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**El poderoso sujetar de Aldebarán toma por sorpresa al décimo santo de oro, quién apenas alcanza a tensar un poco sus músculos antes del inminente impacto con el rocoso suelo. Un intenso crujir de rocas suena por todo el coliseo, y un ligero temblor se siente en el lugar. Incluso, una nube de polvo se levanta, ocultando la presencia del caballero de capricornio bajo algunos escombros. Sin embargo, pocos segundos después del impacto y de detrás de la cortina de polvo, tres destellos de energía luminosa salen disparados a gran velocidad en busca del cuerpo de Aldebarán, generando un zumbido en su camino. Uno de aquellos aces de luz dorada buscaba la parte izquierda del peto del Toro. Otro de ellos, viajaba con la intención de impactarse en la zona abdominal derecha de Aldebarán, mientras que el tercero buscaba la rodilla derecha del coloso, para disminuir su velocidad. Mientras los ataques viajaban, la nube de polvo se va disipando, revelando a El Cid, con su brazo derecho extendido y con la palma abierta; revelando el origen de la energía que ataca. De su boca, un ligero hilo de sangre resbalaba hasta su barbilla, mientras que la blanca capa a sus espaldas estaba sucia y desgarrada. La fuerza bruta del toro era increíble. A pesar de estar protegido por la armadura de oro, el golpe logró herir al español. Los ojos firmes del santo de Capricornio no se despegan del búfalo dorado, esperando que su ataque diera en el blanco.** 

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**Inmóvil, el santo de Capricornio clava sus ojos sobre su rival. Lentamente, toma con su diestra su desgarrada y sucia capa, debido al golpe anterior, y la arranca de golpe. Luego, la suelta con gentileza y deja que el soplido de Eolo se la lleve. Ante el rugido del público que los observa, El Cid se mantiene firme, y pronto una ligera capa de luz dorada rodea su humanidad. A cada segundo, el fulgor de aquella luz se hace más y más fuerte; y su poder se siente en todo el coliseo.  Flexionando ligeramente sus piernas, y extendiendo su brazo derecho en forma de una espada, el joven español, sin despegar sus ojos de su adversario eleva rápidamente su brazo extendido verticalmente y, de súbito, lo deja caer a una impresionante velocidad. Su trayecto deja una línea de energía dorada que rápidamente sale disparada en busca de Tauro, desgarrando todo a su paso. No era la legendaria técnica de El Cid, pues apenas logra perfeccionarla, pero si su esencia. Un tajante golpe capaz de golpear y derrotar, más no matar, al dorado gigante. ¿Podrá el toro con las veloces y cortantes técnicas del de Capricornio? ¡La multitud enloquece con el combate entre dos de los más poderosos santos de oro!**

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**El incompleto golpe del de Capricornio no logra dar en el blanco, pero deja una tremenda zanja sobre el rocoso suelo del coliseo. Lentamente, El Cid recupera su postura de batalla; sin romper sus brazos en forma de cuchillas. Erguido y orgulloso, una luz dorada comienza a rodear su cuerpo. Primero de forma tenue pero a cada segundo gana fulgor y fuerza; haciendo sentir su presencia por todo el lugar. Tal vez El Cid no era de muchas palabras, como Aldebarán; pero aún así empezaba a encontrar la batalla entretenida y en el toro un rival formidable. Una casi imperceptible sonrisa se dibuja en sus labios, mientras su mirar se cruza con el del segundo santo de oro. La energía choca y danza, como el silencio antes de la tormenta. El momento anterior a cuando colisionaran los grandes poderes de dos santos de oro.**

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**El espectáculo de luces es impresionante. La energía dorada de ambos contendientes danza y flirtea una con la otra, y su poder se siente en cada rincón del coliseo de batalla. Al igual que con Aldebarán, la imagen de una poderosa cabra con sus astas alzadas con orgullo; y cola de monstruo marino aparece a espaldas de El Cid. Ambos animales se miran con fiereza y respeto a la vez, mientras que el español mira con sus ojos azul pálido al gigante dorado de la misma manera. Lentamente, el décimo campeón de oro eleva su brazo derecho a la altura de su hombro izquierdo, y comienza a concentrar su energía ahí. Su cosmos no deja de arder, y el muchacho siente el universo en cada una de sus células. ¿Será que prepara su legendario ataque? Flexionando un poco sus piernas, gana estabilidad y equilibrio. La audiencia esta atónita ante el poder de estos grandes guerreros; después de todo, son santos de oro. Sin dar más explicación, y con la ligera sonrisa en sus labios, El Cid espera el movimiento de su rival irradiando su poder con orgullo. ¡El choque de poder de dos caballeros dorados!**

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**En el instante en el que el Toro extiende sus brazos para soltar su poderosa técnica, el muchacho de la décima casa zodiacal deja caer su brazo, en forma de tajo  en forma diagonal a una velocidad cercana a la de la luz, mientras exclama con orgullo –EXCALIBUR!!!-. Y, como si de un pincel se tratase, aquel corte deja una ráfaga de luz dorada que avanza peligrosamente rápido en dirección del búfalo dorado. ¿Será que ambas técnicas colisionarán? ¿O embestirán una al dueño de la otra y viceversa? “Gracias, Aldebarán” piensa para sí el de capricornio, mientras observa como el poder del gigante de oro esta peligrosamente cerca de él “Me has ayudado a forjar la verdadera espada sagrada…¡Exclaibur!” Entonces, recibe de lleno aquel golpe, que lo lanza para atrás como si de un muñeco se tratase y lo envuelve en aquella cegadora luz dorada. El dolor invade el cuerpo del décimo guardián de oro, pero ni un solo grito de dolor escapa de su boca. Cuando la técnica termina, solo hay un montón de rocas y escombros debido a la devastadora fuerza del coloso. Unos segundos después, de una pila de rocas, un herido joven se levanta. Ha perdido su casco en la batalla, y su armadura dorada muestra signos de batalla: una de sus hombreras ha desaparecido, y hay resquebrajaduras y pedazos faltantes por toda ella. Sin embargo, cumplió su objetivo; proteger a El Cid. El cuerpo del español muestra raspones, golpes y sangre; pero aún logra ponerse de pie; sin saber cuánto tiempo podrá hacerlo. Un hilo de aquel vital liquido escurre de sus labios hasta su barbilla, mientras que otro más grueso parte de una abertura en su ceja, resbalando por su mejilla izquierda y muriendo en su mentón. Un maltrecho guerrero. Lleva su afilada mirada a donde el Taurino estaba, buscando el resultado de su legendaria técnica. ¿Habrá dado en el blanco? El toro poco escape tenía, pues acababa de lanzar su gran cuerno. ¿Será que el toro dorado sucumbió ante el filo de la espada, o escapo milagrosamente?**

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** Una imperceptible sonrisa se dibuja en su rostro, mientras habla con soltura, cosa que no había hecho desde el principio del combate –Eres un gran caballero dorado, Aldebarán-.  Tras esto, el dorado de capricornio estrecha la mano extendida del Toro en señal de respeto y fraternidad, mientras la embravecida multitud suelta un ruidoso grito de alegría.  El combate ha terminado, y los 2 guerreros han demostrado porque pertenecen a la más legendaria estirpe entre los santos de Athena. No solo en su tremendo poder, o en sus extraordinarias habilidades; sino por lo brillante y valeroso de su corazón.**

Nota: Excelente combate, Kyosho. Me encantaría repetirlo algún día. Mucha suerte, y esperemos la resolución de un juez.

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Excelente batalla amigo.. y pues si, ahora solo queda esperar a los Jueces.. 

Que gane el mejor!!

 

Kyo de Tauro/Rozan no Senshi 

Gracias Youmita!! :3 ahora.. espero no cruzarme contigo o morire *---* xD