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ROBERTO RUGGIERO: La sangre, vehículo del Ego (I)
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De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 14/08/2016 20:24




La sangre, vehículo del Ego (I)

Conferencia dictada por el Sr. Roberto Ruggiero.
 
 Una de las exigencias establecidas para oficiar de Auxiliar Invisible es el conocer Anatomía y
 Fisiología. Naturalmente, como auxiliar para la curación este conocimiento es fundamental.
 El Estudiante Rosacruz, aspirante a esta categoría espiritual,
tiene, también que dominar el conocimiento
 de los componentes y e funcionamiento de su propio cuerpo, del que depende su crecimiento anímico.
 Decimos que depende el crecimiento espiritual del cuerpo físico porque el Creador impulsiona
el progreso comenzando por el medio denso, estable. Largas edades, incontables, se necesitaron
 para que la humanidad tuviera su vehículo material, hoy tan maravillosamente constituido.
 Al llegar a esta etapa de hoy, en la que se alcanzó plena conciencia física y en la cada uno se dirige
por sí mismo; habiéndose la humanidad liberado de todo espíritu grupal y trabajando para
 independizarse hasta de la dirección de Espíritu de Raza, lo que le dará la posición ideal del
auto-gobierno completo, debe comenzar a espiritualizar su cuerpo denso, por
 haberse cumplido esa etapa inicial.
 Sabemos que falta mucho tiempo para la nueva etapa etérica, pero como los pases en la Evolución
son graduables y lentos, la sangre, que es el tema que vamos a procurar desenvolver, ya está
 tomando la iniciativa de cambio. En nuestro interior, en la parte más profunda del organismo, ya no
se licúa, está circulando en forma de gas y veremos cómo influye esto
en la vida y en el progreso del individuo.
 En la gestación, pasado el período de 18 a 21 días de realización de la unión de los sexos, el Espíritu
entra en la nueva matriz de la madre, cerrándose en su concha  de deseos y mental. Comienza,
así, el proceso, siendo la sangre de la madre el medio de crecimiento.
 En esa primera etapa, la sangre tiene aspecto de núcleos y realizará su cambio cuando se complete el
 “cordón plateado”. Este comienza su crecimiento desde el átomo simiente del corazón y se prolonga
 hasta el plexo solar y el mismo camino hace desde el gran vórtice
del hígado hasta la unión de los extremos.
 Es cuando la madre comienza a sentir movimientos del nueve ser; más o menos a los cuatro
meses y medio. Desde ese momento la sangre pierde su aspecto primario y se va haciendo normal.
 Esto es: como vehículo del Ego toma su condición y cualidad individual, por lo que si bien
sigue siendo alimentada por la madre ya se va individualizando.
 ¿Por qué este tema? Porque depende del cuidado que tengamos con este precioso elemento todo el
crecimiento espiritual a que aspiramos. Veamos cómo.Influencia de los éteres.
 La sangre es una esencia, expresión del cuerpo vital, del que depende. Y el crecimiento del
cuerpo vital en períodos de siete años marca posibilidades mayores para ese medio espiritual; los éteres
tienen estrecha relación con este proceso.
 Cuando se dice que un niño es esencialmente imitador o receptivo es porque las polaridades
 positivas de sus éteres no se manifiestan de inmediato, sino que funcionan sólo las negativas, que
 le dan esa aptitud, en la primera etapa de la vida.
 Sabemos, por medio del conocimiento rosacruz, que a los 7 años el individuo llega a adquirir pleno
desenvolvimiento el Éter Químico, que es el que produce el crecimiento rápido en el futuro. A los 14 años
es el Éter de Vida el que alcanza su plenitud, manifestándose su polo
positivo con la aparición de la pubertad.
 La glándula Timo, que contuvo hasta ese momento una reserva de glóbulos maternos,
deja de funcionar, produciendo el adolescente en adelante su propia sangre; siente
el joven por primera vez la tendencia a expresarse como un yo individual.
 El Éter Luminoso encargado de la circulación y del calor de la sangre, alcanza plena
manifestación a los 21 años; desde ese momento el Éter Reflector es el que se desarrolla
 hasta los 28 años, llamada la etapa de maduración o responsable, por este motivo. Las
edades de 35, 42 y 49 años marcan otras etapas, en que la sangre es el principal factor,
 porque sin ella no habría manifestación individual.
 El estado de la sangre como vehículo de expresión del Ego individual depende de tres
 circunstancias, principalmente: su temperatura, de la alimentación que proporcionemos a
nuestro organismo y del comportamiento del ser que la influirá directamente.
 El Espíritu interno, como “chispa divina”, requiere para mantenerse dentro del cuerpo
 determinada nota vibratoria producida por la adecuada temperatura de la sangre, por lo que
se califica a este precioso elemento como vehículo del Ego y principal vía de expresión. Se
comprueba esta influencia en los cambios extremos de temperatura: cuando se
eleva demasiado el calor en la sangre, por las fiebres principalmente, es que la persona tiende
a adormecerse. En la sensación contraria sucederá lo mismo: si la sangre se enfriara
anormalmente, se producirá un desmayo, que de hecho redundaría en lo mismo: la salida
del Espíritu del cuerpo. Tan importante es la temperatura de esa esencia
preciosa en el metabolismo interno.
La alimentación como factor. Ese precioso elemento, de acuerdo al alimento que ingerimos
se convertirá en la conductora de sustancias que ayudarán o perjudicarán al organismo. La sangre
 arterial es la principal conductora de sustancias terrosas, en contraposición a la sangre venosa.
 La calidad del agua que bebemos y el alimento que llevamos a nuestro organismo es de
 fundamental importancia, porque los alimentos y el agua contienen sustancias terrosas
que van produciendo un depósito y endureciendo el sistema circulatorio, al cerrar el
pasaje de la sangre por los diminutos vasos capilares, disminuyendo el riego sanguíneo
 y acortando la existencia. De ahí que la elección de la alimentación sea de tanta
 importancia para prolongar la vida física.
 Existen tablas de valores alimenticios que indican la proporción de sustancias terrosas, no
digeribles, que contiene cada alimento, aconsejándose comer verduras y frutas frescas
principalmente. La carne, aunque contiene proteínas que restauran los tejidos, es productora
 de ácido úrico y responsable en parte de la aparición de las arterioesclerosis. Se sustituye
muy bien con legumbres en vainas  chauchas o porotos. El chocolate es rico en calorías,
 sin esas sustancias terrosas; el cacao, en cambio, contiene gran proporción de ellas, que
 lo hacen muy perjudicial. Las frutas cítricas son antisépticas y los cereales antitoxinas.
 El agua debería ser tomada y usada en la alimentación exclusivamente destilada. Pero
 desgraciadamente no hay facilidades para obtenerla destilada.
 Como factor a considerar es la necesidad, en proporción adecuada, de la presencia de
 hierro en la sangre. El ha influído en nuestro desenvolvimiento individual en forma de
 hemoglobina que provino inicialmente de Marte y que con el oxígeno solar posibilitó
 el calor indispensable para que cada ser se manifieste a través de su organismo.
 Como dijimos, el Ego divino en principio no puede actuar si no tiene un determinado calor
 que lo circunde; esto se posibilita por la combustión que se realiza al entrar el oxígeno del
aire a nuestros pulmones y encontrarse con el hierro de nuestra sangre, produciéndose el
calor, medio necesario que a modo de termostato regula el Éter Luminoso en condiciones normales.
Importancia del temperamento. La influencia marciana también intervino en el carácter
 humano. La pasión envolvió a la humanidad; el temperamento fuerte hizo perjuicios en el
organismo. La sangre que debería haber sido el vehículo sutil, espiritual esencialmente
 precioso, se fue, en cambio, recargando y modificando con la pasión – que cultiva la
 naturaleza del cuerpo de deseos inferior  y dando lugar, además, al temor, la inquietud
y la tristeza; aspectos que detienen el progreso.
 El temperamento de cada uno está influyendo a favor o en contra del adelanto espiritual y
 tiene también consecuencia colectivamente. El no controlar el temperamento va interfiriendo
 con las posibilidades espirituales del propio crecimiento. En el conjunto y con el transcurrir de
 los tiempos, como consecuencia, hizo cambiar hasta el medio espiritual de la Tierra. Cuando
 repetimos que todos los actos humanos tienen repercusión, lo hacemos conociendo las
consecuencias que a través de los tiempos tuvo la conducta humana en el medio ambiente.
 Si un Salvador se hizo necesario, lo fue para que con Su vida, Luz y Poder se mejoraran las
 condiciones espirituales de la Tierra perjudicadas por el error humano y además posibilitó
 atraer individualmente un mejor elemento espiritual que se tradujo en crecimiento interno,
que dio lugar a una mejoría de este elemento. El Cristo tiene participación directa en la Evolución
 humana, no como un símbolo o un mito sino como una fuerza impelente y realizadora que, año
a año va penetrando en nuestro planeta, aportando Su poder solar y cambiando las condiciones
espirituales, para que nos movamos en un ambiente mejor. 






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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: moriajoan Enviado: 14/08/2016 20:25

 La sangre y “La Crucifixión”.
 
 La importancia de la sangre nos la da el hecho de que en la Crucifixión tuvo que correr.
 Un Líder espiritual de la categoría de Moisés pudo partir envuelto su cuerpo en luz, así como
 Buda se iluminara, mientras que el cuerpo del Cristo tuvo que ser herido en varias partes
 y sangran. Y ¿por qué esta diferencia?.
 Los líderes espirituales que citamos, Moisés y Buda, tienen una larga trayectoria terrena, pero
 como tienen pasado, tienen futuro, que los hará regresar a la Tierra, es decir, están ligados a
 la rueda del Renacimiento, porque forman parte de la humanidad. Pero como el Cristo es un
 Arcángel, no está sujeto a esa ley del Renacimiento y no lo alcanza tampoco la ley de
Consecuencia, su sangre tenía que correr, debía ser depurada de cualquier impureza que,
 por ventura, estuviera en el medio ambiente, de manera que ninguna consecuencia lo atara
 al renacimiento. No volvería jamás a tener un cuerpo físico.
 Cuando la Biblia se refiere a la vuelta del Cristo, dice que “volverá en los aires”, o sea en cuerpo
 vital, etérico, para los Iniciados capaces de verlo. Ese es el motivo por el que es conservado
 el cuerpo vital de Jesús, necesario para hacerse visible a la vista espiritual.
 Tan trascendental es la importancia de la sangre en la evolución, que los padres de Jesús – que
 le iban a suministrar el cuerpo físico – fueron elegidos con el máximo cuidado; era preciso
encontrar quienes fueran capaces de realizar el acto creador sin pasión para que la sangre de
Jesús estuviera totalmente libre de impurezas.
 José y María eran Iniciados, que se unieron para cumplir ese acto como una sublimidad y gestar lo
 más perfecto que se podía producir en la Tierra. El Cristo tomó ese cuerpo, debidamente preparado,
en el Jordán, con el Bautismo. Hizo la ceremonia Juan el Bautista, porque él, como “el mayor nacido de
 mujer”, tenía que servir de protección en ese acto, de la mayor trascendencia, en que el cuerpo
era abandonado voluntariamente e inteligentemente, para ser tomado por un Arcángel. No podía
haber errores; no podía haber interferencias de fuerzas del mal. Ese acto tan delicado y decisivo para
el crecimiento espiritual humano, tuvo que ser controlado por alguien como Juan el Bautista.
 El desenvolvimiento del Cristo lo conocemos a través del Nuevo Testamento. Es una vida dedicada
 absolutamente al bien, al amor universal; es lo que el Cristianismo o la Nueva Enseñanza
quiere generalizar en la Tierra, para el propio Beneficio humano.
 Cuando se dice que el Cristo dejaba a los Apóstoles, sin estos saber adonde se retiraba, era para ser
 atendido por un grupo de sublimes Iniciados Esenios, que daban asistencia a su cuerpo, cuando
 necesitaba restaurarse. Un Arcángel imprime al cuerpo denso una nota tan elevada, que éste no resistiría;
sus átomos y moléculas se hubieran evaporado. Por eso el Cristo lo abandonaba en manos
 de esos Esenios o Terapeutas, que sabía, como adelantados, tratar el cuerpo denso y hacer que tomara
su ritmo normal. Grandes Seres, envueltos en el mayor sentimiento, comprensión y admiración
rodearon al Cristo, para hacerle posible su extraordinaria y sacrificada misión.
 De los Apóstoles sabemos que todos fueron elegidos cuidadosamente, para que cumplieran la difícil
tarea de establecer una nueva dispensación religiosa; es decir: iniciar un esfuerzo para hacer posible
una nueva fe, consiguiendo dejar atrás lo que estaba establecido, desde mucho tiempo, por
 sacerdotes tremendamente poderosos y temidos. Por lo tanto, los Apóstoles tuvieron que hacer enormes
esfuerzos para establecer esta nueva orden religiosa y sabemos cómo, uno a uno, fueron siendo
sacrificados. El medio no podía comprender, en ese entonces, la sublimidad de la nueva creencia. Pero
fue establecida y hoy disponemos de ella, como una nueva orientación, más adelantada, que
 representó para el mundo una posibilidad que no existía: “el perdón”.
 La Ley de Consecuencia actúa todavía como medio de progreso exigida aún por las circunstancias, pero
 la nueva ley establece una norma superior, de perdón y de olvido de los posibles errores cometidos
en el pasado, a los que sean capaces de cambiar, corrigiendo sus acciones. El perdón está siempre
supeditado al mérito, al cambio que cada uno debe conseguir realizar en sí mismo.
 El Cristo posibilita, mejorando las condiciones de la atmósfera espiritual de la Tierra, purificándola,
un medio ambiente más propicio, para que la humanidad con este apoyo fundamental, se decida
a hacer una cambio en su actitud, en su temperamento, en su desenvolvimiento, que le dé el derecho
a acogerse a esa ley superior. La sublime ley de Consecuencia nunca es punitiva; es correctiva;
 para educar. Termina su acción, cuando no es más necesaria.
 
La sangre como árbrito post-mortem.
 
 Volvamos al hecho de que la sangre del Cristo tuvo que correr en el Gólgota, como condición
para poder dejar el cuerpo. La sangre tiene la particularidad de ser receptáculo de todas las imágenes
 producidas por nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. El Éter Reflector que entra con el
aire en nuestro organismo, mediante la función respiratoria, es el encargado de imprimir estas imágenes;
que van formando un panorama completo de nuestra existencia. Un hecho mas,
extraordinario, en el Plan del Creador.
 La función del panorama en el estado post-mortem es la siguiente: con la partida o llamada muerte,
al abandonar el cuerpo denso, el cuerpo vital desenvuelve las imágenes del panorama de la vida que
acaba de terminar ante la vista del que parte, con la finalidad de mostrarle las causas y efectos
de su desenvolvimiento, siendo los errores cometidos, sentidos en ese estado espiritual más
 intensamente, lo que da motivos de arrepentimientos que forman el “purgatorio”. Lágrimas de
 verdadero dolor se vierten por la vergüenza de los equívocos cometidos, que serán la base
de futuros mejores propósitos e impulsos para volver y hacer una nueva vida, más perfecta. Las
buenas acciones son estímulos gloriosos que fortalecen y producen bienestar en un cielo “de
descanso” que sigue a la etapa primera purgatorial. Así se educa y estimula la
 sabiduría del Creador, del Gran Arquitecto.
 Tan importantes son las imágenes que se imprimen en la sangre en este proceso, que el propio
Cristo no las pudo evitar; las acciones de su vida, injusticias y martirio que sufrió quedaron en su
 sangre, por lo que ésta debía correr para que no quedara vestigio y consecuencia. Las leyes
 espirituales son expresión de sublime perfección y tienen que ser cumplidas,
 incluso en el caso del Cristo.
 Las exigencias de las leyes espirituales, aparentemente tan severas, son necesarias para que
éstas logren su finalidad: desenvolvimiento de la divinidad interna de cada ser.
 Y como es en el Macrocosmos o individuo, donde la sangre, como esencia primordial, regula
el adelanto y es el medio por el que Dios vigila el programa humano. A más sutil, a más etérica,
mayor poder para el crecimiento hacia una meta ideal, de perfeccionamiento. Por lo tanto, si
por falta de comprensión la sobrecargamos, iremos en contra de nuestro progreso. Porque a
mayor sublimidad de esa esencia preciosa, mayor es la posibilidad de
 combustión y alquimia interna espiritual.
 
La sangre y la Iniciación.
 
 La columna vertebral es un horno de fusión espiritual, que va ascendiendo y tornándose luminosa
de acuerdo a los esfuerzos que realicemos en el sendero de la virtud. Asciende, decimos, hasta llegar
 al cerebro, permitiendo alcanzar la separación consciente del vehículo denso, condición tan ansiada
 por el espiritualista, que desea llegar a ser un “Auxiliar Invisible”. Esta gran conquista es el resultado
del mejoramiento consciente, constante e inteligente de cada uno.
 Para llegar a tan elevado estado, la sangre tiene que ser tan pura que alcance una luminosidad ideal,
que al llegar al cerebro tenga la facultad de poner en actividad las glándulas cerebrales,
Cuerpo Pituitario y Glándula Pineal, hoy adormecidas, que son el “ábrete sésamo” del mundo
 espiritual. Si citamos esto es para darle al tema el valor que realmente tiene. Se difunde con la
esperanza de que pueda ser útil, alertando a cada uno de los medios que debe usar para llegar y realizar
el correspondiente crecimiento espiritual.
 Y no debemos olvidar que hay dos métodos para el progreso: el sufrimiento, que es uno de los medios
que usa la Ley de Evolución para invitar a la modificación, una advertencia para el cambio; y el otro, ideal,
que es el conocimiento aplicado. Toda persona sabia debe emplear este último camino y
alcanzar así el progreso que le corresponde.
 El emblema rosacruz está formado por una cruz, siete rosas rojas y una estrella brillante, que
simboliza los medios de que la humanidad dispone para el progreso. El cuerpo es la cruz,
el medio denso, en que nos desenvolvemos y actuamos, donde adquirimos experiencia y
 crecimiento anímico. Las rosas rojas significan el sentimiento de amor hacia la Luz, o sea la purificación
de la naturaleza de deseos inferior como suprema aspiración a lo superior. Y la estrella se
levanta como una posibilidad del cuerpo síquico espiritual, el “Cuerpo Alma”, que cada
uno necesita para alcanzar la conciencia en el mundo espiritual, es decir,
llegar a ser habitante de dos mundos.
 Ser habitante de dos mundos, el físico y el espiritual, es la aspiración suprema de todo aspirante
a la Luz. Para esto hemos querido alertarles sobre el cuidado necesario hacia esta esencia tan
especial que es la sangre, como vehículo del Ego, que si no está en condiciones no posibilitará
el progreso. Es una enseñanza para que cada uno haga uso sabio de ella y esté alerta para adelantar.
 La tristeza, el pesar, la incertidumbre, son elementos negativos. La jovialidad, la fe, la confianza,
son medios positivos. El que sabe orar hace comunión constante con lo superior; está beneficiando
 también el propio estado de su organismo, que ya debe comenzar a sublimizarse.
 El espiritualista no es un ser que piensa solamente en sí mismo, que ruega para sí; ese no es
espiritualista. El verdadero se caracteriza por su interés y comprensión de todos los males
humanos y su oración y aspiración se levanta en bien y beneficio de los demás. La naturaleza
es una expresión de Dios, en ella se manifiesta y es una invitación a manifestarse de la misma
 forma. Entonces el espiritualista imita al Creador, dando amor y bien a los demás. Es
el medio de progreso, de verdadero adelanto.
 Para que el ser humano realice logros cada vez mayores, la evolución se procesa en espiral;
cada espira mayor es una nueva posibilidad. Lo que fuimos es menos de lo que somos; y
 somos menos de lo que seremos, de lo que alcanzaremos a ser. Cuando recorramos
nuevas espiras, más amplias y elevadas, posibilidades mayores se abrirán y realizaremos
 el bien, por el afán de realizar mejor, llenos siempre de esperanza y seguridad en Dios!
 Y para esto, el estado de nuestra sangre jugará el principal papel, PUES COMO
NUESTRA SANGRE SEA DE PURA, ASÍ SERÁ NUESTRA MANIFESTACIÓN.


 
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