*Un sonido metálico y rítmico anuncia la presencia de un ser extraño a tan peculiar dimensión creada en el interior del templo de Géminis. Lento, estilizado y seguro es el movimiento que deja que aquella figura continúe con su avance deteniéndose sus pasos al alzar la mirada y clavar sus ojos turquesa en la figura de la persona que custodia la Tercera Casa Zodiacal. –El aroma a muerte en ti es bastante fuerte- pronuncia con un tono despectivo aquel guerrero de piel morena en cuyos labios se forma una sonrisa y detrás de los rojos mechones de su cabello la media máscara de su armadura enmarca su mirada llena de ambición. –Paradox- Exclama tratando de llamar la atención de la traidora haciéndose notoria a su alrededor un aura dorada impregnada de muerte que parece distorsionar el escenario a su alrededor, -¿Sabes cuál es el castigo para tu traición?- cuestiona con seriedad a la joven esperando alguna respuesta de su parte más sin darle importancia real a ello.*

*Una sorprendida mirada se alcanza a distinguir desde el ojo derecho enmarcado por el oro de la máscara que porta aquel guerrero, siendo aquel delicado rostro cubierto por los rojizos cabellos desde su lado  izquierdo. –¿Tu amor?- cuestiona atónito ante las revelaciones por parte de la traidora al nuevo líder del santuario, en un instante aquellos labios tensos a causa del enojo se curvan en una sonrisa que termina por extenderse hasta que finalmente se separan emitiendo una sonora carcajada que se propaga por el interior de la tercera casa zodiacal. –Realmente eres ridícula mujer- exclama con seriedad, reanudando su andar y llevando su mano zurda a la altura de su rostro para mover con delicadeza os mechones de cabello que cubren su perfecta faz, -Tus palabras son un insulto para mi, y para mi señor- proclama dirigiendo aquellos ojos llenos de malicia y ambición a la figura de la protectora de aquel lugar. –Lo mejor será que seas tú quien acepte tu muerte, después de todo ese desagradable aroma ya está impregnado en ti- culmina con aquellas palabras deteniendo su andar, un aura dorada recorre desde la base de sus pies hasta la parte más alta de su ser al mantener la pose erguida y la mirada desafiante ante aquella persona que ha sido marcada para morir, manteniéndose la sonrisa clara en los labios del guerrero de piel morena, pues para él la muerte de un caballero dorado es quizá la mayor expresión de su habilidad para evadir su propio final.*