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ROBERTO RUGGIERO: La Nueva Jerusalén o la Ciudad de Cristal.
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De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 14/03/2010 15:02

 
 

La Nueva Jerusalén o la Ciudad de Cristal.


Conferencia dictada por el Sr. Roberto Ruggiero.
 
 Los grupos esotéricos nos reunimos regularmente, con una finalidad: incentivar el cultivo del
 conocimiento en cada uno, para que éste vaya haciendo su obra.
 La primera etapa, la de instrucción espiritual, es relativamente fácil; trata de cultivar el
 conocimiento, de satisfacer el intelecto.
 La parte inmediata, que comprende adonde quiere llevarnos la instrucción espiritual, lleva
un poco más de tiempo.
 El propio Cristo, conociendo las necesidades del adelanto, llegó a preguntar “si la lumbre que había en
 cada uno era luz o tinieblas”. Esta duda partió de un maestro y tenemos que darle el debido
 valor. Veamos qué es Luz.
 Cuando en las noches estrelladas nos extasiamos contemplando el firmamento, no siempre pensamos
 lo que realmente representa. La luz que emanan las esferas es una expresión de espiritualidad
y de adelanto. Luz es espíritu en manifestación y una muestra a lo que la Tierra quiere conducirnos.
 La luz de las estrellas demuestra su progreso y son un ejemplo de nuestra posibilidad. ¿Cómo hacer?
Es lo que intentaremos determinar.
 Determinando con claridad nuestros problemas los vamos enfrentando y resolviendo. El hecho de
 reunirnos aquí prueba nuestra intención de comprender y alcanzar más.
 Se vive una etapa en que el alcance humano todavía es relativo. Es relativo hasta para nosotros mismos.
 Las modalidades y costumbres en la Tierra se fueron confundiendo; la humanidad se presenta,
 externamente, de la forma más amable posible y desea ser comprendida y respetada y todavía
 no siempre se siente el deseo de ser totalmente sinceros. Hay un alerta permanente, un cuidado
de presentarnos, aparentemente, muy bien. Pero, ¿es ese nuestro aspecto interno? Porque al no
 presentarnos como somos, perdemos la oportunidad de alcanzar la corrección necesaria.
 Vds. tienen que recordar que cada época representa una etapa fundamental y nueva; aunque nadie
 se pierde y hay tantas oportunidades como se necesiten, no por esto debemos tornarnos displicentes
 y dejar siempre para después. Todos los momentos del día están bajo nuestra responsabilidad y
 son útiles. Desde el momento en que el ser desenvolvió conciencia propia y tomó su propia dirección,
 debe ser cuidadoso para aprovechar las circunstancias y éstas son de demasiada
 importancia para desestimarlas.
 La secuencia rápida que vamos a presentar, es para valorizar debidamente nuestra etapa actual,
 como oportunidad que no podemos desaprovechar.
 La primera época, Polar, se reduce apenas a la vida de un cuerpo denso. Para la época inmediata,
Hiperbórea, se le dio a este cuerpo denso vitalidad, vida y crecimiento. La época Lemúrica se
caracteriza por el nacer de los deseos; hubo, así, incentivo para la acción. El Lemur contó con un
 cuerpo de deseos y comenzó a actuar. A seguir, los Atlantes recibieron la mente, la posibilidad del
 pensamiento; ahora estamos en la etapa inmediata Ariana. ¿Cuál es la característica de ésta?
 Estamos cultivando y perfeccionando los dos últimos elementos o vehículos recibidos: el cuerpo
 de deseos y la mente, que tenemos que darles crecimiento, para que el resultado nos sirva de
 base para la próxima etapa. De lo que se realice en esta etapa de crecimiento de la mente y del
 cuerpo de deseos, saldrá el vehículo que nos permitirá desenvolvernos en la Nueva Galilea: el
 cuerpo – alma, que servirá para alcanzar la etapa venidera superior, que se nos promete será la
 “Jerusalén de Cristal”, donde todo será luz y donde no existirá influencia ni de la luna ni del sol.
 La etapa venidera va a ser de luz, el nuevo medio de manifestación será el cuerpo – alma, que se
está cultivando en estos momentos, con el esfuerzo que cada uno es capaz de realizar.
 A la humanidad no se le exige; se le invita y se le impulsa a realizar su parte, para merecer alcanzar
 el progreso y el desenvolvimiento futuro.
 Enfrentamos así un cambio trascendental. Si fu fácil el recibir en las épocas anteriores, ahora la
 condición cambió: cada uno debe trabajar y realizar la labor necesaria que requiere la Nueva
 Galilea, que a veces se confunde con la Era cósmica de Acuario. No es así. La era de Acuario
 es relativamente inmediata, aunque en realidad faltan más de seis siglos; la fecha exacta sería
 el año 2654. Entonces el Sol entrará en la constelación de Acuario. Esto representará ayuda
 estelar. Fuerzas amigas que se conjugan para dar una ayuda a nuestro sistema se traslada en su órbita,
 para recibir un impulso poderoso. Aunque la Tierra parece inmensa, nada es en comparación del
sistema solar. Este se traslada para enfrentar grupos estelares amigos, que secundan la labor
del Creador. Es una época de nueva ayuda, impulsadora.
 Todos los doce grandes grupos de constelaciones que enfrenta el sistema a través del año
 sideral de 25.868 años, son inteligencias que cooperan con Dios. Debe ser motivo de meditación
 la inmensa labor que se realiza para que el espíritu crezca y se desarrolle. En Egipto se adoró
al Toro (Tauro) que precedió al Carnero (Aries) y actualmente Piscis, que será sucedido por Acuario,
 para un impulso valiosísimo, intelectual y científico.
 La época de la Nueva Galilea no es una influencia externa o cósmica; es una etapa de cambio
 par la Tierra y su atmósfera, que se irá haciendo más etérica.
 No se extrañen que, a veces, el conocimiento les haga pensar con un cierto cuidado, porque es
tan profundo y tan serio lo que se realiza, que a veces se presenta en forma un poco
compleja, hasta para aquellos que están acostumbrados a estudiar; no siempre separan un hecho
 de otro, pero si lo planteamos es para que sientan lo que representa cada hecho y para que no
 desestimen el momento que estamos viviendo. Este es de preparación para una nueva etapa, en
 que la humanidad pasará a una época pletórica de luz, en un vehículo, ahora sí, obra de nosotros mismos.
 La nueva tarea es construir este vehículo y a esto se refiere el Cristo cuando dijo “si había luz o
 tinieblas en cada uno”. Esta advertencia se hace indispensable para el espiritualista, aunque
 tengamos que enfrentarnos a nosotros mismos. No para los seres del mundo en general, que están
 abocado a otras necesidades; todavía viven de acuerdo a su interés, a su conquista del medio, sin
 valorizar lo que representa la conquista espiritual. El que ya siente adentro de sí mismo una
 inquietud, que le hace buscar este sendero. Está frente a la etapa definitiva y en este momento
 cada uno debe de hacerse un análisis muy cuidadoso, para sabe cómo desenvolver esta luz que
está en todos sin excepción, pero que se desenvolverá de ahora en adelante, de acuerdo al trabajo
 que cada uno haga en ese sentido.
 Decimos que los ojos son las ventanas del alma y decimos una gran verdad; es un conocimiento
 oculto. En los casos de obsesión, en que un espíritu elemental consigue entrar en un cuerpo
ajeno, puede dominar la mente y los movimientos, pero lo que no puede dominar es la vista. La
 manera de conocer cuando el ser es ajeno o es él mismo, es encender una cerilla y aproximarle
 al ojo. Si tiene movimiento y parpadea, es el dueño del cuerpo. Ese es el control. Los ojos son
 la expresión del ser interno. San Lucas en el Cap. 11, Vers. 30/36 afirma: “Los ojos son la ventana
 del espíritu”. Nosotros tenemos que dar, a través de nuestros ojos, toda la sinceridad de que somos
 capaces de expresar. Es curioso cómo los demás observan y saben analizar. Es decir: no
 engañamos con facilidad. Los demás perciben nuestro estado.
 Hay una exigencia en nuestra época que no es nada más que un preámbulo de lo que será la época futura,
en que cada ser se enfrentará uno a otro tal cual es, porque será de luz y el cambio que proyecta será
 el que cada vez serán, como dijimos, más etéricas las condiciones. Las ventanas que son nuestros
 ojos se desarrollarán. Vds. pueden deducir, por analogía, que esta época de Jerusalén de Cristal está
 muy distante todavía, pero lo que se preparen serán los adelantados. Este cambio demorará
 suficiente tiempo, como para que cada uno sea el artífice de sí mismo. No prevalecerá más la
 apariencia o como queramos presentarnos a los demás.
 Hoy podemos, todavía, actuar por el que dirán, pero es ropaje que ya no nos servirá más. El
espiritualista comienza a comprender la finalidad de la enseñanza espiritual y, por consiguiente,
 reconoce que estos métodos mundanos de cuidar solamente la apariencia externa ya no sirven.
 A través de la meditación comienza a formar su nuevo programa, en el que no puede eludir ninguna
 respuesta; debe preguntarse a sí mismo lo que desea y procurar realizar esto ahora. Hemos procurado
 advertirles; no nos engañemos con lo que hay en nuestro interior, no sea que pensemos que es luz,
porque el Cristo advierte que pueden ser tinieblas.
 No pretendemos que estas palabras sean un sermón, nada de eso. Nuestra finalidad es instruir,
 advertir y dar reglas para alcanzar objetivos concretos y definitivos. ¿Hay alguna regla para alcanzar
 este objetivo? Sí, la hay concreta y definida.
 Cuando en la vida material se alcanza determinado triunfo, no el accidental, de juego, la regla general
es marcar este objetivo y trabajar persistentemente hasta alcanzarlo.
 Esta regla es la misma que para la conquista espiritual. Cuando en determinado momento de la
 existencia en la Tierra, la inquietud espiritual nos habla de alcanzar ciertos medios de mejoramiento
 espiritual, tenemos que estudiar lo que queremos.
 Eso tiene que ser objeto de meditación, de formar el programa de lo que queremos alcanzar. ¿Cuál
 es la acción meritoria a nuestros ojos y útil para la humanidad? Este programa tiene que tener
 motivos ajenos a los comunes del mundo. Donde nos impulse el interés de lucimiento, de tener
 más que los demás, fracasaremos. Si no es expresión superior, es mejor liberarnos del proyecto. No sirve.
 Esto es una enseñanza. Sólo podemos proyectar y meditar un programa de alcance, cuando ha
 brotado una necesidad de ayudar a los demás y colaborar como lo hicieron con nosotros. Todo
 nos fue concedido por una ayuda monumental. Disfrutamos de un mundo, pero que no lo hicimos
 nosotros. Todo nos fue concedido y ha llegado el momento de pensar cuáles son nuestros deberes
 y cómo retribuir lo que nos fue dado.
 Si éste es el clamor que se levanta, si éste es el propósito que nos anima, la regla es la misma que se
 emplea en el trabajo material; hacer un programa cuidadoso, es decir: deseo alcanzar tal meta,
 que no es egoísmo, ni vanidad, ni amor propio, ni asomo de querer sobresalir; es un clamor interno
 de integrarse, de hacer el bien. Cuando es esto la base de nuestro deseo, formulemos el programa
 y démosle andamiento, que no hay fuerza en parte alguna que pueda impedir su concreción.
 Esta es una verdad que tienen que repetírsela, darle verdadero valor; lo que es cada uno, internamente
 divino, nadie podrá impedir que se manifieste. Esta es la regla de oro: persistir hasta alcanzar
 facultades, poder, todo; a nadie le será negado si es con una finalidad de amor y de bien. Pero no
 se sorprendan; si algo quieren alcanzar, las circunstancias les exigirán un cierto sacrificio; nada
 de valor se alcanza sin esta cuota particular.
 Si vamos a dar lo que tenemos en abundancia, no estamos dando nada en verdad. Si queremos
 vivir la vida superior, tendremos que afrontar un riesgo que no tiene excepción: la cuota de sacrificio
 en el que cada uno aportará su parte, para demostrar la verdadera disposición que le guía.
En cada conquista está la prueba correspondiente; si damos lo que nos sobra no estamos dando
 nada; pero si damos lo que nos cuesta, en ese momento empezamos a dar de verdad. No se alcanza
 el sendero espiritual fácilmente, porque este sendero verdadero tiene exigencias también verdaderas.
 Aquí, en nuestra Institución, pasamos momentos juntos, conversando sobre las necesidades del mundo
 y de cada uno; las conclusiones a que llegamos a veces no son fáciles, porque después de cada
 conclusión verdadera, existe un cierto esfuerzo que tiene que ser verdadero también.
 Un ejemplo de tantos, el del joven rico de la Biblia, para dar una pauta. Al paso del Cristo marchaban
 seres que le querían acompañar. Entre ellos un joven muy bien intencionado que tenía un
 buen patrimonio y entonces pensó en complementarlo con lo espiritual y le dijo al Cristo:
 ¿Cómo puede hacer para seguirte?
 Vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y acompáñame. Así de simples son las conquistas
 verdaderas; Pero que difícil es decidirse.
 Así como planteamos el problema, decimos: la humanidad está en la Tierra para pisarla victoriosamente;
 las debilidades nada construyen. Es necesario analizarnos para saber lo que queremos y si es lícito
 tenemos que alcanzarlo. Si todavía no están fuertes, hagan como el rico y sigan pensando. Lo que
no podamos hacer ahora, lo haremos más adelante. Los Hermanos Mayores de decidieron y pasaron
 las mismas circunstancias de pruebas que pasan todos, pero triunfaron. Como ellos, todos
alcanzaremos, por eso procuramos que el momento que pasamos juntos, pueda establecerse
 en qué consiste ese ideal.
 Tenemos sumo cuidado de no engañarles, de no ilusionar o entretenerles imaginando poderes,
 sin decirles cómo se alcanzan. Expresamos verdades que pueden ser aplicadas y alcanzadas,
 pero les advertimos que no deben precipitarse, que mediten despacio; sepan que nadie está
 perdiendo su tiempo, leyes muy sabias les están acompañando inteligentemente, para que todos
 los momentos de la existencia sean útiles y sabios. Aún vivimos momentos de titubeo, de
contradicciones, de alternativas; hay momentos especiales que ascendemos a los cielos, y en
 otros, disminuye nuestro impulso, pero no se está perdiendo el tiempo, leyes sabias
 están acompañando a cada uno.
 Cuando se congregan a asistir a un tema espiritual, están siendo acompañados por mensajeros
 celestes que ayudan a que cada uno tome decisiones. Si Vds. las toman, ellos saben cómo hacer
 para que las alcancen; dejen la sabiduría con ellos, pongan Vds. la cuota de perseverancia que
 les va a exigir persistir en un ideal, y así habrán transitado por la Tierra y alcanzado a vivir
 victoriosamente. No estamos solos.

 

 

 

 

 
 


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