuando no lo hacemos.
Para esto es esencial la voluntad de sentido.
Aquello que nos induce a comprometernos, y aún sacrificarnos,
para servir a nuestros seres queridos (sean o no parte de nuestra familia),
a crear obras (de cualquier tipo) por las que sentimos inclinación y a adentrarnos en las áreas vitales de nuestro interés.
Cuando hacemos esto se activan las áreas de confianza innata que existen en nosotros.
La búsqueda del tesoro
¿Y cómo se busca el sentido?
En primer lugar, y aunque parezca obvio buscando.
Esto significa, preguntándonos por nuestras necesidades, por nuestras vocaciones más profundas, por nuestros vínculos,
por aquellos intereses que nos ligan a los otros, por los servicios que podemos prestar.
En segundo lugar, ampliando el campo de la búsqueda, sin contentarnos con una sola mirada,
sino yendo más profundo en nuestros interrogantes.
Se amplía el campo de la búsqueda cuando nos internamos en actividades, círculos, experiencias,
lecturas, aprendizajes, exploraciones geográficas que nos han sido hasta ahora desconocidas.
Si lo hacemos de una manera consciente y atenta, prestando atención a nuestros sentimientos,
sensaciones, pensamientos y evocaciones, allí puede despuntar una pista acerca de algo
que nos conecte con nuestra noción de sentido existencial.
Por último, sabrás que estás conectándote con aquello que le da sentido a tu vida cuando percibas lo bello,
cuando sientas que tu sensibilidad se amplía y se hace más fina,
cuando comiences a percibir aquello que te une con los otros más allá de lo superficial,
cuando eso que haces hacia o con los demás no lo haces en busca de devoluciones,
recompensas o elogios, sino simplemente porque sientes que quieres hacerlo, que eso es lo que te llena.
Lo que da sentido a tu existencia (sea lo que fuere) es siempre algo que mejora y preserva la vida como ese milagro
que a todos nos involucra.
Volvamos a la Medicina Antienvejecimiento y a la posibilidad de vivir cien años.
¿De veras te lamentas de no ser un bebé nacido hoy?
Quizá no se trate de tener una vida corta o larga en términos cronológicos,
sino de una existencia responsable, construida sobre valores ciertos,
que hagan de cada uno de nosotros alguien bueno para el mundo en que nos toca vivir.
Y ese mundo empieza en tu entorno inmediato.
No importa cuánto dure, una vida con sentido es siempre importante
y cada uno de sus instantes será eterno.
SERGIO SINAY
Enviado a mi correo por Gladys Bessi