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GUERRA ESPIRITUAL: LAS ATADURAS DEL ALMA
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De: Alondra bat Yeshúa  (Mensaje original) Enviado: 28/10/2009 01:10
Las ataduras del alma
Agosto.01.2007

La unión física de intercambio sexual implica más que una unión física de cuerpos: es una unidad en el alma; lo que llamamos un lazo del alma.

Las intenciones del alma para nuestra plenitud sexual radican estrictamente dentro del pacto del matrimonio. El matrimonio no es solo una transacción legal. Es primariamente una transacción espiritual: el unir dos personas. Así como cada hombre y mujer son espíritu, alma y cuerpo, Dios tuvo la intención de que el pacto matrimonial guiara a una unión permanente de espíritu, alma y cuerpo.


Una pareja que intenta casarse deben estar unidos espiritualmente en la fe, corazón e intenciones; pero hasta que los votos hayan sido hechos el uno hacia el otro y ante Dios, y ha tenido lugar el intercambio, el casamiento no está completado. Es más, la iglesia ha reconocido siempre que un casamiento que no ha sido consumado a través del intercambio sexual, puede ser anulado, porque no es un casamiento apropiado.


El intercambio es la unión de una carne, una unión en la cual el deseo del alma es completado a través de una fuerte unión sexual. A través de la unión sexual, por lo tanto, hay una unidad de dos personas en sus espíritus y sus almas, tanto como en sus cuerpos.

Luego que el acto ha tenido lugar, los cuerpos se separan, pero las almas ahora están unidas. En este punto, el casamiento como tal, está completo. Luego hay no solo una unión espiritual, sino también una unión del alma. Las Escrituras hablan de dos que son una sola carne (ver Efesios 5:31). Un lazo del alma ha sido ahora establecido entre el esposo y la esposa a través del lazo de la unión sexual. Algo del hombre se convierte en parte de la mujer, y parte de la mujer se convierte en parte del hombre. Es por esto que cuando pasan los años, las parejas casadas empiezan a parecerse uno al otro de diferentes maneras; inclusive al punto de hallar un parecido físico en las parejas que han estado casados durante mucho tiempo.


Lo que aquí dejamos establecido, es que la unión física de intercambio sexual implica más que una unión física de cuerpos, pues aquellos que se han unidos en forma física de esta manera también se han unido juntos en sus almas en lo que llamamos un lazo del alma. Este es el maravilloso plan de Dios para el matrimonio: unir parejas permanentemente en una relación viva y dinámica.

Consecuencias del pecado sexual
Necesitamos comprender que la intención del Dios para el matrimonio era proveer un medio para que el hombre y la mujer estén permanentemente unidos en cuerpo y alma.

Inclusive Pablo nos dice que las intenciones de Dios para la relación entre el esposo y la esposa deberían ser para ilustrar las intenciones de Dios para la relación entre Jesús y la Iglesia (ver Efesios 5:22-32). ¡Esas son las buenas noticias!


Sin embargo, cuando las personas entran en pecado sexual, están agradando al dios de este mundo y, como resultado, pueden haber invitado a un espíritu inmundo a sus vidas, por lo cual se necesita liberación.

Las malas noticias para quienes son promiscuos sexualmente, es que Dios no suspende sus planes para establecer una atadura de alma entre ellos, a fin de acomodarlos a su pecado. Mientras sin duda Dios es un Dios de amor, Él también es un Dios de orden y con legalidad.
Y el orden de Dios para las relaciones sexuales es que siempre que estas sucedan, toma lugar una real unidad y se establece un lazo del alma entre uno y otro. Algo de ese ser único ha sido entregado a su compañero sexual, y su compañero se ha convertido en parte de esa persona.


Pablo establece explícitamente que esto es aun así en caso de prostitución. Dice que cuando un hombre se une a una prostituta, ambos se convierten en una carne (ver 1 Corintios 6:16).


En lugar de esta unión que constituye un lazo de alma santo, el cual trae una gran bendición a las vidas del esposo y la esposa, se convierte en una atadura cuando las personas son influidas por la vida y la personalidad de aquellos a quienes se han unido sexualmente.


Además, un lazo de alma impío provee una oportunidad para que lo demoníaco se transfiera de una persona a la otra, tanto en el momento del intercambio sexual, como también en todos los momentos siguientes.

Todo el capítulo completo de Proverbios 5 es una advertencia en contra de las relaciones sexuales adúlteras. El versículo 22 resume las consecuencias de las relaciones sexuales sin Dios; dice que “Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan”.


Una atadura de alma impía es una cuerda de pecado, la cual mantiene a las personas en atadura permanente. Por lo menos, hasta que Jesús rompe la cadena.

Rompamos las cadenas de las ataduras de almas impías
En 1 Juan 1:9 se nos anima a confesar nuestros pecados a Dios, de tal forma que seamos perdonados. Pero en Santiago 5:16 Las Escrituras nos dicen que “Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados”.


Suceden claramente dos procesos: uno trata con lo eterno, la consecuencia espiritual del pecado y la restauración de la relación con Dios a través del perdón; y la otra trata con las consecuencias temporales del pecado, las cuales han causado una condición que requiere sanidad, la sanidad que puede incluir la necesidad de liberación.


Por cierto Dios puede –y lo hace–, sanar a algunas personas en forma soberana cuando ellas oran a Él. Pero muchas personas tienen también un tema de orgullo que tendría que ser tratado, y solo el proceso de decirle a alguien acerca del pecado, eso trata con el pecado, el cual es a veces el mayor impedimento para recibir sanidad.

Este es el caso especial con respecto al pecado sexual en los cristianos. Es humano para nosotros preferir no vivir la experiencia de la vergüenza de que otra persona sepa de nuestro pecado. Pero donde hay un tema de orgullo en el corazón, debemos humillarnos a nosotros mismos; es de esta manera que permitimos a Dios levantarnos, restaurarnos plenamente en su presencia, y Él nos libra en la sanidad y el cumplimiento del llamado que Él tiene para nosotros.

No hay pecado que Dios no pueda perdonar y, finalmente, es Él quien puede dejarnos limpios a cero.


El efecto de esto puede ser profundo, trae transformación a las vidas de las personas que son restauradas para ser las personas que Dios quería que fueran en primera instancia. La parte final de este ministerio es la liberación. Mientras tenemos que pedir a Dios que traiga la sanidad –el corte– de las ataduras de impiedad, Jesús nos dio a nosotros los creyentes, autoridad para echar fuera demonios. Es nuestra experiencia general que cuando una persona tiene ataduras impías sexuales, él o ella también van a ser amenazados por demonios que o entraron en el momento del pecado, o han utilizado a continuación la atadura sexual para ganar acceso.



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