*Por las altas y espaciosas columnas que se forman en dos pisos, dando una gran altivez a ese recinto, se filtran luces y cierta tibieza propia del Recinto del Sumo Pontífice, recinto que antecede en la sucesión de los Templos del Zodiaco a la Estatua de Atenea, demostrando así lo que al parecer sugiere ser la última residencia en aquel Santuario, que se ha levantado desde la era del Mito. Sólo se oye silencio en aquel lugar, más entre aquella quietud una figura alta, de cabellos rubios observa aparentemente absorto las puertas que dan acceso a dicho recinto. “El riesgo debe ser muy grande y sin duda alguna el Santuario debe espera una sorpresa, delo contrario no me habrían enviado aquí a proteger el paso a la Estatua.” Con esos pensamientos, aquel guerrero, percibe los pasos suaves, y entonces sin demorar más su encuentro avanza unos pasos, hasta ubicarse sobre aquella alfombra roja que se extiende hacia el centro del lugar. – Detente ahí. – Una voz calmada y grave se difunde en ese lugar. Los ojos del guerrero recorren el escenario y se fijan en aquella silueta de la recién llegada. “Una Amazona.” No demuestra sorpresa alguna, sin embargo su rostro parece tensarse un poco más. – Se me ha encargado proteger estas puertas a mis espaldas, por lo tanto debo preguntar por tu nombre y motivo de tu viaje. – Erguido y con sus ojos fijos en la recién llegada el Ateniense no altera en nada su postura o expresión, manteniéndose expectante.*

*Observándola con atención el rubio capta incluso lo que puede haber más allá de las palabras de la Amazona. “Así que eres una asechadora furtiva.” Razona con cierta claridad, avanzando unos pasos hacia adelante, hacia donde se encuentra la Amazona. – Ladrón?...  – Una ligera expresión de sorpresa aparece en el rostro del guerrero. – Me parece que confundes ese término y deberías emplearlo contigo misma. Y ya que tus motivos no me competen, debo decirte que en mis motivos tu si tienes algo de influencia, ya que no puedo permitirte el paso. Así que devuélvete. – La voz denuncia la determinación en estas palabras, así como cierta inflexión en su propio carácter. “No parece una Amazona cualquiera, de hecho no reconozco su máscara, sin embargo si ha venido a plena luz y con tanto afán, seguramente tiene confianza en su capacidad y probablemente no sea desatinada.” Razonando en estos términos el rubio observa y aguarda la respuesta de su interpelada en tanto que afianza sus pies y adquiere mayor equilibrio en su postura.*

Noesis de Triángulo - Caballero de Plata de Atenea