*Un ligero asentimiento casi invisible opera en el rostro del Samurái. “Veo que eres muy seguro de ti mismo, espero que esa seguridad no te falle” razona al observar el comportamiento de aquel sujeto rubio. Sin más demora ni dilaciones, el samurái alarga su pierna izquierda por delante de la derecha, mientras una serie de inhalaciones profundas aumentan el ritmo cardiaco en paralelo al aumento de la capacidad respiratoria. En una de aquellas exhalaciones, el cuerpo del samurái se proyecta de un momento a otro, con una rapidez y fortaleza inusitadas, dejando sólo un leve reflejo del paso de sus largos y rojizos cabellos. A cada paso, el cuerpo aumenta en inercia, aumentando a la vez en velocidad, cambiando ligeramente su rumbo, justo a un costado de aquel rubio y en ese preciso instante, un salto final arroja al samurái hacia la diestra de aquel karateka, de forma casi horizontal, para que en esa posición, apoye las manos sobre el lozado y con una fortaleza propia y aumentada por al velocidad de su avance, dirija una fiera patada a la región lumbar de ese contrincante, reflejando con un destello en al mirada, la determinación de su espíritu y de aquel movimiento.*