Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

EL CUARTO CAMINO DE GURDJIEFF-BENNETT
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 General 
 1.- CURSO BREVE SOBRE LA ATENCION 
 2- CURSO LENGUAJE 
 3.- CURSO YOES 
 Curso de Crecimiento-Nivel 1 
 Curso de Evangelios 
 Curso Fragmentos Enseñanza desconocida 
 Curso Psicología Posible Evolución Homb 
 SITTING 
 LIBROS 
 CUENTOS 
 DICCIONARIO 
 VIDEOS 
 COMPARTIR 
 MÚSICA 
 Curso de Observación de Sí 
 Reportes Cronistas Expediciones 
 Curso de Observación de Si 2 
 Curso de Observacion de Si, 3 
 EL CAMINO DE UN HOMBRE 
 Seminario Barcelona 2012 
 CURSO DE SIMBOLOGÍA 
 Cronista Curso de Cuentos 
 Cronista Curso de Octavas/2013 
 GRUPO BARCELONA 
 PLEGARIA 
 Notas de JANE HEAP 
 TALLER DE CHAKRAS 
 
 
  Herramientas
 
General: Estimado Sarvavid... Un buen amo de Casa....
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: LUISWAYUU - ASHSHUA  (Mensaje original) Enviado: 29/01/2020 20:08

Estimado Sarvavid:

Te podría sugerir que tú mismo cambiaras, que liberaras tu propia personalidad de muchos rasgos heredados y recibidos durante tu educación, y que te convirtieras en una persona eficiente que pueda responsabilizarse y satisfacer sus propias necesidades y las de su familia; un buen amo de casa. Pero cuando hacemos referencia a nuestros hijos presentes o futuros, tú sólo formas el 50% del patrón genético de ellos; abría que tomar en cuenta si tu actual o futura esposa también ha alcanzado ese nivel de responsabilidad. Porque una pareja que no se complementa de una manera armónica, daría por resultado condiciones no muy apropiadas para el sano desarrollo de un hijo. La complementación de la pareja está determinada por la esencia, por el Tipo, y como comúnmente sucede que nos casamos con la persona que satisfaga o alegre a nuestra personalidad, esa atracción y relación superficial no produce las condiciones apropiadas y duraderas para el sano desarrollo de un hijo. Todavía en algunos países orientales se recurre a la ayuda de Astrólogos, por así decirlo, para que les indiquen si esa futura unión matrimonial, o para la selección de la pareja, es apropiada y dará por resultado una unión apropiada y duradera; aunque para nosotros parece ser un comportamiento mitológico.

Así que viéndolo con amplitud, es poco lo que puedes hacer con respecto a tus hijos. Tus futuros hijos requerirán forzosamente de una personalidad para poder relacionarse e interactuar en la vida, y la misma vida es la que determina el resultado de esa personalidad. Y por vida significo todas las impresiones recibidas desde el exterior por el niño. Los padres principalmente, la niñera, los programas de televisión, su relación con otros niños de la familia o de otras personas, las condiciones de crianza, la educación pre-infantil que ahora empieza desde los tres años de edad porque parece ser que hay una especie de liberación o descanso en la familia si mandamos al niño para que otros los cuiden y condicionen lo más rápidamente posible. ¿Qué puedes hacer tú al respecto? ¡Aislarlos o restringirlos! ¡Que no adquieran su propia personalidad! Si lo ves con esa amplitud, captarás que es muy poco lo que puedes hacer a ese respecto; la vida es muy basta y tú muy insignificante en comparación con ella.
Pero donde sí podrás intervenir, si es que eres capaz, es que esa creación y educación de la personalidad de ellos no sea totalmente sesgada, dejando abandonada a su esencia. Y como la vida no les alimentará esa esencia, ahí está precisamente tu posibilidad y responsabilidad.

Trata de mantener viva su esencia, y como la esencia se nutre de imágenes, pues por eso la recomendación de contarle historietas, cuentos, fábulas, donde se hable de una especie de héroes (no como superman), héroes con una naturaleza humana, en que tienen que sobreponerse a multitud de obstáculos externos y debilidades internas para lograr sus metas personales o para beneficiar al prójimo. Eso, aunado con una auto-disciplina, los ayudará a un balance más justo para relaciones y transformaciones en su vida futura.

Te puedo decir, que aún antes de que este Trabajo me contactara, durante los viajes que realizábamos en familia, y donde teníamos que dormir los cuatro en un mismo cuarto de hotel, durante las noches, no se porqué, empecé a crear historias fantásticas y narrarlas a mis hijos aun pequeños. Al irla creando y narrando simultáneamente, yo mismo la vivía, tenía que encontrar cómo continuarla, así que al mismo tiempo que mis hijos se extasiaban con las narraciones, a mí mismo me pasaba lo mismo. Y esas historietas quedaban inconclusas, pero con una continuación abierta y muy incierta. Y al día siguiente ellos mismos me pedían que continuara la narración, y así día tras día. Ahora, después que este Trabajo me ha contactado, y encuentro que ese tipo de cuentos ayudan a mantener viva la esencia infantil, y lo verifico cuando mis hijos ya adultos todavía de repente me piden que les cuente un cuento o un tipo de historieta igual a las de aquellos años, se que aquellos cuentos que parecían sin lógica alguna y con salidas o situaciones insólitas, quedaron grabadas en las profundices esenciales.

Ahora ya sé cuál es mi deber para con mi reciente nieto, un simple abuelo narrador de historietas. Cuando una participante auto nombrada Zoe7, después de sugerirle que ejecutara unas ciertas tareas de Trabajo, los resultados de esos ejercicios le ayudaron a recordar que su padre, ahora ya fallecido, siempre le había contaba historias de derviches que el mismo había vivido en su tierra natal; en ese momento fue consciente de que lo más valioso que sembró su padre en su interior, fueron esas historietas. Y ahora desea fervientemente ir a conocer esos lugares y recorrerlos por sus propios pies, cuéstele lo que le cueste. . .

Estimado Sarvavid:-

Te planteas dos interrogantes, que para mí son importantes cuando menos intentar entender y algún día comprender.

La primer interrogante es: "¿Por qué es difícil el entender como piensan las mujeres?".

Pues, por eso mismo, porque nuestra manera o forma de pensar son diferentes. Y la diferencia principal reside en dónde cada uno pone la mayor importancia al percibir y pensar sobre las cosas y situaciones de la vida. La mujer es práctica, atrapa fácilmente el potencial actual de una situación presente, vive más en el aquí y en el ahora. Mientras que al hombre le importa lo potencial futuro de una situación, lo que puede llegar a ser esa situación, vive más en la imaginación. Por ejemplo en lo que indicas en esta y en la anterior aportación se puede detectar en ti ese forma de "pensar". Estás interesado en cómo educar a tus futuros hijos, y ahora estás interesado en cómo interesar a tu futura esposa en el Cuarto Camino, y mientras tanto la vida actual del presente se te escurre entre los dedos de las manos; mientras que tu pareja está de viaje, disfrutando todo lo que se le presente, si se le antoja un vestido o una chuchería o un helado de chocolate con harta crema chantillí, lo compra de inmediato, y no piensa en que ese dinero lo podrá necesitar después.

En el libro de Gurdjieff, "Relatos . . .", menciona muy poco a las mujeres, y cuando lo hace es para mencionar su rol de "pitonisas", seres que pueden ver el potencial actual de una situación. Las pláticas de la mujer son sobre su familia, sobre el hogar, sobre, el esposo, sobre los hijos, sobre la carestía de las cosas, etc.; mientras que las pláticas de los hombres son sobre quién va a ser el próximo presidente, si la guerra en Irak no traerá repercusiones, si a Pinochet o a Videla los van a sentenciar, sobre quién va a ser el nuevo Papa, sobre si va a haber una reforma fiscal, si el Real Madrid va a ser el campeón de la copa, etc.

La mujer debe seleccionar la escuela donde estudien los hijos, el hombre la aptitud y selección de su futura carrera. La mujer debe administrar y ejercer el gasto diario para el sostenimiento del hogar, el hombre ahorrar para los imprevistos futuros. La mujer ve un potencial actual muy grande en su hijo, mientras que el hombre lo ve como una futura prolongación de él. La mujer lo ve como Presidente, y el padre si es doctor, pues lo ve como un futuro doctor.

En cuanto a tu segunda interrogante: "¿al estar despiertos se entiende más el pensar de todos los seres?".

Así es. Y la cumbre es aquello que llamamos "Amor". El amor real provoca que un hombre se olvide de sí mismo y sólo piense y sienta en lo necesario o requerido por la mujer amada, y viceversa. Cuando un hombre ama, mientras va manejando de regreso al hogar, de repente dentro de él ve que su mujer desea ir a un restaurante, y llegando a la casa, sin él decir nada al respecto, a los pocos minutos su mujer le manifestará que desea ir a cenar a un restaurante. Otras veces, en la misma situación, mientras vas manejando sientes de repente aparecer en ti el deseo o la necesidad de comer tu platillo favorito, y al llegar al hogar, descubres con asombro que tu mujer preparó precisamente ese platillo, porque ella pensó o sintió que a ti te agradaría. En el amor aparecen las necesidades del ser amado, aún antes de que el ser amado las piense o las sienta. Pero ese nivel está todavía muy alejado de nosotros, porque nos extasía vivir en el nivel egoísta.

Primero debemos comenzar nuestro Trabajo con lo que esté a nuestro alcance. Usas muchos utensilios materiales: tazas, platos, sábanas, sanitarios, autos, ropa, de jardinería, de plomería, de carpintería, de computación, libros, zapatos, etc.; ¿te tomas la molestia de restituirlos a su estado anterior después de usarlos? ¿Los lavas, los limpias, trapeas, los guardas, los enaceitas, los boleas, los forras? ¿O esperas que los utensilios materiales se cuiden por ellos mismos? ¿Y qué con respecto a las plantas y a los animales domésticos? Todo lo inferior a ti, sean cosas o seres vivos inferiores, tú eres el responsable de su cuidado.

¿Cumples actualmente con esa responsabilidad? Si no puedes tú ser responsable de lo inferior, de qué sirve hablar de otras cosas que estarían mucho más allá de esas simples responsabilidades.

¿Sabes cómo piensas tú? Es más, ¿piensas realmente o simplemente asocias pensamientos del pasado? Trabajar sobre eso sería correcto para ti actualmente, pero es mucho más cómodo imaginar y desear saber qué piensan los demás, como que eso nos haría más poderosos. Pero el poder real es el poder que logremos para controlarnos a nosotros mismos, pero en vez de afrontar eso, lo esquivamos y vamos por ahí predicando que los demás no saben ni pueden controlarse.

Entonces estar despierto significaría: ¿darse cuenta de las cosas que son necesarias y hacerlas? Y dormido: ¿será estar soñando en lo que no es necesario? . . .


La imagen puede contener: 3 personas, personas sonriendo, personas de pie



Primer  Anterior  2 a 3 de 3  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: LUISWAYUU - ASHSHUA Enviado: 29/01/2020 20:27

EL MAGO.-

En una radiante mañana de verano de 1917, una atractiva rusa de unos treinta años se hallaba sentada en el café Phillipov, en la Nevsky Prospekt de San Petersburgo, esperando la llegada de su amigo Peter Demianovitch Ouspensky. Cosa inhabitual en él, Ouspensky se retrasaba. Cuando finalmente llegó con aire apresurado, se hallaba en un estado de excitación poco usual en él. Sus primeras palabras fueron: «Creo que esta vez hemos encontrado lo que necesitábamos». A continuación,
le contó que en Moscú, en 1915, había conocido a un notable profesor que hablaba con gran conocimiento y autoridad de los problemas fundamentales de la existencia humana. Su nombre era George Ivanovitch Gurdjieff. Añadió que Gurdjieff había llegado a San Petersburgo, y en ese momento les esperaba en otro establecimiento Phillipov, al otro lado de la calle. He aquí las palabras de la mujer, Anna Butkosvsky:

Cuando entré en el otro café Phillipov vi a un hombre sentado en una mesa situada en un rincón. Vestía un abrigo negro ordinario y el alto gorro de astracán que llevan los rusos en invierno. Sus rasgos finos y viriles y su mirada, que parecía atravesarte (aunque no de una manera desagradable) denotaban su ascendencia griega. De cabeza ovalada y tez olivácea, tenía ojos oscuros y su bigote era negro. De apariencia tranquila y relajada, hablaba sin gesticular. Estar sentado a su lado resultaba muy agradable. Aunque no era su lengua nativa, hablaba el ruso con fluidez, de forma diferente a como lo hacemos nosotros, más exacta y muy pintoresca. En ocasiones hablaba con una voz «perezosa», formando cada frase con sumo cuidado para adecuarlas al momento concreto, evitando las frases hechas que se utilizan normalmente en la conversación, desprovistas de poder creativo y de individualidad. Uno comprendía inmediatamente que tenía un don para asociar
palabras de manera expresiva. Allí estaba yo sentada, pensando que me hallaba por fin en presencia de un gurú.
Gurdjieff causaba la misma impresión a todo aquel que le conocía.

Tenemos tal vez una docena de relatos en los que sus alumnos describen su primer encuentro con él. Casi sin excepción, mencionan esa «mirada que te atravesaba». Un joven oficial llamado Thomas de Hartmann conoció a Gurdjieff en esa misma época. Mientras se acercaban hacia él dos hombres de bigotes negros y vestidos con abrigo oscuro, se preguntaba quién de los dos era Gurdjieff «pero mi incertidumbre se disipó al instante, al ver los ojos de uno de ellos.» J. G. Bennett, que conoció a Gurdjieff en Constantinopla en 1920, escribió: «Vi ante mí los
ojos más extraños que haya visto nunca. Eran tan diferentes entre sí que me pregunté si la luz no me había jugado una mala pasada». Todas estas impresiones diversas pueden quedar resumidas en las palabras que escribió la esposa del físico Kenneth Walker cuando conoció a Gurdjieff en París, en 1948: «La impresión fundamental que produjo en mí fue
de un inmenso vigor y fuerza concentrada. Tuve la sensación de que no era realmente un hombre, sino un mago».

En efecto, Gurdjieff era una especie de mago. No cabe duda de que poseía poderes mágicos o psíquicos, pero aparentemente no les concedía importancia. La preocupación fundamental de Gurdjieff eran las potencialidades de los seres humanos, o, más específicamente, de la conciencia humana. Ouspensky lo expresó claramente en un breve libro titulado La psicología de la evolución posible del hombre, en el que afirma que la psicología corriente se preocupa por el hombre tal como existe realmente. Pero hay otro tipo de psicología que estudia al hombre «no desde el punto de vista de lo que es, o de lo que parece ser,
sino desde el punto de vista de lo que puede llegar a ser; es decir, de su evolución posible».
Expresada de este modo, la idea parece vaga y general. Pero el
enfoque de Gurdjieff era preciso y particular. En los escritos de sus discípulos encontramos numerosos relatos sobre la forma en que actuaban sus notables poderes. Fritz Peters, un norteamericano que conoció a Gurdjieff desde la niñez, nos ha dejado una descripción de lo que ocurrió cuando le visitó en París, inmediatamente después de a Segunda Guerra Mundial. Sus experiencias de guerra habían llevado a Peters al borde de una crisis nerviosa. En cuanto le vio, Gurdjieff comprendió que estaba enfermo.
Cuando llegamos a su apartamento, me condujo a través de un largo vestíbulo hasta una habitación en penumbra, me señaló la cama, me indicó que me acostara y dijo: «Ésta es tu habitación durante todo el tiempo que la necesites». Me tumbé sobre la
cama y él salió del cuarto sin cerrar la puerta. Al verle, había sentido un enorme alivio y una emoción tan intensa que comencé a llorar desconsoladamente y empecé a sentir un
martilleo en la cabeza. No podía dormir y por ello me levanté y fui a la cocina, donde le encontré sentado a la mesa. Se alarmó al verme y me preguntó qué me sucedía. Le dije que necesitaba una aspirina o alguna otra medicina para el dolor de cabeza, pero él hizo un gesto negativo, se levantó y señaló la otra silla que se hallaba junto a la mesa. «No te daré ninguna medicina-dijo en tono firme-. Te prepararé un café que beberás todo lo caliente que puedas». Me senté a la mesa mientras él preparaba el café. Me lo sirvió y caminó por la pequeña habitación hasta detenerse ante el frigorífico. Allí permaneció observándome. Yo
no podía apartar los ojos de él y me di cuenta de que parecía muy cansado. Nunca había visto a nadie con aspecto tan fatigado. Recuerdo que me desplomé sobre la mesa mientras
bebía el café y que en seguida comencé a sentir una extraña carga de energía en mi interior. Me enderecé de inmediato y le miré fijamente y fue como si una violenta luz eléctrica
emanara de él y penetrara dentro de mí. Mientras ocurría eso, sentí que desaparecía mi cansancio, pero al mismo tiempo su cuerpo se desplomó y su rostro adquirió un tono grisáceo, como si la vida escapara de él. Le miré atónito, y cuando vio que yo estaba sentado erguido, sonriente y lleno de energía, dijo rápidamente: «Ahora estás bien. Vigila la comida que está en el fuego. Tengo que marcharme». Había un tono de urgencia en su voz y yo me levanté rápidamente para ayudarle, pero me detuvo con un movimiento de la mano y salió lentamente de la habitación.

Al parecer, Gurdjieff, de alguna manera, había vertido energía vital en Peters mediante algún proceso psíquico, o bien había estimulado la fuente de vitalidad en el propio Peters. Sea como fuere, eso había dejado exangüe a Gurdjieff. Peters afirma: «Estaba seguro... de que sabía transmitir energía hacia
los demás; también tuve la certeza de que eso suponía un gran desgaste para él».

Lo que ocurrió después es también muy significativo.
Durante los minutos siguientes se hizo evidente que sabía renovar su energía rápidamente, pues cuando regresó a la cocina observé sorprendido el cambio que se había producido en él. Parecía de nuevo un hombre joven, alerta, sonriente, astuto y lleno de buen humor. Dijo que había sido un encuentro afortunado, que si bien le había obligado a hacer un esfuerzo casi imposible, había resultado -como yo había presenciado- muy positivo para ambos.

Las palabras de Gurdjieff tienen una gran importancia. Cuando Peters llegó al apartamento, él tenía aspecto cansado («nunca había visto a nadie con aspecto tan fatigado»). Hizo un esfuerzo que le agotó aún más, al transmitir vitalidad a Peters. Y luego, al cabo de quince minutos se encontró totalmente fresco y renovado. La cuestión parece clara. El propio Gurdjieff había olvidado que tenía el poder de renovar su energía, hasta que el agotamiento de Fritz Peters le obligó a realizar un enorme esfuerzo. Antes de que apareciera Peters,
Gurdjieff había considerado su fatiga como algo inevitable. A1 verter energía en Peters recordó que tenía poder para obtener de alguna forma energía vital. Ésa es la razón por la que le dijo a Peters que su encuentro había sido afortunado para ambos.

Esta historia nos permite comprender por qué la esposa de Kenneth Walker pensaba que Gurdjieff era un mago. También pone de relieve que sus poderes «mágicos» no eran del tipo de los que normalmente asociamos con «ocultistas» o magos famosos como Madame Blavatsky o Aleister Crowley.
Según algunas historias, Madame Blavatsky hacía que resonaran golpes por toda la habitación, y Crowley lograba que algunas personas caminaran a cuatro patas y aullaran como perros, pero en ningún caso se ha mencionado que consiguieran producir en alguien un efecto tonificante de estas características. Ni siquiera hay que pensar que Gurdjieff revitalizó a Peters
mediante alguna forma de transferencia telepática de energía; probablemente, un psicólogo afirmaría que lo hizo mediante alguna forma de sugestión.

Por lo que respecta al poder de Gurdjieff para renovar su propia energía, los psicólogos del siglo XIX habían comprendido su esencia, varios decenios antes de la época de Freud y Jung. William James se refiere a este aspecto en un importante estudio titulado «The Energies of Man».

A todos nos resulta familiar la sensación de estar más o menos vivos según los días.
Sabemos que existen energías latentes en el individuo, que las emociones de ese día no consiguen despertar pero que podrían aparecer en primer plano si éstas fueran más intensas. Muchos nos sentimos como si una especie de nube se cerniera sobre nosotros, impidiéndonos desplegar nuestra mayor claridad de discernimiento, seguridad en el razonamiento y firmeza en las decisiones. En realidad, estamos sólo parcialmente despiertos. Nuestra pólvora está mojada. Solamente utilizamos una pequeña parte de los recursos mentales y físicos posibles. En algunas personas esta sensación de sentirse desprovisto de sus propios recursos es extrema, y en tales casos se producen las temibles enfermedades neurasténicas y psicoasténicas que describen los libros de medicina, en las que la vida aparece encerrada en un tejido de imposibilidades.

En general, pues, el hombre vive muy alejado de sus límites; en tanto posee diversos poderes que habitualmente no utiliza. La energía de la que hace uso queda por debajo de su maximum y se comporta también por debajo de su optimum. Tanto en las
facultades elementales, como en la coordinación, en el poder de inhibición y control, en todo lo que podamos pensar, su vida queda reducida como el campo de visión de un individuo histérico, pero con menos excusa, pues el pobre histérico es un individuo enfermo, mientras que en el resto se trata tan sólo de un hábito inveterado y negativo: el hábito de inferioridad
respecto a nuestro yo total.

James cita el conocido fenómeno de la fatiga / recuperación como ejemplo de ese poder de utilizar las reservas vitales. Al hacer algún trabajo, afirma, solemos detenernos cuando nos sentimos cansados, cuando nos encontramos ante las primeras manifestaciones de fatiga. Si nos obligamos a continuar, ocurre algo sorprendente. La fatiga se hace más intensa, hasta
llegar a un punto en que de pronto desaparece y nos sentimos mejor que antes. James dice que uno de los métodos habituales de tratamiento de los pacientes «neurasténicos» en el siglo XIX consistía en forzarles a realizar un esfuerzo más intenso de lo normal. «Primero se llega al agotamiento extremo pero luego se produce un alivio inesperado». Y añade: «Vivimos obligados a
detenernos por diversos grados de fatiga a los que el hábito nos hace obedecer».
James define con esta frase la esencia de la obra de Gurdjieff. Es cierto que las ideas de Gurdjieff cubren una gran variedad de campos: la psicología, la filosofía, la cosmología e incluso la alquimia. Pero la idea central de su obra es el concepto de que poseemos poderes más amplios de lo que pensamos y de
que nuestras limitaciones aparentes son consecuencia de una forma peculiar de pereza, una pereza que se ha hecho tan habitual que ha llegado a convertirse en un mecanismo.



Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: LUISWAYUU - ASHSHUA Enviado: 29/01/2020 20:28
CONTINUACION DEL MAGO.-

¿Cómo podemos controlar o desactivar ese mecanismo? En su estudio de las reservas vitales, William James señala que recurrimos a esos poderes más profundos cuando nos vemos estimulados por una crisis o por un agudo sentido de urgencia, por una finalidad. Menciona el caso del coronel Baird Smith,
encargado de la defensa de Delhi durante las seis semanas en que la capital fue asediada por un motín de nativos en 1857. Su boca y su cuerpo estaban cubiertos de llagas; uno de sus tobillos estaba amoratado y ulcerado, y la diarrea había debilitado su cuerpo hasta convertirle en una sombra. Incapaz
de comer, se mantenía prácticamente a base de coñac. Sin embargo, eso no parecía afectarle. La crisis -la necesidad de proteger las vidas de las mujeres y los niños- le mantuvo en tal estado de determinación que le hizo permanecer alerta y lleno de energía durante todo el asedio. Sin duda, hizo lo mismo que
Gurdjieff cuando dejó a Fritz Peters sentado en la cocina: buceó en su interior y encontró sus reservas vitales.

De hecho, este método de buscar deliberadamente un estímulo, una emoción, incluso una crisis, es uno de los sistemas preferidos por el hombre para escapar al sentimiento de que «una nube se cierne sobre nosotros». Por ejemplo, el ama de casa que se siente deprimida sale a la calle y se compra un
sombrero. El hombre que está aburrido se emborracha, y el adolescente descontento roba un coche o descarga su rabia en un partido de fútbol. En general, cuanto mayor es la potencialidad de realización de una persona, con más fuerza trata de oponerse a ese sentimiento de sentirse «apartado de sus recursos». El capitán Shotover, en la obra de Shaw, le dice a Ellie Dunne: «A tu edad perseguía la dureza, el peligro, el horror y la muerte para poder sentir la vida dentro de mí con mayor intensidad». No es otra la motivación que llevó a Ernest Hemingway, por ejemplo, a utilizar gran parte de su tiempo cazando, toreando y trabajando como corresponsal de guerra.
Este deseo de romper las ataduras de su propia pereza puede conducir al hombre a actuar incluso en contra de su interés. Van Gogh renunció a un cómodo trabajo como comerciante de obras de arte para ir a predicar a los mineros belgas. Lawrence de Arabia rechazó diversos nombramientos de su gobierno para convertirse en un piloto más de la R.A.F. El filósofo Wittgenstein
renunció a una fortuna heredada para ser un maestro de escuela mal pagado.

A todos estos individuos les guiaba la necesidad de huir del sentimiento de estancamiento. Su objetivo era escapar a la «neurosis del hábito», el «hábito de inferioridad con respecto a nuestro yo total».

Ahora bien, sin duda es un tanto absurdo buscar
deliberadamente el peligro o la incomodidad, ya que, por otra parte, pasamos tanto tiempo de nuestras vidas intentando evitarlos. Deben existir otras formas de alcanzar nuestras reservas vitales que no impliquen arriesgar nuestra vida o dormir en una cama de clavos. Por ejemplo, es claro que no es la crisis en sí misma lo que crea el fluido de energía vital, sino la respuesta ante esa crisis. Es como si una voz interior diera una orden que hace que algo dentro de nosotros se ponga en situación de alerta. La respuesta del coronel Baird-Smith ante el
motín fue la de ordenarse a sí mismo continuar, ignorar el dolor y el hambre hasta que la crisis estuviera controlada. El motín sólo le hizo tomar conciencia de la gravedad de la situación, a la cual respondieron sus «reservas vitales». Y si un hombre puede generar ese sentido de la urgencia, de la necesidad de
esfuerzo, debe ser capaz de hacer acopio de energías sin la necesidad de que se produzca un motín.

¿Cómo conseguirlo? Según Gurdjieff, la respuesta tiene dos partes. En primer lugar, el hombre debe comprometerse totalmente en la tarea de superar sus limitaciones normales. Se requiere la dedicación que llevó a algunos santos a permanecer en lo alto de una columna. En segundo lugar, debe comprender
el funcionamiento de esa complicada computadora que alberga el espíritu humano. (Gurdjieff murió antes de la época de las computadoras, por lo cual utilizó la palabra «máquina»; sin duda habría considerado que el término «computadora» era más conveniente y preciso.) «Comprender la máquina». Este cuerpo es una computadora y también lo es este cerebro. Como todas las computadoras, pueden ofrecer muchas más respuestas de las que solicitamos.
Pero sólo obtendremos respuestas más completas cuando las comprendamos perfectamente.
El método de Gurdjieff para conseguir el primero de esos objetivos consistía simplemente en exigir un nivel de dedicación muy por encima de lo habitual. Cuando Fritz Peters, que a la sazón contaba once años, le dijo que quería «saberlo todo respecto al hombre», Gurdjieff le preguntó con tono insistente: «¿Me prometes hacer algo por mí?» Peters respondió
afirmativamente y entonces Gurdjieff señaló con la mano los extensos prados del Chateau du Prieuré y le dijo que debía cortar el césped una vez a la semana.
«Golpeó la mesa con el puño por segunda vez. "Debes prometerlo por tu dios". Hablaba con un tono de gran seriedad. "Debes prometerme que lo harás pase lo que pase... Debes prometerme que lo harás pase lo que pase, no importa quién trate de impedírtelo".» Y Peters añade: «Habría muerto en el
intento de haber sido necesario». De hecho, Gurdjieff le hizo trabajar cada vez con más intensidad hasta el punto de que podía cortar el césped de todos los prados en cuatro días.

El principio subyacente aquí es similar al del entrenamiento de un comando: se obliga al recluta a superar obstáculos cada vez más difíciles hasta que es capaz de comer alambre de espino para el desayuno. Ésta era la base del método de Gurdjieff. Pero no se trataba simplemente de desarrollar la fuerza y la atención. El trabajo duro puede llegar a convertirse en un simple hábito como cualquier otro. El objetivo de Gurdjieff era también persuadir a sus discípulos de que no adquirieran hábitos. El hábito aparece cuando se hace algo mecánicamente, con la mente «en otra parte». Los discípulos de Gurdjieff tenían que trabajar duro, pero era importante que se mantuvieran en
un estado de intensa conciencia.

En una etapa temprana de su vida, que en el próximo capítulo
consideraremos con mayor atención, Gurdjieff se familiarizó con algunas danzas orientales que exigían una extraordinaria complejidad de movimientos.
Quien haya intentado darse palmadas en la cabeza con una mano mientras se frota el estómago con la otra sabrá cuán difícil resulta. Gurdjieff ideó una serie de danzas en las que el alumno tenía que hacer algo no sólo con ambas manos sino también con los pies y la cabeza. Estas danzas se convirtieron en una
parte esencial del entrenamiento para el «trabajo». Su objetivo era ampliar y extender las posibilidades del cuerpo, lo que Gurdjieff llamaba «el centro de movimiento». Es cierto que estas danzas (o «movimientos») podían llegar a ser habituales. Pero en determinadas circunstancias resultaban de una eficacia
sorprendente para alcanzar nuevos modos de conciencia. Uno de los ejemplos más notables lo hallaremos en la autobiografía de J. G. Bennett, Witness, donde se describen las experiencias de Bennett con Gurdjieff en Fontainebleau (el Prieuré) en 1923.

Bennett padecía una disentería, que había contraído en Oriente.
Cada mañana me resultaba más difícil levantarme de la cama y mi cuerpo sufría por efecto del duro trabajo bajo el calor del sol. La diarrea constante me debilitaba, pero de alguna manera conseguía salir adelante.
Finalmente, llegó un día en que no podía estar de pie. Temblaba por efecto de la fiebre y me sentía muy desgraciado ante la idea de que había fracasado. Justo en el momento en que me decía a mí mismo: «hoy me quedaré en cama», sentí que mi cuerpo
reaccionaba. Me vestí y fui a trabajar como de costumbre, pero esta vez con el sentimiento inequívoco de que me sostenía una voluntad superior distinta de la mía.
Trabajamos, como siempre, toda la mañana. Aquel día no pude comer, y permanecí tumbado en el suelo preguntándome si iba a morir. Gurdjieff acababa de introducir una sesión vespertina de ejercicios al aire libre en el bosque de tilos. Cuando los discípulos se reunieron bajo los árboles, me uní a ellos.
Comenzamos con un ejercicio nuevo de increíble complejidad que ni siquiera los más experimentados alumnos rusos conseguían realizar. La estructura de los ejercicios había sido dibujada en la pizarra con símbolos, y la cabeza, los pies, los brazos y el torso tenían que seguir secuencias independientes. Era una tortura para todos nosotros.
Pronto perdí conciencia de todo excepto de la música y' de mi propia debilidad. No dejaba de decirme a mí mismo: «En el próximo cambio me detendré...». Uno tras otro, todos
los alumnos ingleses fueron abandonando, así como la mayor parte de las mujeres rusas...

Gurdjieff permanecía de pie mirando con gran atención. El tiempo perdió la dimensión del antes y el después. No existía pasado ni futuro, sólo la agonía presente de mantener mi cuerpo en movimiento. Poco a poco me di cuenta de que Gurdjieff centraba toda su atención en mí. Había una petición sin palabras que era al mismo tiempo un estímulo y una promesa. No debía abandonar, aunque eso pudiera matarme.
De pronto, me sentí lleno de un inmenso poder. Mi cuerpo parecía haberse convertido en luz. No sentía su presencia en la forma habitual. No existía esfuerzo, dolor, cansancio, y parecía no pesar en absoluto... Nunca me había sentido tan bien. Era diferente del éxtasis de la unión sexual, pues me sentía totalmente liberado del cuerpo. Era la exultación en la fe que puede mover montañas.

Todos habían entrado en la casa para cenar, pero yo me dirigí en la dirección opuesta hacia el jardín de la cocina, donde tomé una azada y comencé a cavar. El ejercicio de cavar la tierra nos permite comprobar nuestra capacidad para el esfuerzo físico. Un
hombre fuerte puede cavar muy de prisa durante un corto período de tiempo, o a un ritmo más lento durante largo tiempo, pero nadie puede obligar a su cuerpo a cavar de prisa durante un período prolongado, aunque posea una gran preparación. Sentí la necesidad de poner a prueba el poder que había penetrado en mí y estuve cavando bajo el terrible calor
de la tarde durante más de una hora y a un ritmo que habitualmente no podía aguantar durante más de dos minutos. Mi cuerpo débil, rebelde y sufriente era ahora fuerte y obediente. La diarrea había cesado y no sentía ya los intensos dolores abdominales que me habían acompañado durante tantos días. Además, tenía una claridad de pensamiento que sólo había experimentado de forma involuntaria y en muy raras ocasiones... La frase «en el ojo de mi mente» adquirió un nuevo significado cuando «vi» el modelo eterno de cada cosa que miraba, los árboles, el agua que fluía en el canal e incluso la azada y finalmente mi propio cuerpo... Recuerdo haber dicho en voz alta: «ahora veo por qué Dios se esconde de nosotros». Pero ni siquiera ahora puedo recordar la intuición que originó esa exclamación.

Bennett fue a pasear por el bosque y se encontró con (Gurdjieff, que empezó a hablar sobre la necesidad que tiene el hombre de «una energía emocional superior» si quiere transformarse a sí mismo. Y siguió diciendo: «En el mundo hay algunas personas, muy pocas, que están conectadas a un Gran Depósito o Acumulador de esta energía... Aquellos que pueden utilizarla
pueden ayudar a otros». Claramente Gurdjieff estaba sugiriendo que él era una de esas personas y que había proporcionado a Bennett la energía necesaria para su experiencia mística. Y añadió: «Hoy has tenido un atisbo de lo que puedes alcanzar. Hasta ahora sólo habías conocido estas cosas de forma teórica, pero ahora has tenido una experiencia».

Bennett siguió caminando hacia el bosque; aún tenía que vivir la parte más importante de su experiencia.
Me vino a la mente una conferencia de Ouspensky. Habló de los estrechos límites dentro de los cuales podemos controlar nuestras funciones y añadió: «Es fácil comprobar
que no tenemos control de nuestras emociones. Algunos imaginan que pueden estar alegres o enfadados a voluntad, pero cualquiera puede comprobar que no puede sentirse
atónito cuando lo desea». Al recordar esas palabras me dije: «Me sentiré atónito». Al instante me sentí abrumado por el asombro, no sólo ante mi propio estado sino ante todo lo
que veía o pensaba. Cada árbol era hasta tal punto único que sentí que podía caminar por el bosque durante toda la vida sin dejar de asombrarme. Entonces me asaltó el pensamiento del «miedo». En seguida me vi temblando de terror. Horrores sin nombre me amenazaban desde todas partes. Pensé en la «alegría» y sentí que mi corazón estallaría por efecto del éxtasis. Vino a mi mente la palabra «amor» y me sentí invadido por sentimientos tan maravillosos de ternura y compasión que me di cuenta de que no tenía la más remota idea de la profundidad y el alcance del amor. El amor estaba en todas partes y en todo. Era infinitamente adaptable a toda sombra de necesidad.

Pasado un tiempo, resultó excesivo para mí; me pareció que si me sumergía más profundamente en el misterio del amor,
dejaría de existir. Quería verme libre de ese poder de ser capaz de sentir lo que deseara y al instante me abandonó.

Sin duda, Bennett atribuía gran importancia a las observaciones de Gurdjieff sobre el «Gran Depósito o Acumulador». Pero para aquel que intenta comprender la esencia de las ideas de Gurdjieff, esto es menos importante que el simple hecho de que Bennett alcanzara un control tan absoluto sobre sus emociones. En efecto, éste es el problema humano fundamental: casi
permanentemente somos víctimas de nuestras emociones; nos vemos siempre impulsados de aquí para allá en una especie de montaña rusa interior.
Poseemos un cierto control sobre ellas; podemos «dirigir nuestros pensamientos» -o sentimientos- para intensificarlas. Ciertamente, la imaginación es la característica humana más destacable. Los animales necesitan un estímulo físico para desencadenar su experiencia. El hombre puede concentrarse en un libro -o en una fantasía- y vivir determinadas experiencias con independencia total del mundo físico. Por ejemplo, puede
imaginar incluso una relación sexual y no sólo experimentar las respuestas físicas adecuadas sino incluso el clímax sexual. Esa curiosa capacidad queda mucho más allá del poder de cualquier animal.
Sin embargo, nuestra experiencia de la imaginación nos lleva a la certeza de que ésta es limitada y que por su misma naturaleza no puede ser sino una pálida copia de la experiencia «real». Las consecuencias de esta presunción inconsciente son mucho más importantes de lo que podemos pensar. Significa que asumimos que el mundo de la mente es muy inferior al mundo de la realidad física, que es una especie de fraude, de ficción. Así pues, cuando nos vemos enfrentados a una emoción dolorosa o a algún problema físico, nuestra tendencia natural es retirarnos y rendirnos. Tendemos a detenernos, no sólo como consecuencia de los diversos grados de fatiga a los que obedecemos llevados por el hábito, sino por diversos grados de autocompasión y aburrimiento. La experiencia de Bennett parece indicar que si
hiciéramos un esfuerzo podríamos alcanzar un cierto control sobre nuestros sentimientos, control que en este momento nos parece milagroso.

El novelista Proust experimentó durante algunos segundos una intensa conciencia de la realidad de su propio pasado -lo describe en El camino de Swann- y pasó el
resto de su vida intentando redescubrir ese curioso poder. Ahora bien, esa vislumbre sería una simple consecuencia del tipo de control que experimentó Bennett. Conocer esto de forma consciente, comprender que no está en nuestra naturaleza alcanzar el punto de ruptura de forma tan rápida y fácil alteraría, sin duda, la concepción del hombre de su vida y sus problemas.

El objetivo fundamental de Gurdjieff no fue otro que el de producir tal alteración en la conciencia humana. ...




 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados