Este pasado viernes 24 de Abril de 2015 se cumplieron cien años del genocidio donde masacraron a un millón y medio de armenios. Soy descendiente de armenios (mis cuatro abuelos tuvieron ese origen). ¿Cómo hacer memoria en estos días sobre lo sucedido? Elijo tener presente una historia de vida. Ya le he compartido en mi primer libro "Buen Ánimo más allá de todo" y ahora también la incluí en "Inteligencia Familiar". Puedo decirte que, de todo lo que he escrito en estos catorce años, es el relato que más vidas ha impactado. En estos días, sin que yo haya movido un dedo, centenares de personas compartieron esta nota en las redes sociales. Me sumo entonces a aquello que se ha dado espontáneamente compartiendo hoy contigo lo siguiente...
"Esta es una historia real, crudamente real, maravillosamente real.
La situación es la siguiente: el protagonista es un adolescente que ha perdido a su familia. Hace minutos vio cómo delante de sus ojos mataron a parte de su familia a palazos. A él mismo, luego de golpearlo, lo arrojan a un pozo donde tiran los cadáveres de los que golpean y matan. Pensaron que el muchacho estaba muerto. Pero él no está muerto... Siguen matando gente y arrojándola sobre él. Sangre, gritos, el propio dolor, el pánico. Un pozo... un pozo donde sólo se respira muerte.
¿Qué expectativas podemos tener de este muchacho? Quizá el más optimista llegue a suponer que sobreviva y termine con algún tipo de enfermedad mental.
¿Sabes cómo siguió la historia? Este chico, de nacionalidad armenia, que simuló estar muerto, por la noche, cuando se fueron los turcos, pudo sacarse algunos cuerpos de encima y logró escapar con otros muchachos más. Un dato para agregar: un hermano suyo que sobrevivió, prefirió quedarse en el pozo para morir junto al cadáver de su madre.
Ese muchacho se llamó Agop Bedrossian. Fue mi abuelo. Vivió más de 100 años. Falleció hace poco tiempo. Mi padre lo homenajeó a él y a su generación con varios libros: “Hayrig”, “Hayrig II”, “Memorias para no olvidar”, “Morir en Marash” y “De lágrimas y sonrisas”. Pasó por mil problemas más. Pudo llegar a la Argentina. Se casó. Tuvo 5 hijos (una de sus hijas falleció de un modo trágico a corta edad), 9 nietos, En vida conoció a 13 bisnietos (ya van 18).
Siempre, siempre, siempre siguió luchando. Siempre, siempre, siempre, lo vi orando de rodillas en su idioma a Dios por él y por los demás.
Veo a mi familia: mi esposa, mi hijo Rodrigo, mi hija Agustina, mis padres, hermanos, tíos, primos, cuñados, sobrinos, etc....
Veo también el pozo....
Gracias Agop por no haberte quedado en el pozo ni física ni mentalmente.
Gracias Agop porque siendo una persona sencilla nos mostraste que de los "pozos" (por supuesto menos trágicos que el tuyo) se sale de rodillas, pidiendo la ayuda de Dios.
Gracias Agop porque aprendí de ti que de un pozo, casi sin esperanzas, se puede salir para alcanzar grandes logros.
Amigo, un pozo profundo no es necesariamente el final. Hay un Dios que siempre extiende su brazo hacia nosotros. Ese brazo es largo y fuerte. Llega hasta las mayores profundidades y levanta los mayores pesos. Deja de luchar sólo con tus fuerzas y permite que Él te rescate. Dios, si lo dejamos, puede hacer nuevas todas las cosas".
GUSTAVO BEDROSSIAN