**Con fuerza y elegancia, la muchacha de plata se lanzaba al ataque contra el santo de capricornio, quién, con su mirada tan fría como el hielo, contemplaba cada movimiento de la grulla. Y cuando su patada estaba cerca de impactar el inexpresivo rostro de El Cid, este simplemente movió su humanidad a la izquierda, dejando pasar aquella poderosa ofensiva de largo mientras sobre su mano nuevamente miles y miles de pequeñas orbes de luz se fusionaban y crecían rápidamente.  Al tener a Yuziriha tan cerca no podía perder la oportunidad de contra atacarla. Y aquel haz de luz que sobre su palma descansaba salió disparado cual saeta en busca de la hermosa lemuriana con el único objetivo de derribarla y hacerla perder  su equilibrio. ¿Qué pasaba con el santo dorado de capricornio? ¿Porqué no luchaba a con el tremendo poder que caracterizaba a los santos de su estirpe? ¡El misterio que encerraba el cosmos de El Cid!**

**El muchacho de la cabra celeste simplemente estaba ahí, de pie; sin dejar de emanara aquella aura del color del sol que ganaba fuerza a cada segundo. Notaba sin encanto como la bufanda colorada de la grulla comenzaba a revolotear a su alrededor, infundida con cosmos y manejada por la mente. Vaya estrategia.  Y ante las palabras de Yuziriha, El Cid simplemente las ignoró mientras el viento acariciaba su cabellera y su blanca capa. Con un movimiento rápido y certero, el caprino elevó su brazo mientras este tomaba la forma de una cuchilla. Con la palma tensa y abierta; irradiando de cosmos y brillando como un pequeño sol.-He intentado perfeccionar el filo de mi espada desde hace ya mucho tiempo…- dijo el décimo caballero de oro. –Prepárate a enfrentarlo…- Y entonces lanzó un tajo en diagonal hacía la humanidad de la grulla, y como por arte de magia, un poderoso y tosco corte; claramente no perfecto, salió disparado buscando a la hija de lemuria y destruyendo todo a su paso. Sin embargo, parecía que la grulla se estaba dando cuenta de las verdaderas intenciones de El Cid. ¿Sería aquel filo imperfecto capaz de poner a prueba las habilidades de la amazona de plata? De nueva cuenta, el de oro no buscaba la muerte de Yuzuriha ni mucho menos herirla. ¿Qué diablos le pasaba a la cabra del zodíaco? ¿Qué acaso solo quería probar a la guerrera de lemuria?**

**El imperfecto corte del muchacho de oro era evadido por la técnica más famosa de los lemurianos: la teletransportación. Ante esta hecho, en el rostro de él caprino una ligera sonrisa casi imperceptible se dibujo. Y cuando aparecía aquella dama buscando patear al español las palabras °°Es buena…°° cruzaron su mente, antes de recibir el impacto que lo lanzó  contra las gradas, donde impactó y fracturó algunos de los asientos de piedra.  Sin embargo, aquel ataque no era suficiente para dejar fuera de combate a un santo de oro, y mucho menos a uno tan determinado como el de capricornio. Se puso lentamente de pie mientras un ligero hilo de sangre brotaba de su boca,  recorriendo su rostro hasta morir en su barbilla. Aquel hombre portaba una de las 12 armaduras de oro; las más fuertes y resistentes de toda la orden de Athena y una patada como aquellas no era suficiente para crear ni siquiera una grieta sobre ella.  Tras ponerse de pie, aquella aura volvió a envolverlo pero ahora no fue gradualmente, o tenue, sino mas bien fue una explosión de poder dorado que parecía incenciar su alma. Entonces emprendió una veloz carrera, rozando la velocidad de la luz, en dirección de la grulla. Y al estar cerca de ella lanzó su diestra pierna en forma de una patada  de lado a la humanidad de la grulla °°Veamos que haces contra los ataques a la velocidad de la luz, santo de plata…°° pensó para sí el décimo caballero de oro. ¿Es que acaso todo el combate era una prueba? ¿Qué era lo que quería probar El Cid?**

**La muchacha de plata se lanzaba al ataque como si no hubiera un mañana. Los ojos del caprino la miraban con frialdad, observando cómo avanzaba a una considerable velocidad. Sin embargo, el no parecía querer esquivar aquel ataque, y  solo se limitaba a elevar su diestra gentilmente hacia el cielo. Su cuerpo, que no dejaba de ser iluminado por su cosmos dorado,  parecía no moverse; y su brazo era brillaba como un sol. Como domador de la velocidad de la luz que era, y la grulla no, estos movimientos eran veloces incluso al ser amenazado por la carrera de Yuzuriha. Entonces, encorvando un poco su espalda, dejó caer a gran velocidad aquel brazo en forma de corte vertical, y nuevamente un poderoso golpe salió disparado en contra de Yuzuriha, que avanzaba en busca del dorado. Un nuevo corte, de menor salvajez y mayor precisión, como una ráfaga dorada que podría partir en dos a la grulla era el ataque de el caprino. °°Vamos… Evadelo y golpeame… Demuéstrame lo poderosa que eres…°° Pensó como último El Cid, sin despegar sus ojos como navajas de la rubia y de su ataque. ¡El corte de Capricornio!**

**Una vez más, la grulla esquivaba el corte tan veloz como la misma luz. ¿Cómo era posible? ¿Un santo de plata superando la velocidad de uno de oro? Y ahora contraatacaba con un rodillazo a la cabeza de El Cid. Por un segundo, una gota de helado sudor bajó por la mejilla del español, mientras un escalofrío recorría su espalda; mientras veía acercarse aquella rodilla a su rostro a gran velocidad. Un golpe seco resonó por el lugar, seguido del tintineo metálico  de aquel casco de oro que imitaba los cuernos de una cabra; rodando por el suelo hasta detenerse.  El  cuerpo de El Cid no se había movido a pesar de recibir aquel tremendo golpe. El portaba una de las 12 armaduras de oro, las más resistentes y poderosas de todas las 88, y aquel cásco había absorbido el golpe.  Sin embargo, un pequeño moretón aparecía en el pómulo del décimo caballero de oro, cuyo rostro había sido volteado algunos centímetros. Y ya, ahora con la cabellera al viento y con el aura dorada envolviéndolo con fiereza; el muchacho miró a la grulla con sus ojos claros. No dijo nada y a esa corta distancia se mantuvo, simplemente ardiendo su cosmos y haciéndolo notár más y más, como si una llama dorada incendiara todo su cuerpo. ¿Qué pretendía El Cid con aquella tremenda elevación de cosmos? ¿ Y a esa corta distancia? ¿No sería peligroso? ¡EL clímax de la batalla!**

**Envuelto en aquel cosmos de oro, y brillando como fuego incandescente; el santo de capricornio miró con sus ojos afilados a la dama que tenía delante. A pesar de su magnífica velocidad y de sus poderes telequinéticos, había sido herida por el cortante ataque y ahora de su pierna brotaba la sangre. Su bufanda se elevaba con poder, pero era claro que Yuzuriha no se encontraba en óptimas condiciones. Estaba, en opinión de El Cid, a su merced. Y entonces, cuando parecía que le daría el golpe final; el dorado cosmos de la cabra se apagó de súbito mientras este recuperaba su postura erguida y no aquella de combate; encorvada y con su brazo en forma de cuchilla. No despegaba sus ojos de la enmascarada de plata, sin embargo por un segundo una sonrisa casi imperceptible se dibujó en su boca. Entonces, dio media vuelta para darle la espalda a la grulla. –Creo- dijó con pesadez –que te has ganado un día de ventaja…- Entonces comenzó a caminar en dirección opuesta a la dama, para recoger el yelmo dorado que aún estaba en el piso. –Pero te seguiré de cerca. A ti y a tus amigos, en especial al Pegaso. – dijo esto, pasando su mirada sobre su hombro y mirándola a los ojos. ¿La estaba dejando escapar? Entonces, con un verdadero movimiento a la velocidad de la luz, aquel muchacho desapareció del coliseo.  Todo era una prueba para ver si la compañera del Pegaso estaba lista para enfrentar al señor del inframundo y a sus hordas. Duros castigos y oscuros tormentos que ni siquiera los mismos santos de oro podrían enfrentar. El Cid lo sabía y por esta razón interceptó a Yuzuriha. Tal vez el de capricornio no podría enfrentar por ella lo que el destino le tenia preparado, sin embargo estaría ahí para luchar en contra del mal en nombre de Athena y de la justicia.**

Nota: Por mí parte, esto fue todo. Gracias por el interesante combate Yuzuriha. Esperemos el resultado de los jueces.