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General: ENTREGA LA CARGA
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De: Celeste Sanchez  (Mensagem original) Enviado: 27/11/2013 19:17


 






Cuando el hombre llega a conocer su propio poder y el proceso de su mente, su mayor deseo consiste en encontrar el medio más fácil y rápido que le permita impresionar su subconsciente a través de la idea del bien, ya que un conocimiento intelectual de la verdad no da resultados.

En cuanto a mí, encuentro que el medio más fácil es el de «entregar la carga».

Un metafísico explicaba en otros tiempos lo siguiente con referencia a este tema: «Lo que da peso dentro de la naturaleza, sea esto lo que fuere, es la ley de la gravitación. Si pudiéramos transportar una gran masa rocosa a una altura suficiente, más allá del planeta, habría dejado de tener peso».

Eso era precisamente lo que Jesucristo entendía cuando decía: «Mi yugo es suave y mi carga ligera». Había sobrepasado la vibración del mundo y se movía en la cuarta dimensión, donde todo es perfección, realización, vida y alegría.

Él dijo: «Venid a mí, vosotros que padecéis y que tenéis problemas, y yo os daré el reposo». Y añadió: «Tomad mi yugo, pues mi yugo es suave y mi carga ligera». Lo leemos de esta forma, en el Salmo LV: «Que recaiga tu peso sobre el Señor». Numerosos pasajes de la Biblia proclaman que la batalla es la batalla de Dios, y en modo alguno la del hombre y que éste deberá «mantenerse siempre tranquilo» y esperar la liberación del Señor.

Esto indica con toda claridad que es en el superconciente (Cristo en nosotros) donde se libra la batalla para que el hombre se vea aliviado de sus cargas.

Vemos pues, que éste viola la ley llevando su carga, pues esa carga no es más que un pensamiento, o un estado adverso y ese pensamiento, ese estado, encuentra sus verdaderas raíces en el subconsciente. Parece casi imposible llegar a dirigir el subconsciente por la conciencia, es decir, por el razonamiento, pues la razón (el intelecto) se ve muy limitada por sus concepciones y está repleta de dudas y miedos. La actitud científica consiste en colocar la carga sobre el superconciente (Cristo en nosotros) donde «se convierte en la luz», o bien terminar por desvanecerse para regresar a «su nada original». Una persona que tenía una urgente necesidad de dinero hizo esta afirmación: «Yo entrego esta carga a Cristo que está en mí, y de ese modo voy al encuentro de la riqueza.»

Su carga era un estado de miedo y de pobreza, y aquel que la entrega a Cristo, el superconciente, inunda el subconsciente de fe y riqueza y esto tiene como resultado una gran prosperidad. Leemos en las Escrituras: «Cristo nos llena de la esperanza de la gloria».

Pues bien, preste atención a lo siguiente: en cierta ocasión, alguien ofreció un piano a una de mis alumnas. Ella no disponía de ningún lugar adecuado para instalarlo en su pequeño estudio, a menos que tirase el viejo piano que ya poseía. Se sentía totalmente desconcertada ante la situación, ya que por un lado deseaba conservar el viejo piano al que había tomado cariño, pero por el otro lado no sabía cómo hacerlo. Estaba realmente muy agitada pues el piano nuevo se lo iban a entregar casi inmediatamente. Entonces, repitió para sí misma: «Yo entrego esta carga a Cristo en mí, y habrá un espacio libre».

Apenas unos momentos más tarde de decirse esto, un amigo le preguntó por teléfono si querría alquilarle su piano antiguo. Se lo envió apenas poco antes de que llegara a casa de mi alumna el piano nuevo. En cierta ocasión, conocí a una señora que llevaba sobre sí una carga de resentimiento. Esta mujer decía: «Entrego esta carga de resentimiento a Cristo que está en mí, y avanzo llena de amor, placer y felicidad». El todopoderoso superconciente inundó el subconsciente de amor y a partir de entonces toda su vida se vio completamente transformada por ello. Durante años, este resentimiento la había mantenido en un estado de angustia que le tenía aprisionada el alma (el subconsciente).

Estas afirmaciones deben ser repetidas continuamente, durante horas, ya sea silenciosamente o en voz alta, con tranquilidad y determinación. Yo lo comparo con el acto de impresionar una placa fotográfica. Él debe «impresionarnos» con la palabra de la verdad.

Me he dado cuenta de que después de un cierto tiempo de haber «entregado la carga»; nuestra visión se aclara. Es imposible tener una visión clara allí donde sólo se debaten las angustias del entendimiento carnal. Las dudas y el miedo no hacen sino envenenar el espíritu y el cuerpo; entonces, la imaginación se desencadena y se provoca de ese modo el desastre y la enfermedad.

Gracias a la repetición constante de la afirmación: «Yo entrego esta carga a Cristo que está en mí, y avanzo libremente», la visión se transforma y, al mismo tiempo, aparece un sentimiento de alivio que, tarde o temprano, sirve para producir la manifestación del bien, que es la salud, la felicidad o la prosperidad.

Una de mis alumnas me preguntó un día la explicación de por qué «la oscuridad es más intensa en el preciso momento en que se hace la luz». En un capítulo precedente, ya he aludido al hecho de que, en el momento en que se produce una demostración importante, «todo parece que va mal» y la conciencia queda como oscurecida por un estado de depresión.

Esto significa que las dudas y los miedos ancestrales se despiertan desde el fondo del subconsciente, y entonces conviene exterminarlos.

Es entonces cuando el hombre debe hacer sonar con fuerza sus címbalos, como Josué, y dar gracias por haber sido salvado, incluso en el caso de que parezca hallarse rodeado de enemigos (la penuria o la enfermedad). Mi alumna me preguntó todavía: «¿Cuánto tiempo nos quedaremos en la oscuridad?». Yo le respondí: «Hasta que se pueda ver en la oscuridad, o bien hasta que entreguemos la carga que nos ha tocado sobrellevar». Para impresionar el subconsciente, siempre es siempre esencial tener una fe activa. «La fe, sin obras, está muerta.» Esto es lo que me esfuerzo por demostrar en estos capítulos que acabo de escribir. Jesucristo dio una prueba de fe activa «ordenando a una muchedumbre sentarse» antes de dar las gracias por los panes y los peces.

Voy a dar otro buen ejemplo para demostrar la necesidad de esa fe. De hecho, la fe activa es un punto sobre el cual el hombre pasa para tener acceso a su Tierra Prometida. Debido a un malentendido, una mujer se separó de su marido al que amaba mucho. El rechazó todos los intentos de reconciliación de la mujer y se negó a hablar con ella de ninguna manera. Al conocer la ley espiritual, esta mujer negó la apariencia de esta separación y afirmó: «No hay un punto de separación en el Entendimiento Divino y, por consiguiente, yo no estoy separada del amor y de la compañía de quien me pertenece por derecho divino».

Ponía cada día los cubiertos de su marido en la mesa, como demostración irrevocable de un fe activa, imprimiendo así, sobre el subconsciente, la imagen de su retorno. Transcurrió más de un año, y ella continuaba sin cambiar de actitud. Un buen día vio volver a su marido a su lado.

El subconsciente está continuamente impresionado por la música, pues la música pertenece a la cuarta dimensión, libera el alma, hace posible milagros y nos facilita su realización. Una de mis amigas enciende cada día su aparato de música con este fin. Así, se pone en un estado de perfecta armonía y libera su imaginación.

Otra persona a la que conozco bien se dedica a bailar al mismo tiempo que hacer sus afirmaciones. El ritmo y la armonía de la música y del movimiento dan a sus palabras una fuerza extremada. También es conveniente que el estudiante se acuerde de no despreciar los «pequeños acontecimientos cotidianos». Invariablemente, antes de una demostración, las «señales de tierra» se manifiestan.

Antes de llegar a las Américas, Cristóbal Colón vio pájaros que llevaban una ramita en su pico, señal inequívoca de que la tierra se hallaba muy próxima. Pues bien, lo mismo sucede cuando se produce una demostración; lo que sucede es que, con frecuencia, el estudiante se equivoca, toma las señales por la demostración misma y luego se siente decepcionado.

Por ejemplo, una señora había «pronunciado la palabra» pidiendo una vajilla. Poco tiempo después, una amiga le dio un plato bastante viejo y desgastado. La señora vino a verme y se lamentó: «Yo pedí una vajilla y no recibí más que un plato viejo». «Este plato —le dije—, no es más que una "señal de tierra"; su vajilla está en camino. Considérelo como la historia de los "pájaros y las ramitas" de Colón.» Y, en efecto, poco tiempo después esta señora recibió la vajilla deseada. «Hacer ver», de manera continua, impresiona el subconsciente. Si parecemos ricos, si creemos estar llenos de éxito, en el «tiempo requerido lo cosecharemos». Con frecuencia, los niños fingen «ser», pues bien «si no se convierte en un niño pequeño, no entrará en el Reino de los Cielos».

Conocí en cierta ocasión a una mujer joven y pobre, que no lo aparentaba. Se ganaba la vida, trabajando en la casa de unos amigos ricos, y cobraba por ello un sueldo más bien modesto. Ellos le hablaban sin cesar de los muchos gastos que tenían y le aconsejaban ahorrar. Sin embargo, ella no se preocupaba de ahorrar y gastaba todo su dinero en compras, una vez un sombrero, otra un regalo; de ese modo, se sumergía en su propio mundo lleno de encanto. Sus pensamientos siempre estaban fijos en bonitas prendas de vestir, en objetos hermosos, pero jamás sentía envidia por los demás.

Vivía inmersa en un mundo maravilloso y solitario, en el que las riquezas le parecían reales. No tardó mucho en casarse con un hombre muy rico y todas las bellas cosas con las que había soñado terminaron por materializarse. Yo no sé si su marido fue elegido por la Selección Divina, pero lo cierto es que la riqueza debió de manifestarse fuertemente en su vida como resultado de su propia imaginación, que sólo se centraba en la riqueza. No hay paz ni felicidad para el hombre que no aparta todo el miedo de su subconsciente. El miedo es la energía mal dirigida que debe cambiarse y transformarse en fe.

Jesucristo dijo: «¿Por qué tienes miedo, hombre de poca fe?». «Todo es posible para aquel que cree.» Alguna vez, otra de mis alumnas me preguntó: «¿Cómo puedo librarme del miedo?». Yo le respondí: «Enfrentándose a lo que la asusta». «La ferocidad del león se basa en vuestro miedo.» Enfrentémonos al león y desaparecerá, intentemos escapar de él y nos seguirá.

Ya enseñé en los capítulos anteriores cómo «el león» de la pobreza desaparece en cuanto el individuo gastaba sin miedo alguno, probando así que Dios era su riqueza y esta abundancia, era, por lo tanto, infalible. Numerosos alumnos míos se vieron liberados de las garras de la pobreza y están ahora en la opulencia, gracias a que habían perdido todo el miedo a gastar. El subconsciente queda muy impresionado por esta verdad de Dios que es a la vez la dádiva y el donante; en consecuencia, si nosotros estamos unidos a Dios, quiere decir que estamos unidos a la dádiva. He aquí hay una maravillosa afirmación: «Doy gracias a Dios, el donante, por Dios, la dádiva».

Debido a sus pensamientos de separación y de penuria el hombre ha estado durante mucho tiempo separado del bien y de sus verdaderos recursos, hasta el punto de que hace falta emplear la dinamita para destruir esas falsas ideas del subconsciente, y la dinamita se presentará bajo la forma de una importante ocasión para vencer. En todos los ejemplos anteriores, hemos visto que el individuo se libera a través de la destrucción del miedo. «Aquello que escojas hoy será aquello a lo que servirás», ya sea el miedo o la fe.

Quizá vuestro miedo se vea suscitado por la personalidad de otras personas. En este caso no evitéis a aquellos que teméis, id hacia ellos tranquilamente y veréis cómo se convierten en las «mallas de oro en los eslabones de vuestro bien» o bien desaparecerán armoniosamente de vuestro camino. Quizá tema Ud. la enfermedad, los microbios. Aprenda a ser insensible a los riesgos de contagio y se sentirá inmunizado.

En efecto, no se puede contaminar nada a menos que su vibración esté en el mismo plano que los microbios, y el miedo. Rebaja al hombre al mismo nivel. Sin embargo, que quede bien entendido que el microbio que transmite la enfermedad es producido por el entendimiento mortal, pues todo pensamiento toma forma de algo. Los microbios no existen en el superconciente, el Entendimiento Divino; son el producto de «la vana imaginación del hombre». «En un abrir y cerrar de ojos» surgirá la liberación del hombre, y entonces se dará cuenta de que el mal se ve privado de sus poderes.

El mundo material se desvanecerá en la cuarta dimensión, y el «mundo de las maravillas» aparecerá a continuación. «Y yo vi un nuevo cielo y una nueva tierra, y no habrá más muerte, ni tristeza, ni lágrimas, ni dolores, pues ¡las cosas viejas pasarán!»

- Florence Scovel Shinn -



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