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FRANCISCO NÁCHER: ¿DISFRUTAMOS DE LA VIDA DEBIDAMENTE?
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 08/12/2009 13:38

 

 

¿DISFRUTAMOS DE LA VIDA DEBIDAMENTE?

por Francisco-Manuel Nácher

 

1.- Lo primero que a uno se le ocurre, al oír la pregunta título de

esta charla, es que no, que no está disfrutando la vida como podría.

Porque todos vivimos en el malentendido de que hemos nacido

para ser felices y, como no lo somos todo lo que imaginamos que

podríamos ser, no se nos ocurre más que esa respuesta negativa.

Pero, ¿por qué he dicho que vivimos en un malentendido? Porque

hemos desenfocado la visión real: Hemos nacido para aprender.

Por supuesto que todos tenemos la “obligación” de ser felices. No

cabe duda de que Dios, todo perfección, todo amor, todo justicia, no nos

puede haber creado para que fuéramos desgraciados. En ese caso, no

sería Dios. Por tanto, está claro que nuestro destino es ser felices.

Dios, por definición, es feliz. Y lo fueron los lemures, hasta la

Caída, según nos dicen las Enseñanzas. Y lo son los ángeles, puesto que

sólo ven el bien y sólo hacen el bien. Y lo son los Hermanos Mayores,

que comentan con frecuencia que disfrutan de un buen humor

permanente. Y lo son los Espíritus de la Naturaleza, que celebran sus

fiestas y sus danzas, como muestra el iniciado Shakespeare en “El sueño

de una noche de verano”. Y lo son los animales salvajes. Todos,

armonizados con los ritmos y ciclos de la naturaleza, son felices. Tan

sólo el hombre y lo que con él se relaciona no lo es.

2.- ¿Por qué? Porque el hombre actúa a contrapelo de los ritmos

naturales y eso le crea desarmonías con las vibraciones que configuran la

Creación, y lo enfrenta a las corrientes por las que fluyen las leyes

naturales. ¿Y a qué es debida esa conducta excepcional del hombre? A la

intervención prematura y extemporánea de los Luciferes, que nos hizo

aprender antes del tiempo oportuno la manera de convertirnos en dioses

creadores y nos ha convertido sólo en aprendices de brujos, capaces de

despertar fuerzas cósmicas potentísimas que, luego, no sabemos manejar

ni dominar, por falta de maestría.

3.- ¿Y qué efectos ha producido ese conocimiento prematuro? El

descenso de la conciencia desde los planos etéricos hasta el plano físico.

Y la fijación de esa conciencia en la materia, en lo material, en lo

perceptible por los sentidos, que, realmente, sólo es la cristalización de

lo que hay en otros planos, donde es mucho más real y elevado y

satisfactorio.

Sobre este particular se me ocurre algo muy interesante para

comprender la situación en que el espíritu virginal se encuentra,

encerrado en sus vehículos y en mundos para él desconocidos: Todos

sabemos que existe ya lo que la técnica llama “realidad virtual”. Pero,

¿qué es la realidad virtual? Una ficción, un sistema de percepción que

afecta a todos los sentidos, o a la mayor parte de ellos, de modo que

quien se somete a una sesión de realidad virtual, experimenta todo como

si realmente estuviese viviendo lo que se pretende en esa sesión: luchar

con un león, jugar un partido de fútbol, boxear, navegar, etc., de modo

que no puede distinguirlo de la que llamamos “realidad”. Y yo me

pregunto, ¿y si lo que llamamos realidad no fuese sino una “realidad

virtual” a la que se nos somete en el Mundo de los Espíritus Virginales?

Al fin y al cabo, eso es lo que todos los Iniciados nos están diciendo

desde siempre: que éste es un mundo de ficción, que la verdadera

realidad se encuentra más arriba, a partir del Mundo del Espíritu de

Vida.

4.- A lo largo de miles de vidas, en tiempos mucho más crueles y

duros que los presentes, aunque parezca mentira, y con una mente

rudimentaria, hemos muerto infinidad de veces de hambre, de sed, de

enfermedades incurables y no atendidas, de miseria, de heridas infligidas

por hombres o animales, de pobreza, de debilidad, de falta de apoyo, etc.

Y eso, con aquella mente rudimentaria, nos hizo pensar que lo

importante eran los bienes. Creímos que moríamos por no disponer de

ellos cuando, la realidad era que moríamos en esas condiciones porque

ése era el karma que habíamos generado en vidas anteriores de crueldad,

abusos y explotaciones sin límite.

Hace poco, contemplé un reportaje televisivo sobre los

descubrimientos antropológicos de Atapuerca, en la provincia española

de Burgos, que han hecho retroceder, para los científicos, la antigüedad

del hombre como tal hombre, sobre la tierra, por lo menos hasta hace un

millón de años. Y se hablaba de un grupo de unos cuarenta esqueletos

que se habían hallado juntos. El entrevistador preguntó:

- Esto les habrá permitido a ustedes conocer, por ejemplo, de qué

enfermedad murieron, ¿no?

- No, porque estaban todos sanos.

Tras un momento de sorprendido silencio, el periodista preguntó:

- ¿Entonces, de qué piensan ustedes que murieron?

- De hambre - fue la terminante respuesta.

Por eso, por una parte, tenemos la tendencia a valorar aquello de lo

que estuvimos privados y, por otra, nos domina el miedo atávico a

vernos una vez más privados de ello y tratamos de poseerlo y, a ser

posible, en cantidad. Y nuestra vida es una sucesión permanente de

miedos. Tememos la vida y la muerte; y tememos la enfermedad; la

pobreza; la soledad; el desamparo; la miseria; la crueldad de otros; la

explotación; la injusticia; el ridículo; el qué dirán, el presente y el futuro,

etc., etc.

5.- Claro, en aquellas épocas pasadas, cuando la mente aún no era

capaz de oponerse a los deseos, cabía cierta felicidad en la posesión y

disfrute de bienes materiales. No se vislumbraban otras posibilidades. Es

lo que se refleja en el Antiguo Testamento, en el que Jehová promete a

sus fieles seguidores, como el no va más de la felicidad, muchos hijos,

mucho ganado, muchas riquezas, larga vida, pero nada para después de

la muerte.

Ahora, sin embargo, la mente se ha desarrollado - se está

desarrollando rápidamente - y ya puede pensar algo que contradiga los

deseos. Y empieza a ver cosas que antes no veía. Y se da cuenta de que

está considerando los bienes y el dinero y la fama y el poder y los

placeres, como si fuesen verdaderos valores, cuando la realidad es que

son sólo valoraciones imaginativas nuestras, espejismos, concreciones

de negatividad que desvían nuestra atención de los planos

verdaderamente gratificantes y elevados y productores de evolución.

Porque, uno se pasa la existencia luchando por conseguirlos y sin llegar

a sentirse feliz, ya que, si tiene dinero, está siempre temiendo perderlo y

se preocupa por amontonar más, sin acabar de disfrutar lo que posee; si

bienes, su conservación le exige toda la atención y está siempre

temiendo perderlos (“donde tengas tus tesoros, tendrás tu corazón”, dice

la Escritura); si fama, sabe que en cualquier instante, que siempre llega,

se esfumará, y ha de esforzarse por retrasar ese momento, lo cual le

impide ser feliz; si placeres, sabe que son fugaces como el humo, y

tendrá que esforzarse tras ellos ininterrumpidamente; si poder, no

duerme pensando en que se lo van a arrebatar… Y luego, cuando le llega

la hora de morir, se da cuenta de que, de todos ellos, no se puede llevar

consigo absolutamente ninguno, que sólo eran medios para actuar aquí, a

ser posible positivamente, y en beneficio de los desfavorecidos. Y uno

tiene que aprender en el Purgatorio que aquel dinero que atesoró en

exceso les hacía falta a otros para realizarse como hombres y, por su

culpa, pasaron privaciones. Y que esos bienes que arrebató a otros, eran

algo que se habían merecido en vidas anteriores y no tenía ningún

derecho a arrebatárselo. Y que el poder que detentó era un medio para

hacer el bien que no hizo. Y que la fama era sólo para que sirviese de

ejemplo, aprovechando que las miradas estaban centradas en él. Y que

los placeres, a los que sacrificó a otros, eran sólo momentos fugaces,

simples creaciones mentales, productoras de adicción y sin ningún efecto

positivo y elevador.

Siempre he dicho que los poetas son capaces de expresar en unos

versos grandes verdades que, en prosa, necesitarían muchos volúmenes.

Quiero poner un ejemplo trayendo a colación la última estrofa de un

poema sobre la muerte, de mi libro “El viaje interior”. Dice así

refiriéndose, pues, a la muerte:

“Porque, lo que a ella le importa,

terminada la función,

no es el traje

sino, en esta vida corta,

cuál fue la interpretación

del personaje.”

 

PUEDES SEGUIR LEYENDO EN EL ENLACE

 

 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Mitzi Enviado: 08/12/2009 18:09

“Porque, lo que a ella le importa,

terminada la función,

no es el traje

sino, en esta vida corta,

cuál fue la interpretación

del personaje.”

 

 

Muy significativa frase sobre la muerte.  Gracias por permitirnos disfrutar de este escrito.

 

 

Mitzi


Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: moriajoan Enviado: 09/12/2009 18:38

 

 

¿DISFRUTAMOS DE LA VIDA DEBIDAMENTE?

por Francisco-Manuel Nácher

 

6.- Por tanto, mientras estamos centrados en lo físico, es lógico que

nuestra respuesta a la pregunta del título – “¿Disfrutamos de la vida

debidamente?” - sea negativa. Porque, por un lado, como espíritus que

somos, concebimos un mundo en el que podamos sentirnos felices, lo

cual nos hace pensar que ese mundo es posible. Y, por otro, al estar

centrados en la materia y ser ésta incapaz de proporcionarnos la

verdadera felicidad, que no es material, pensamos siempre, por muchos

bienes o riquezas o poder o fama que tengamos o por muchos placeres

de que disfrutemos, que no somos todo lo felices que podríamos ser.

7.- Tras estas consideraciones ya estamos en condiciones de darnos

cuenta de que hemos entendido mal la pregunta del tan citado título de la

charla, “¿Disfrutamos la vida debidamente?” Y nos percatamos de que

existía un adverbio importante: “debidamente”.

¿Y qué quiere significar “debidamente”? ¿Cómo se puede disfrutar

la vida “debidamente”? Muy sencillo: cumpliendo las leyes naturales.

¿Y qué son las leyes naturales? Simplemente, la voluntad de Dios, las

energías que de Él surgen para crear, mantener, regular y hacer avanzar

Su creación.

¿Y cuáles son esas leyes o, por lo menos, cuáles son las

principales? La Ley de Retribución o del Karma, que hace que recaiga

sobre nosotros el efecto de toda causa que pongamos en movimiento, sea

buena o mala; la Ley de Renacimiento, que hace que muramos y

renazcamos continuamente, poseyendo cada vez las facultades, las

capacidades, la salud, la inteligencia, el estatus social y cultural, etc. a

que nos hayamos hecho acreedores en las vidas anteriores; la Ley de

Unidad, que nos hace tender a unirnos con los demás seres y a constituir

un algo mayor, más complejo y con mayores posibilidades de evolución;

la Ley de Afinidad, que colabora con la anterior, y nos hace acercarnos a

lo que es afín a nosotros; la Ley de Polaridad, que hace que todo tenga

dos aspectos, positivo y negativo, bueno y malo, masculino y femenino;

la Ley que hace que todo conduzca al bien pues, aún el acto más

abyecto, acaba siendo una lección que se aprende y cuyo fruto es el bien;

la Ley del Amor, que es la nota clave de la Creación, y que nos inclina a

amar a todos los seres en base a que todos somos espíritus inmortales,

partes de Dios y, por tanto, constituimos con Él un solo ser.

8.- Para esa adaptación de la vida a las leyes naturales ha habido

distintas interpretaciones. Aún está reciente la afirmación de la iglesia

católica en el sentido de que “los enemigos del alma son “el mundo, el

demonio y la carne”. Y, como consecuencia de ello, nacieron los cilicios,

las flagelaciones, los ayunos y penitencias suicidas y una serie de

actitudes que condujeron a la negación de todo valor a lo que no fuese el

espíritu. Recordemos los versos atribuidos a Santa Teresa de Jesús:

Vivo sin vivir en mí

y, tan alta vida espero,

que muero porque no muero.

Esas posturas han condicionado las vidas de millones de hombres y

mujeres, constriñéndolas a conductas y emociones totalmente ilógicas y

antinaturales. Recordemos la rigidez de algunas sectas protestantes, y la

de la propia iglesia católica de determinadas épocas, que han impuesto a

sus adeptos normas de vida estrictas que habían de seguir a la fuerza,

obligados por una fe ciega e irracional, por un miedo al castigo eterno

fomentado ex profeso, por los prejuicios y por el qué dirán.

El mundo es el plano más denso entre los que discurre nuestra

evolución. Y, para ésta, es necesario. Si no existiese el mundo físico, nos

sería imposible evolucionar.

El cuerpo físico es el instrumento más evolucionado de que

disponemos. Es nuestra mejor herramienta para evolucionar. Aquí, en

este mundo y en este cuerpo es donde hemos de practicar y utilizar

nuestra mente y nuestro cuerpo de deseos y nuestro libre albedrío, y

errar, si es preciso; pero nos permite, primero aquí mismo, y luego en el

Purgatorio y en los Cielos, aprender las lecciones evolutivas de las

escenas que aquí hemos protagonizado.

Lo que la iglesia llama ”carne” es, en realidad, la tendencia innata

al sexo. Pero el sexo, en sí, no es más que una manifestación de la ley de

la polaridad. El espíritu se une a la materia y nace el Universo; el

Espíritu Virginal se une a la Personalidad y nace el Cristo Interno; el

hombre se une a la mujer y nace el niño. El sexo, pues, es sagrado. Y es,

además, una función completamente normal, como lo es el comer o el

beber o el dormir. En sí, no tiene nada de negativo. Otra cosa es el uso

que de él se haga, como ocurre con la electricidad o la fuerza atómica o

cualquier energía a nuestro alcance. Si se emplea para su finalidad

natural, es un milagro a la disposición del hombre: poder traer a la vida a

un espíritu hermano. Si para buscar el placer, se está degradando y

polucionando y empleando contra las leyes naturales. Pero esa

consideración de que el sexo es en sí algo vergonzoso, que debe ser

disimulado y ocultado no es correcta. Es sólo consecuencia del hecho de

que San Pablo era, antes de seguir a Cristo, un fariseo ortodoxo y, en sus

Epístolas, no pudo desprenderse totalmente del prejuicio que su escuela

tenía sobre el sexo. Cristo, en ningún momento, habló mal ni del mundo,

ni del cuerpo. Perdonó a la mujer adúltera y aceptó entre los suyos a

María Magdalena, que fue, además, según las Escrituras, la primera

persona a la que, tras Su resurrección se apareció.

Tampoco la idea ortodoxa sobre el “demonio” es correcta ni ha

hecho ningún bien. Ese demonio, personalizado en un ser con cuernos y

rabo, que disfruta asándonos en su infierno eterno, es una pura ficción

para asustar a los ingenuos. Lo que hay son los Luciferes, que son

ángeles. Retrasados, rezagados, pero ángeles. Y que están tratando de

evolucionar aprovechando para ello a los hombres, exactamente igual

como nosotros estamos haciendo con los animales, cuyas especies

alteramos, extinguimos o clonamos y cuyos individuos utilizamos para

experimentar enfermedades y medicamentos y para alimentarnos y para

vestirnos.

Esos tres enemigos del alma tradicionales, más la presentación de

un Dios - el del Antiguo Testamento - que se irrita y se puede aplacar

con sacrificios, que es celoso de su poder, que crea al hombre imperfecto

- puesto que peca - y, luego, lo condena por toda la eternidad por sus

pecados, han hecho que la Humanidad haya vivido durante miles de años

atemorizada, sintiendo el que aún en la misa se denomina “temor de

Dios”, como si se tratase de una virtud. Es decir que, a los miedos

atávicos e inevitables antes citados, el Antiguo Testamento y la iglesia

añadieron el temor de Dios, el miedo a Dios. Aún recuerdo un versito

que se nos enseñaba cuando niños, que es una muestra de cómo se ha

inculcado ese miedo irracional y jamás justificado, a los niños, y que ha

supuesto, para toda su vida, un prejuicio condicionante. Decía así:

Mira, que te mira Dios;

mira, que te está mirando;

mira, que te has de morir;

mira, que no sabes cuándo”.

 

PUEDES SEGUIR LEYENDO EN EL ENLACE

 

 http://www.fraternidadrosacruzmadrid.com/fmnacher/conferencias/C-34%20DISFRUTEMOS%20DE%20LA%20VIDA%20DEBIDAMENTE.pdf

 

 


 
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