A continuación, sale al exterior de la oscuridad dominante y fría que cubre todo el lugar, cuando visualizaría a un enemigo de la Diosa, (desconocido para él), que intentaría atacarlo con una técnica no vista antes por el príncipe de los hielos, por lo que este último posicionaría en posición de ataque sus pies y juntaría sus brazos a fin de descargar sobre su oponente una titánica descarga de cosmos, y así crear el "polvo de diamantes", pero lamentablemente ya es demasiado tarde, y el rayo de la técnica de su rival lo alcanza antes, e hiriendo su pecho, en medio de un río carmesí que brota del corazón del Santo, poco a poco este va cayendo al hielo custodiado por la bóveda nocturna para gritar con sonora voz a Hyoga que lo visualizaría desde la ventana del hogar, y quien habría presenciado toda la escena, -Hyoga, ama y respeta a la humanidad, y sobre todo protege a la gran y benevolente Atena, el mundo la necesita, no olvides tu verdadera esencia: ¡Eres un caballero de la esperanza!-, y dicho esto, ya con el rostro pálido cierra por última vez sus parpados, y en medio de tal osadia muere exclamando entre susurros por última vez el santo nombre, -Atena, Atena!.**