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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: UN PROBACIONISTA  (Mensaje original) Enviado: 25/07/2017 07:35
 
LOS DIAS PRIMITIVOS DEL CRISTIANISMO
Por Augusta Foss de Heindel
Conclusión
Las clases elevadas estaban faltas de fe y aquellos de importancia no se sentían
interesados. Muy pocos de este grupo estaban listos para abrazar un culto que, a
los
ojos de su clase, podía ser clasificada de exéntrica. De hecho, los Cristianos
eran
despreciados y perseguidos.
Después del incendio de Roma, el Emperador Nerón comprendió que podría ser
culpado
de ésta conflagración y de que tenía que buscar a alguien sobre quien recayera
la
culpa. Para calmar el disgusto de su pueblo, fueron demandados sacrificios;
alguien
tenía que pagar este crimen. Un sentimiento de celos, muy hondo se suscitaba en
contra de la nueva religión, celos que iban aumentando a medida que a muchos les
resultaba odiosa porque se atrevía a negar la Ley Judaica.
San Pablo, durante los primeros diez años del reinado de Nerón, por medio de su
asociación Hebraica, le fué posible prestar auxilio a los Cristianos, ayudando a
los
miembros de esta religión, en toda ocasión que le fué posible. Dirigiéndose
directamente al César, San Pablo encontró alguna seguridad para los Cristianos
Romanos.
Sin embargo, a pesar de su influencia con el César, San Pablo fué puesto en
prisión
por el Emperador Nerón, durante dos años. Durante este cautiverio, escribió las
Epístolas que ahora son parte principal del Nuevo Testamento. Aunque San Pablo
no
conoció al Señor durante sus tres años de Ministerio, se puso en contacto con El
cuando caminaba hacia Damasco y desde entonces se convirtió en al Apóstol más
entusiasta. Sufrió mucho por sus nobles esfuerzos de diseminar las enseñanzas
Cristianos entre los paganos Romanos.
San Pedro, que permaneció en Roma y fué Obispo de una de las iglesias allí, fué
un
compañero íntimo de San Pablo.
A través de toda la historia el hombre ha estado siempre inclinado a crucificar
o
matar a sus líderes espirituales, aquellos que han dedicado sus vidas al
servicio de
la humanidad.
Encontramos que San Pablo, después de sus dos años de prisión, fué decapitado.
San
Pedro, también pago el precio y fué crucificado en el mismo año 67 A de C, al
estar
listo para ser clavado en la cruz, de cabeza. Dijo que si el Señor había sido
crucificado con la cabeza hacia arriba, él debía ser humilde y leal y ser
crucificado con la cabeza en dirección opuesta.
Durante este primitivo período pagano, los Cristianos sufrieron muchas
indignidades
y persecuciones. Tres de los doce fueron crucificados y tres decapitados, pero
las
enseñanzas se estaban difundiendo a pesar de los esfuerzos de los Romanos para
aplastar a cualquiera que se atreviera a admitir que creían en este culto
fanático.
Con sus naturalezas crueles paganas, los Romanos de este período usaron muchos
medios para expresar sus odios a los Cristianos. Para cubrir su crímen del
premeditado incendio, Nerón usó todos los medios para despertar todavía mayores
sentimientos hacia los silenciosos y sufridos Cristianos. Los envolvía en pieles
dre
animales forzándolos dentro del gran anfiteatro donde caían presa de grandes
manadas
de perros ambrientos.
Otra de las crueldades practicadas por este loco y brutal Emperador, era invitar
a
sus amigos a los jardines de sus palacios y los divertía con antorchas
vivientes.
Cubría a los Cristianos con resina sulfurosa y los convertía en antorchas
vivientes.
A pesar de la crueldad más amarga y descorazonada en contra de ellos,
permanecieron
quietos, compasivos y perdonando. Esta gente aprendió las lecciones del
Salvador.
Fueron una humanidad redimida. Para ellos, los más bajos esclavos eran
considerados
como iguales. Todos eran hijos de Dios, honrados por ser simplemente hombres y
mujeres. Para ellos los trabajos más humildes eran nobles. La piedad, la
humildad,
la negación de si mismos, la cortesía y el respeto propios, eran cosas que se
miraban como cualidades esenciales para todos aquellos que seguían al Cristo.
Estos Cristianos primitivos no siempre estaban acordes. Las divisiones eran
comunes
entre ellos, pues la humanidad de entonces, como la de hoy, no siempre cumplió
los
requerimientos de la verdadera Cristiandad y de vez en cuando, algunos
apostataban.
Pero esta gente bondadosa siempre ajustaban sus diferencias amigablemente, ya
que el
AMOR, era siempre superior y un espíritu Cristiano siempre prevalecía sobre
todo.
Estos adelantados que fueron así tan vergonzosamente recibidos y por quienes fué
vencido el Paganismo, son ejemplos vivientes para nosotros, que somos seguidores
de
Cristo.
En este momento, los que nos sentimos orgullosos de aceptar estas enseñanzas
divinas, ¿QUÉ ESTAMOS HACIENDO PARA LLEVAR ADELANTE ESTA OBRA? ¿ESTAMOS
CONFRONTANDO
NUESTRAS PRUEBAS COMO ESTOS HOMBRES Y MUJERES EXTRAORDINARIOS LO HICIERON EN
ESOS
DIAS PRIMITIVOS?
 
 
 http://www.rosacruzmaxheindel.org/index.html
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: UN PROBACIONISTA Enviado: 25/07/2017 07:39



(Carta de la Sra. Heindel a los estudiantes, de febrero de 1.930)

 El comienzo de la vida física se encuentra en una pequeña partícula de materia
 protoplasmática. Dentro de esta sustancia existe un núcleo que bien pude 
 compararse a un pequeño grano de arena. Con sus poderosos instrumentos 
amplificadores, el científico ha descubierto que este núcleo es el asiento d ella vida 
en la célula o en el zoófito. El núcleo se divide en dos partes; éstas se dividen en 
cuatro y, luego, en ocho, continuando de esta manera hasta que existan cientos 
de diminutas células vivientes. Huxley nos dice que el protoplasma del que 
se compone el cuerpo del zoófito constituye "la base física de la vida". 
La ciencia alega que cada célula viviente está cargada de electricidad; que toda 
 célula, bien sea vegetal o animal, tiene método distinto de respirar, pero que esta 
 electricidad y respiración dependen de la cantidad de oxígeno que la rodee. La 
ciencia sostiene, además, que cada célula viviente es una especie de mundo 
 diminuto, un taller químico que abastece la vida a los cuerpos más 
grandes, que se edifican de células. 
Ahora bien, contemplemos una célula particular, a saber, el óvulo humano. 
 Ordinariamente la célula continúa reproduciendo su especie, luego muere, se 
desecha y es arrojada del cuerpo principal. Cuando el óvulo es vitalizado por la 
célula positiva, el zoospermo, se efectúa un cambio decisivo. La vida ha sido 
inyectada, la que, a la postre, se multiplica de una manera rotundamente 
distinta a la de otras célula. El óvulo y el zoospermo empiezan inmediatamente 
una forma nueva y viviente, que comienza su formación con dividirse en dos 
 células, luego en cuatro, etc. Mas, estas células, en cierta etapa de su desarrollo, 
se dividen en grupos, cada uno de los cuales se aglomera alrededor de una 
célula nuclearia, la que parece dirigir la formación de los órganos, el sistema 
nervioso, la sangre, etc. Luego, con el tiempo, tenemos un ser humano 
 perfectamente bien formado que, por la naturaleza, es echado al mundo 
físico, constituyéndose así en un cuerpo separado e individual, cuya vida 
dirige la actividad de los diversos grupos de células que integran el cuerpo. 
La ciencia ha comparado la vida en el cuerpo a un sistema eléctrico de baterías, 
pero jamás ha podido descubrir lo que proporciona la carga eléctrica. Con este 
 descubrimiento la ciencia se granjearía inmarcesibles laureles de gloria si, por 
 ventura, se lograra por procedimientos materiales. Pero, como Max Heindel ha 
advertido tantas veces en sus obras, la ciencia llegará a comprender la fuente de la 
vida únicamente cuando se dedique al estudio de la ciencia oculta puesto que, lo 
que es en verdad, puede manifestarse tan sólo a quien alcance un alto grado 
de desarrollo. Hasta entonces podrá comprender la verdad de las leyes de la 
vida y el ser. Entonces sabrás que, tras la gloriosa y gran obra de la naturaleza, 
 existe un plan definido de un arquitecto invisible, que es el poder que dirige y 
gobierna todas las oleadas de vida, y también la vida compleja e interesante 
 del templo humano en que el Dios viviente se hospeda. 
La vida que actúa en el cuerpo se divide en dos corrientes distintas. Hay células 
que son constructoras y existe otro grupo de gérmenes que bien pueden 
clasificarse como destructores. Mientras el hombre es joven y goza d cabal 
 salud, las pequeñas células elementales constructoras son las más activas y 
 las más abundantes; mas, cuando la vejez se aproxima y, cuando el cuerpo se 
fatiga y debilita por la demasía de trabajo o por los excesos, los microbios de que 
 la ciencia médica nos informa y que son destructores, se multiplican de manera 
 prolífica y tienden a efectuar la disolución del cuerpo físico. Pero estos 
gérmenes tienen una función particular que cumplir: son los "carroñeros" 
del cuerpo. Estos microbios o bacterias viven porque ingieren las impurezas 
 del cuerpo y como limpiadores son de valor inestimable. Por ejemplo, cuando 
 un hombre come demasiado y debilita su cuerpo de tal manera que menguan 
 sus poderes de resistencia, le sobrevienen resfriados, barros, erupciones u 
otras de las múltiples enfermedades que agobian a la humanidad. Los diminutos 
 microbios elementales se alimentan d ellas sustancias nocivas que se forman 
 en el cuerpo del hombre. De esta manera pueden ser útiles obreros, mas 
 también peligra el que se constituyan en destructores que engendren 
 enfermedades si, por acaso, se multiplican abundantemente. Que no se les 
 dé demasiado alimento del que extraigan su vitalidad y entonces fomentarán 
 la salud; pero, que s eles atraque, y entonces se trocarán en destructores. 
Los intestinos se llenan de materias nocivas y desechos, sustancias que 
procrean bacterias en grandes números, que arrojan 
 tóxicos que acarrean la enfermedad. 
La ley que actúa en el cuerpo físico es la misma que obra con la tierra y la 
 mantiene en su órbita y crea la armonía entre las criaturas del mundo. 
Hubo un tiempo en que el mundo fue una masa dentro del sol pero, 
después, cuando fue arrojado, se convirtió en un cuerpo evolutivo y 
viviente. En su interior y en su superficie cuanta billones tras billones de 
distintas especies de células en diferente etapa de evolución. Existen grupos 
 de átomos o células minerales, teniendo cada grupo una labor determinada 
 que desempeñar dentro del gran cuerpo de la tierra. Luego encontramos, 
 más arriba, otro grupo de trabajadores. Están labrando su salvación con 
edificar y servir en el reino vegetal. Reciben su vida del reino mineral porque 
 de él se alimentan. Las sustancias vegetales, cuando se desintegran, 
vuelven al reino mineral. Sirven y ayudan a mantener en vida y salud a las 
dos oleadas de vida superiores, a saber, el reino animal y el humano. 
La obra de construir y destruir sigue su curso por doquier. Tomemos como 
 ejemplo la jugosa fruta madura. Llegada a su estado final por la obra armoniosa 
 de los dos ejércitos de vida celular, si, por ventura, un insecto la pica e inyecta 
 su veneno a través de la cubierta de la fruta, este perjuicio interviene 
 entonces en la vida d ellos obreros y empiezan su labor de destructores. 
 Igualmente sucede cuando la fruta está demasiado madura: los obreros 
cesan en su labor y comienza la putrefacción. Este juego entre la vida y la 
 muerte siempre se efectúa pues, en cada oleada de vida se suscitará una 
 lucha entre estas dos fuerzas. Mientras exista armonía y equilibrio entre 
 los constructores y los destructores, la vida continuará serenamente. Son 
de enorme necesidad ambos elementos, el positivo y el negativo pero, si 
el negativo alcanza el dominio sobre el positivo, sobreviene entonces 
discordia, enfermedad, decaimiento y muerte. 
La lucha entre la vida y la muerte se efectúa no sólo en los cuatro reinos, el 
 mineral, el vegetal, el animal y el humano, sino que la encontramos también 
 en formaciones humanas tales como las naciones, las razas, las sociedades, 
así como en las familias. Por todas partes encontramos constructores y 
 destructores en lucha para alcanzar la supremacía. Mientras los constructores 
 permanezcan positivos, atraerán hacia ellos la salud, la prosperidad y el 
éxito. Si no existieran estos dos elementos, no habría adelanto ni progreso. 
 Los hombres fuertes de cualquier nación se fortalecen por la oposición; los 
que vencen, se elevan; pero los que fracasan, se hacen débiles y caen. 
Condición semejante encontramos en la Fraternidad Rosacruz. Mientras era 
 pequeña y estaba en su infancia, un hombre y una mujer lucharon solos para 
evitar que los destructores, la oposición, no le quitaran la vida. Desde entonces 
ha crecido sobremanera y después de esa pareja de obreros vinieron cientos 
 de otros colaboradores y también algunos destructores. Cada Grupo de 
Estudio y cada Centro de la Fraternidad, por lo regular, empieza por la 
iniciativa de un miembro, que se constituye en la primera célula, a la que 
otros se adhieren y así se funda el Centro. Pero los obreros y los 
constructores en los Centros d ella Fraternidad nunca están libres de los 
 destructores y, cuando éstos logran el dominio, la disolución sobreviene 
 y el Centro fenece. Pero, cuando los constructores se mantienen firmes 
e incólumes, aunque el Centro sufra y pase por períodos de discordia, 
esa perseverancia y lealtad salvará la vida del Centro. Además, esos 
constructores alcanzarán fortaleza y gran provecho de la lucha, mientras 
 los destructores perderán una gran oportunidad que, quizá, no les 
vuelva otra vez. Y llegarán a comprender en vidas subsiguientes las 
deudas de destino en que por tan proceder incurrirán. Como un gran 
 Maestro dijo a sus seguidores: "¡Ay del mundo por los escándalos! 
Porque, necesario es que haya escándalos pero, ¡ay de 
 aquel hombre por el cual viene el escándalo!" 
Acostumbramos hablar de la "materia muerta". El hombre tiende a pensar 
 que las piedras y los minerales están muertos porque son inertes. Pero el 
ocultista sabe que todo lo que se encuentra en el universo de Dios goza 
de vida. En realidad nada hay muerto, como cree muy a menudo el hombre 
 pues, hasta el aire que respiramos está pletórico de billones de pequeños 
 seres con vida. El éter es sustancia viviente de varios grados. El polvo 
que hollamos está lleno de diminuta vida celular. Cada célula tiene un 
trabajo particular, bien sea como constructor, bien como destructor. Y 
 nosotros, podemos ser una rémora en su labor o podemos impulsarla. 
Se nos ha dicho que nuestro cuerpo físico está compuesto de sustancia 
 mineral, que mantiene en unión el ego y sus obreros mientras lo habite. Pero 
 apenas el ego se retira y el cordón plateado se rompe, ese cuerpo físico 
empieza a derrumbarse y a pudrirse. Entonces es cuando las pequeñas 
 células destructoras se multiplican y desempeñan su labor de volver la 
 materia inútil otra vez al reino mineral. Cuando el cuerpo es enterrado 
 en el suelo, la tierra, con el tiempo, reabsorbe la sustancia 
mineral que antes fuera el templo físico del espíritu. Cuando el cuerpo se 
 embalsama y se coloca en un ataúd de metal, herméticamente cerrado, como 
 se está popularizando tanto en nuestros días o, cuando e incinerado y las 
cenizas se guardan en una urna hermética en el lugar de la cremación, se 
 obstruye la evolución d ellos átomos minerales puesto que, como hemos 
 dicho, todo tiene vida y se encuentra en cierto estado de evolución, 
bien sea carne putrefacta o el ego del hombre. 
Todas las cosas se ven obligadas a cumplir cierta misión y, bien sean 
constructoras o destructoras, todos tienen su trabajo que desempeñar 
 en este gran plan d ella evolución. El rey, en su trono, desde el que 
 gobierna su reino, depende grandemente del hombre del desagüe, 
que le ayuda a conservar la salud d ella ciudad y también contribuye así a 
que se conserve la salud del rey. Todos somos llamados a cumplir alguna 
misión en la vida. Todos somos parte integrante d ella gran vida de Dios, 
incluso los más diminutos granos de arena.
"No hay muerte. Las hojas de la selva 
truecan en vida el aire invisible; 
Las rocas se desintegran para alimentar 
el musgo hambriento que soportan. 
No hay muerte. El polvo que pisamos 
se transformará, bajo las lluvias del estío, 
en dorado grano o en jugosa fruta 
o enflores de matices de arco iris"
 

Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: UN PROBACIONISTA Enviado: 25/07/2017 07:42
iEL PODER DE LA MENTE

El estudio de la filosofía revela que, en lo que concierne al organismo físico,
el mismo plan general se ha seguido, tanto en la construcción de la forma animal,
como en la del hombre, incluida la formación del cerebro. Si esto es cierto,
entonces ¿por qué el hombre es capaz de pensar y razonar en tanto que el
animal obra por obediencia a lo que se denomina el "instinto ciego"?
Es verdad que el cerebro humano está mucho más desarrollado que el animal,
pero el cerebro animal contiene cierta cantidad de materia gris que, según los
 fisiólogos, es la agencia por la que se produce el pensamiento. Teniendo,
pues, materia gris el animal, ¿por qué no expresa pensamiento y razón hasta
cierto punto, por lo menos? Muchas y variadas han sido las hipótesis presentadas
por el científico materialista para dilucidar este misterio aparentemente
inexplicable pero, hasta la fecha, no se ha encontrado ninguna
solución lógica a tan desconcertante enigma.
Sin embargo, para el científico ocultista, la explicación es sumamente fácil.
Él sabe que el universo entero está construido de acuerdo con un
determinado plan divino, y que todos sus procesos de crecimiento y
desarrollo están bajo la dirección de seres inteligentes que trabajan con
 sistemática precisión en la preparación de las condiciones necesarias
 para producir los resultados apetecidos. Antes de que fuera usado el
cerebro por el Ego como un instrumento para la consecución de conocimientos,
 fue necesario que alcanzara cierto grado de eficiencia. Cuando esto se logró,
 algunos de nuestra oleada de vida, grandes seres que, en la terminología
rosacruz se conocen como los Señores de la Mente, irradiaron de sus cuerpos,
 hacia nuestro interior, el núcleo del material con el que ahora estamos
empeñados en confeccionar una mente abstracta. Este germen de la mente se
ha desarrollado hasta que, en nuestros tiempos, interpenetra la cabeza y los
hombros de toda persona, y la rodea con un velo de sustancia mental
 o de pensamiento concreto. Con el tiempo, este
velo se desarrollará hasta formar un vehículo, dentro del que el Ego
podrá actuar como ahora lo hace en el cuerpo físico.
El cerebro no piensa. Sencillamente, es el instrumento por medio del que el
 Ego enfoca su conciencia sobre el plano físico por medio de la mente. El Ego
 es pensador y fue capaz de producir pensamiento antes de tener cerebro ni
 germen de la mente. Pero, hasta que no tuvo una mente propia, no fue capaz
 de pensar de manera independiente y reconocerse como un ser único y
 distinto de todos los demás. Cuando la mente se haya perfeccionado tanto
que pueda usarse como vehículo en el que actúe el Ego, cada parte de él
vibrará con pensamiento radiante y creador y entonces será posible irradiar
de ese cuerpo de pensamiento gérmenes de sustancia-pensamiento que
podrán ser usados por miembros de una oleada de vida menos evolucionada
para alcanzar el poder de la conciencia individual.
Los animales no poseen ese germen de la mente y, por tanto, no son capaces de pensar
 de manera independiente. Sin embargo, ya llegará el tiempo en que también posean
 el germen de la mente. Actualmente, los animales son dirigidos y guiados en sus actividades
 por el Espíritu Grupo, que los domina por medio del tercer tramo del cordón plateado,
Todos los animales pertenecientes a una misma especie son dirigidos por el mismo
 Espíritu Grupo y a ello se debe el que, en iguales circunstancias, todos los animales
de la misma especie reaccionen del mismo modo a los mismos estímulos.
El desarrollo de la mente individual es la obra particular que debe desempeñar
 el Ego en el tiempo presente, porque la razón es el único medio por el que el
 Espíritu, el "yo soy" puede alcanzar conocimientos por medio de la experiencia
y, así, trocar sus latentes potencialidades en poderes dinámicos, listos para su
 uso en cualquier momento, bajo el dominio directo de la voluntad.
La sustancia mental es el material que usa el Espíritu para hacer concretas las
ideas abstractas, dándoles tal forma y sustancia que el pensador las pueda
 emplear como imágenes mentales para producir creaciones materiales y
 tangibles que revelen si sus conceptos fueron formados de manera tal que
puedan ser de uso práctico. El modelo mental de la idea y, aún, la idea
 misma, necesita, de vez en cuando, algún reajuste, antes de
que la imagen material se haya perfeccionado. Pero cada esfuerzo
 del Espíritu resulta ser una valiosa experiencia
y una acumulación de nuevos conocimientos. 
Cuando se nos otorgó el primer germen de la mente, el Ego era sumamente
 débil, en tanto que el cuerpo de deseos era fuerte. La mente recién nacida se unió
 al cuerpo de deseos y así se mezcló con el deseo y se alió con la egoísta
naturaleza inferior, de tal modo que, inmediatamente, le fue difícil al Espíritu dominar
su cuerpo. A esta circunstancia se debe el que la mente, que debería ser el aliado
 natural y voluntario del Espíritu, esté enemistada con él y en connivencia con la
 naturaleza inferior. Está la mente, pues, esclavizada por el deseo. En su esfuerzo
por dominar al cuerpo de deseos e imponerse a la mente, el Espíritu se ha
 fortalecido grandemente y ahora se está librando una gran batalla entre el Espíritu
 y el cuerpo de deseos por lograr el dominio de la mente. Es la batalla de
 Armagedón, que se está peleando dentro del alma de todo ser humano. Y todo
el futuro del Ego depende de su resultado. El éxito del Espíritu significa progreso,
crecimiento, conversión de las potencialidades latentes del Ego en poderes
 divinos. El éxito de la naturaleza inferior significa retraso, retroceso y, a fin de
 cuentas, disolución de los vehículos del espíritu. Precisamente a esa situación
 se refería Pablo cuando dijo que el impulso carnal trae la muerte, en tanto
 que el impulso espiritual trae la vida y la paz.
Si la mayoría de la gente estuviera sin esperanza bajo el dominio de la naturaleza
 inferior, la Humanidad no peligraría solamente como individuos, sino que sería
 posible que destruyera el planeta en el que estamos evolucionando.
 En el séptimo estrato de la Tierra, las agencias que reconocemos como
Leyes de la Naturaleza, residen como fuerzas peligrosas. Cuando progresa
 la moralidad de la gente, estas fuerzas mejoran en su comportamiento pero,
 cualquier flaqueza en la moral tiende a desatarlas, y hacerlas causar serios
trastornos en el mundo. En cambio, el empeño en alcanzar altos ideales hace a
estas fuerzas menos hostiles al hombre. Las fuerzas de ese estrato terrestre
son los agentes generales de la justicia distributiva. Son las que ocasionan
 las inundaciones, las tormentas destructoras, los volcanes y terremotos.
Y también la formación benéfica de aceite,
carbón, minerales, etc., que van a enriquecer a ciertas personas según sus
merecimientos. A la luz de lo que acabamos de decir, es cosa que asombra
el saber que durante los últimos cuatro meses, se han producido más de
cuarenta y tres terremotos, y que los volcanes están activándose de nuevo.
Sabiendo que estas cosas son verdaderas, la pregunta siguiente se formula
de manera natural: ¿Por qué permitimos que nuestro cuerpo de deseos
nos gobierne, arrastrándonos hacia la completa destrucción? ¿Por qué no lo
dominamos y brindamos así al Espíritu su completo dominio? La verdad es que
 las grandes masas de la gente ignoran el hecho de que están siendo gobernadas
por sus deseos; y, además no sienten ningún anhelo por aprender estas
 verdades. Su principal propósito en la vida consiste en empeñarse en gratificar
su pasión dominante, que no mencionan; y, para hacerlo, compran ropas finas,
 automóviles, casas, tierras, acumulan caudales, buscan experiencias sensacionales
 y corren locamente de un lugar a otro en busca siempre, sin hallarlo nunca,
 de lo que les brindará la felicidad que tanto ansían. Y su mente, que está tan
 perfectamente aliada con sus emociones dominantes, está ocupada, casi
 exclusivamente, con las actividades que esperan les produzcan el bien
 apetecido. Los amigos, el hogar, la posición, el respeto, el poder, todo, a menudo,
se sacrifica a fin de dar rienda suelta al monstruo dominante de alguna pasión,
 como la bebida, las drogas heroicas, etc. que, paulatina pero
 indefectiblemente, llevan a la completa destrucción.
Si nos empeñamos en mostrar la razón a las masas de nuestros días, si
 queremos enseñarles la grandeza de su necedad, ¿cuál es la respuesta que
recibiremos? "oh, deje de predicarnos! ¿Qué importa lo que suceda mañana?
Yo busco experiencias sensacionales, he de pasar el tiempo divertido,
quiero conocer la vida." Y la vida, para ellos, significa satisfacer sus bajos
impulsos. Y así la necia búsqueda continúa y la efímera quimera está siempre
a poca distancia pero nunca se alcanza. En nuestros días, la tristeza, la enfermedad
o la desgracia agobiadora parecen ser la única manera de frenar esta demanda
desmedida de concupiscencia de la carne. Así, por lo menos, se le da al Espíritu
la oportunidad para lograr el suficiente domini
o de la mente y obligarla a hacer caso de la razón.
Amigo, ¿se ha empeñado usted, de verdad, en dominar su mente, en mantenerla
 fija y enfocada en un punto determinado durante cierto tiempo? Si lo ha hecho,
comprenderá la tarea que tiene ante sí cuando se empeña en frenar a este miembro
rebelde y sujetarlo bajo el dominio del espíritu. A veces, parece que la tarea
 es imposible. Sin embargo, es bien factible. Pero se logra sólo por la fuerza de
 voluntad y el esfuerzo continuo. Nada hay que perder y mucho se puede ganar.
Con esto queremos decir que se puede lograr el cumplimiento
 del propósito de la vida, que es el desarrollo de una mente
 obediente y creadora, una voluntad independiente, una
 despierta conciencia de sí mismo y el poder espiritual:
 la consecución de la divinidad. ¿No vale la pena?
Las condiciones en las que existimos y el mundo en que vivimos son todo lo
 buenos que, colectivamente, los hemos hecho. Si no nos gusta lo que hemos
creado, la situación no es irremediable. Como individuos, podemos cambiar
nuestra manera de vivir y, con el tiempo, cuando merezcamos el galardón,
automáticamente, se nos sacará de nuestro presente medio ambiente. No
olvidemos que todas las cosas obran conjuntamente para el bien y que, a
 fin de cuentas, la justicia vencerá sobre el mal. Pero nosotros, como individuos,
 tenemos la posibilidad de continuar haciendo el mal, hasta que la enfermedad
y la aflicción nos obliguen a obrar con rectitud o, por el contrario, aliarnos
 consciente y continuamente con la justicia y, así, no sólo ayudarnos a nosotros
 mismos, sino convertirnos en radiantes ejemplos que alumbrarán el sendero
 para otros que anden en busca de la verdad. Los mejores sermones del mundo
no se predican siempre por medio de la palabra. El poner en práctica lo que se
comprende que es justo es más convincente y mucho más trascendental en
sus efectos, de lo que pueda serlo la oratoria del púlpito.
Durante el mes venidero, examinémonos diariamente con el propósito de
descubrir si nuestras acciones van impulsadas por nuestros deseos
o por el Ser Superior, el omnisciente Espíritu.
 
AUGUSTA FOSS DE HEINDEL 

 

 

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: UN PROBACIONISTA Enviado: 25/07/2017 07:43
¿QUÉ ES EL HOMBRE?
(Carta de la Sra. Heindel a los estudiantes, de marzo de 1921)
En el Salmo 8:5-7, el rey David formula una pregunta que ha pasado por los
 labios de los sabios a través de los siglos:
"¿Qué es el hombre, para que tengas memoria de él, y el hijo del hombre, para
que lo visites? Pues lo has hecho poco menor que los ángeles y lo has
 coronado de gloria y de lustre. Lo hiciste enseñorear las obras de tus manos.
 ¡Todo lo pusiste bajo sus pies!"
El esfuerzo que el hombre ha hecho por resolver este gran misterio ha sido
 la causa de que muchos perdieran la razón. Múltiples han sido los
 que han ocupado toda su vida queriendo encontrar solución a este
problema, para llegar, a la postre, a la sepultura,
 sin haber hallado la respuesta apropiada.
Job, con gran desesperación, cuando sus tribulaciones eran ya tales que
parecía no poderlas soportar, aún clamaba a Dios: "¿Qué
 es el hombre, para que lo engrandezcas?".
Mas, ¿dónde ha de buscar el hombre la verdad acerca de sí mismo? ¿A quién
podrá acudir para lograr ese conocimiento? ¿Quién hay que sea lo
suficientemente sabio para poder contestar esta pregunta de modo inteligente?
En el salmo 139:14-16, el rey David alaba a Dios por su grandeza al forjar
al hombre: "Te doy gracias porque eres sublime y te distingues por tus
 hechos tremendos: yo lo sé muy bien, conocías hasta el fondo de mi alma,
no se te escondía mi organismo. Cuando en lo oculto me iba formando y
 entretejiendo en lo profundo de la tierra, tus ojos veían mi embrión, mis
días estaban modelados, escritos todos en tu libro, sin faltar uno."
En estos versículos se ve que el rey David creía en la evolución y bien
podemos maravillarnos de que haya personas que, después de leer estas
 palabras como estudiantes de la Biblia, aún perseveren en sus creencias
fundamentalistas. David confiesa que su arquetipo fue escrito antes que él en
el libro de Dios. Un pensamiento de Dios lo creo. El período de involución
a que se refiere en el Salmo, bien puede
compararse a la descripción rosacruz de la Tierra al principio de la Época Polar.
En el primer capítulo del Génesis, versículo 9, Dios dice. "Júntense las aguas
que estén debajo de los cielos, en un lugar, y descúbrase la tierra seca".
 Fue en este período en el que los Espíritus Virginales, con la ayuda de seres
 divinos, iniciaron la obra de cristalizar, del espíritu universal, el primer
modelo del cuerpo físico, que fue una forma gelatinosa y transparente,
 muy parecida al zoófito. Se nos dice en el Concepto Rosacruz del Cosmos
que "ambos, la vida y la forma, tuvieron su principio en el espíritu, espacio,
caos", como David dice cuando asevera. "Mis días estaban modelados,
escritos todos en tu libro, sin faltar uno". Con esto, pasamos al cuarto día o
 época de la creación de la Tierra, tal como se nos describe
en el Génesis, 1:11-12:
"Y dijo Dios: Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla y árboles
frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra.
Y así fue. La tierra brotó hierba verde, que engendraba semilla según su
especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su
especie. Y vio Dios que era bueno."
El versículo 16 dice: "E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera
mayor, para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease
en la noche". En este período, la Tierra fue arrojada del Sol.
Y así, podemos seguir la obra del espíritu humano en la edificación de su
templo, el cuerpo que habría de ocupar. La condición del hombre en los
 tempranos períodos de su existencia, puede compararse a la del arquitecto
que labora fuera del edificio, puesto que en aquel entonces, el espíritu
trabajaba sobre la estructura humana desde el exterior. El esqueleto empezó
a endurecerse durante la Época Lemúrica. En aquel entonces, la Luna fue
arrojada de la Tierra. El cuerpo que el espíritu había ya construido, alcanzó
 tal desarrollo que parecía anfibio, muy semejante al embrión humano
 durante la sexta o séptima semana. Estaba entonces el cuerpo en su
estadio animal. Y dijo Dios (1:24): "Produzca la tierra seres vivientes según
su género, bestias y serpientes y animales en la tierra." Entonces el hombre
 se abría paso hacia arriba, para alcanzar la etapa humana. Este crecimiento
puede observarse en el embrión que, según se nos dice, es prototipo del
 crecimiento y desarrollo del cuerpo físico del hombre, mientras pasaba
por las épocas más tempranas del Período Terrestre.
La Era Atlante fue el sexto día de la creación. Durante sus épocas más
tempranas, el espíritu humano se encontraba parcialmente consciente de
su entorno. Estaba en directa comunicación con el mundo invisible, y
 sólo en parte, se daba cuenta de lo material. Pero, cuando su edificio
alcanzó el punto en que necesitó ventanas por las que se pudiera
vislumbrar la luz del día, sus ojos se abrieron. Y se vio a sí mismo
como una entidad separada, y tuvo que "trasladarse a vivir" al
 vehículo físico que había construido, al que ya no podía guiar
 desde el exterior. Hubo de convertirse en el verdadero inquilino
de su propia casa, que ya no era un autómata, guiado por Dios.
Pero, al abrírsele abrieron los ojos para contemplar el mundo físico,
perdió la facultad de ver a sus guías espirituales. Se le expulsó,
pues, al mundo material, para que aprendiera lecciones que no
 podía aprender mientras continuara bajo la
 dirección y cuidado de los Seres Divinos. 
El hombre había llegado, en su evolución, a una etapa equivalente a la pubertad,
tiempo en el que el cuerpo de deseos empieza a expresarse. Entonces empezó
su verdadera peregrinación. Ya no gozaba del amparo y la protección de seres
 que viven en el mundo celestial. Con su propio comportamiento ocasionó
que la puerta se le cerrara y, como el joven que se aleja del hogar paterno
para labrar su porvenir en el mundo, tuvo que escoger entre dos senderos, uno
de pureza y rectitud y, el otro, de tentación y pecado. Si el joven escoge el
primero de estos senderos, lo guiará el éxito, y su vida estará repleta de
 oportunidades de hacer el bien. Mas si, por ventura, escoge el sendero de la
izquierda, el de la ociosidad y el pecado, encontrará, al fin de su vida, que
 ésta ha sido un fracaso y que sus parientes, se encuentran, por tanto, en la
necesidad de mantenerlo. Del mismo modo, el espíritu humano tiene que
escoger su sendero en el mundo físico. Al principio de la revolución que
conduce hacia arriba en el sendero evolutivo, el hombre aún era semejante
a los animales, viviendo primero en grupos y después en tribus. Después,
el espíritu humano, en su afán de evolucionar, se asoció con otros de la
misma raza y, en virtud de ese compañerismo y dedicación a su especie,
alcanzó un efectivo adelanto espiritual. Este amor a la raza o al país nació
en el hombre al ser dotado del libre albedrío. Como su visión espiritual se
 había oscurecido, tuvo que adquirir experiencia de otros y
depender de su ayuda y compañerismo.
El hombre ha sido sumamente lento en asimilar la lección
 de que debe ser un individuo consciente , guiado por sí mi
una chispa divina, un dios en embrión. Debe aprender a buscar dentro
 de sí mismo la guía divina, para no depender de otros. Debe emplear las
 capacidades de que Dios lo ha dotado para adquirir conocimientos.
Mediante la lucha por la adquisición de esos conocimientos, va construyendo
su carácter y éste, a su vez, desarrolla las facultades del alma.
Al principio, la chispa divina fue lanzada al espacio como consecuencia del
 deseo que el espíritu sentía de crear, pues el deseo es un instrumento
sumamente necesario que el hombre debe emplear en el desarrollo de las
 cualidades anímicas. Pero, muy a menudo, se asocian en la mente humana
el deseo y la naturaleza inferior y sensual. Sin embargo, sin el deseo, habría
 bien poco crecimiento espiritual, puesto que, cuando el deseo se encauza
 y se transmuta debidamente, es un efectivo poder, por
 virtud del cual, el motor humano continúa en acción.
Los vehículos inferiores del hombre son sus servidores, cuando alcanza el
 suficiente grado de unidad con el Yo Superior. Entonces puede dominar, y
 ordenar a esos servidores, que cumplan su voluntad. Cuando se haga dueño
 de su propio templo, ya no necesitará buscar conocimientos en el exterior
porque, en verdad, ya "sabrá". El Dios Interno lo guiará. Ya no será víctima
de su medio ambiente. Pero, hasta que no alcance ese sublime desarrollo,
debe pasar por el fuego de la purificación. El alma debe sentir la tristeza
 y el sufrimiento, puesto que se ha acarreado estas pruebas por su
 ignorante oposición a las leyes de Dios y, cuanto antes llegue a ese
 grado de no oposición a los impulsos superiores, antes será libre.
La vida es semejante a un gran mar en el que el espíritu del hombre
emplea su cuerpo como una barca que flota en el océano de la vida.
 En él se encuentra una corriente creada por el pensamiento humano,
con la que el hombre puede flotar y seguir el derrotero del placer o
 línea de menor resistencia. Mientras flote con la corriente, todo le
parecerá fácil y creerá que la vida es una placentera sucesión de eventos,
frecuentemente libres de todo infortunio. No obstante, el alma depende
 de su instrumento para lograr el desarrollo necesario. A pesar de la tosquedad
de la existencia física, los deseos son las alas que, paulatina pero insistentemente,
elevan al alma hasta las alturas. Los sufrimientos que sobrevienen en la vida
son las flagelaciones que el hombre recibe porque quiere hollar el sendero del
 placer, y porque permite que sus deseos se enseñoreen de él
en vez de constituirse él en
el dominador. Es el "esmerilado" del sufrimiento el que hace resaltar el
lustre del alma, la parte invisible del hombre divino. El alma obtiene su
alimento para el crecimiento de las experiencias del hombre físico o carnal.
 Crece a través de sus sufrimientos y regocijos y, con el tiempo, alcanzará
 la iluminación. Por medio del cuerpo-alma, los dos éteres superiores, el
hombre, con el tiempo, alcanzará un estado de conciencia sumamente elevado,
ya que es el vehículo que lo elevará a las alturas de la deidad.
 

 
 
 
 


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