Poco antes de ir a una fiesta de disfraces de Halloween, una mujer tuvo un ataque de migraña y le dijo a su marido que fuera solo, que ella prefería quedarse en casa. Sin embargo, poco después empezó a encontrarse mejor y decidió ponerse el disfraz (que su marido no conocía) e ir a la fiesta.
Al llegar a la fiesta, vió a su marido flirteando con todas las mujeres que podía. La esposa se le acercó, le susurró palabras suaves al oído, lo abrazó y lo arrastró seductoramente hacia el jardín. Poco antes de la medianoche, cuando es costumbre quitarse las máscaras, ella se excusó y volvió a su casa.
Su marido no llegó hasta las 3 de la madrugada. - ¿Qué tal la fiesta? -le preguntó ella. - Aburrida -dijo él. - ¿Bailaste mucho? - La verdad -contestó el marido-, cuando llegué a la fiesta me encontré con Peter, Bill y Fred que también estaban aburridos, y decidimos meternos en un estudio a jugar al póker.
- ¿Así que estuviste jugando a cartas toda la noche? -dijo ella empezando a alzar la voz. - Sí -le contestó él-, por eso le dejé mi disfraz a Charlie, que por cierto me ha dicho que ésta ha sido la mejor fiesta de toda su vida.