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General: PALABRA DE RECONCILIACIÓN
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: hectorspaccarotella  (Mensaje original) Enviado: 02/11/2015 19:01

Palabra de reconciliación

 

2Corintios 5:18 y 19  Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

 

¿Qué viene a tu mente cuando escuchas o lees la palabra “ministro”?

En mi caso asocio inmediatamente con el cargo público de ministro, funcionarios directamente relacionados con el poder ejecutivo de gobierno, no electos, y que son designados para cumplir tareas de dirección en áreas específicas como salud, economía, asistencia social, etc.

También con el ministro religioso, que en la experiencia cotidiana se refiere a ancianos, personas con madurez espiritual y preparación adecuada y que son consagrados también para cumplir determinadas tareas específicas.

Creo que en el ámbito eclesial, más allá de los usos y costumbres de cada denominación, podemos afirmarnos en la definición que nos da Pablo en 1 Corintios:

1Co 12: 4 al 12 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.

Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.

Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.

Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo.

 

¿Para qué recibe alguien un ministerio?

(Ya sea público en la función de gobierno o en el ámbito eclesiástico)

 

La palabra latina “ministerium” equivale a servicio. Ministro es una persona que realiza un servicio, que asiste o ayuda a otro. En el AT se utiliza la palabra ministro para traducir la palabra hebrea “mesharet, refiriéndose a alguien que está al servicio de una persona importante, generalmente un gobernante o rey[1]

Encontramos por ejemplo mesharet identificando la tarea de Josué al servicio de Moisés.  También referido Giezi, este conflictivo personaje al servicio de Eliseo.  En Éxodo 28:43 y 39:1 se utiliza también mesharet referido a la labor de los sacerdotes en el templo.

En el NT se traduce el término griego “diakonos”, equivalente a sirviente, ayudante, servidor. Es la palabra que aparece en Mt. 22:13 (“los que servían”), cuando el Señor habla en parábola sobre una fiesta de bodas. Es la misma palabra que se utiliza en Jn. 2:5, cuando en las bodas de Caná María dijo “a los que servían: Haced todo lo que os dijere” El Señor Jesús enseñó: “El que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo [diakonos]” (Mt. 20:26)[2].

Tanto en su raíz hebrea mesharet como en la griega diakono, sin duda el espíritu es el mismo y quiere llevarnos a pensar en personas que sirven, que se ponen al servicio de con el objeto de poner a disposición de los demás los dones con que han sido equipados por el Espíritu Santo.

En cualquiera de los casos, tanto desde lo secular como desde lo eclesial, la persona que es designada como ministro lo debería entender como una responsabilidad alejada de la cuestión jerárquica que lo pone por encima de los otros, sino todo lo contrario estará al servicio de los demás.

 

Otra palabra griega asociada a la tarea de ministro es “uperetes”, que tiene la misma idea de servidor, pero con una connotación más humilde. Es alguien que está al servicio de otro, pero sin la dignidad de un gran oficio. Más bien para ayudarle en las cosas menudas. Es la persona llamada “ministro” en Lc. 4:20 (“Y enrollando el libro, lo dio al ministro”), que era quien tenía el deber de abrir y cerrar la sinagoga, sacar la Torá para su lectura y volverla a guardar después, así como ayudar al principal.[3]

Para quien quiera profundizar en las raíces griegas, está también Otra palabra es “leitourgos”, equivalente específicamente a “servidor público”.[4]

En el caso de la cita que usamos en este texto, cuando Pablo habla en 2 Corintios 5:18 del “ministerio de la reconciliación”, de las palabras griegas que cité está usando “diakonía” (de donde viene diákono).5 que tiene traducción como ayuda, servicio (oficial), quehacer de quien sirve, quien brinda socorro, quien da ministración, quien distribuye.

 

Les pido que me disculpen aquellos a quienes no les interese este análisis desde los textos originales hebreo o griego; a mí me parece fundamental ya que he encontrado en más de una ocasión que el desconocer el sentido que el escritor había dado a una determinada frase, acabo por asumir como cierto lo que la Biblia no dice.

Entonces, entendiendo un poco más lo que Pablo fue inspirado a escribir, vemos que el haber tenido la posibilidad de nacer de nuevo y comenzar en nosotros la edificación de una nueva criatura, según el v17 (no es materia de este estudio, pero también aprendí analizando el original griego que Pablo habla de un proceso de construcción del nuevo ser espiritual, que comienza con la decisión por Cristo. No es un evento instantáneo), se nos asigna la tarea de ministrar (diákonos, actitud de servicio) este encuentro con el Padre a otros, de modo que puedan también alcanzar la reconciliación. Esto es facilitar, establecer un puente espiritual entre el alma y Dios, de modo que por revelación el Espíritu Santo lleve a esa persona a comprender la enorme verdad de que Jesús vino a este mundo a reconciliar al hombre con Dios, y que esa posibilidad está abierta absolutamente a todos los hombres y mujeres de la Tierra.

De modo que servimos y aderezamos la mesa, como buenos diákonos, para que la mujer o el hombre que llevan una vida donde no ha estado presente el encuentro con el Padre, puedan sentarse a compartir la cena con el Señor.

Somos los que sirven, los que preparan todo, los que acondicionan el lugar, los que generan las condiciones para que los comensales puedan sentarse a disfrutar de la comida.

 

¡Cuán lejos está esta metáfora de muchos ministros del Evangelio!

 

Mujeres y hombres que se han dejado llevar por su ego, para terminar pensando que una ropa especial, un púlpito, una actividad ministerial, los separa del resto de los mortales, asumiendo y aceptando que los demás asuman como cierto que son realmente seres especiales por haberles sido asignada la tarea de servicio en la que están involucrados.

 

Embajadores de Cristo

 

Dios nos eligió, es cierto, nos apartó para Él, del mismo modo que los apóstoles lo hicieron según lo que se describe en Hechos 6: 3 “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo”.

 Sin dudas es necesario que quienes asumimos una responsabilidad ministerial en cualquier área, hayamos vivido la experiencia de reconciliarnos con Dios a través de Cristo, lo que incluye el proceso de reconciliarnos con nosotros mismos, con nuestro pasado, presente y futuro, con nuestras familias, con quienes son nuestros próximos.

Debemos además tener la determinación de apartarnos de toda ocasión de pecado, y buscar cada día la presencia y comunión con el Espíritu santo.

Dice el versículo 20 de 2 Corintios 5 que es como si Dios rogase por medio de nosotros. ¿Cuál es el ruego? “Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios

Es así de sencilla nuestra tarea, sea donde fuere que seamos puestos a cumplir nuestro servicio. Y también así de desafiante.

 

De modo que no se “tiene derecho” a un ministerio por antigüedad en la congregación, ni por los estudios cursados, ni por el apellido que llevemos ni por el deseo que tengamos.  Asumiremos espiritualmente la posibilidad de un ministerio cuando:

 

·         Nos hayamos reconciliado con el Padre, con nosotros mismos y con nuestros prójimos por medio de la sangre de Jesús derramada en la Cruz y el arrepentimiento de nuestros pecados.

·         Tengamos claro cuáles son los dones que al Espíritu Santo le pareció proveernos.

·         Entendamos que nuestra tarea es servir las mesas, preparar el camino, acondicionar todo. Diaconía.

·         Tengamos verdadera actitud de discípulos, sumisos a lo que el Señor nos ordene.

·         Busquemos con verdadera hambre y hasta desesperación la ministración cotidiana del Espíritu en nuestras vidas.

·         Entendamos que hay un solo mensaje que debemos dar, y que debe estar en nuestras bocas: “reconciliaos con Dios”.

 

¿Estamos dispuestos?

 Si estás leyendo esto que hoy escribo es porque el Señor al que amamos lo permitió con un fin. Vienen tiempos difíciles, y se nos perseguirá por anunciar la oportunidad de reconciliación por medio de Cristo. Este es el tiempo aceptable, no demos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, nada que permita llevarlos a confusión, que pueda distraerlos del Camino.

 Dice Pablo en 2 Corintios 6 que “nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en Espíritu santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios (…)

Sin dudas esta lista está bastante alejada de lo que muchas veces pensamos para el ministerio. Aquí no se habla de sitiales de honor, sino de estar dispuestos, como Esteban, a ser apedreados por el Evangelio.

Creo que esto que vengo compartiendo hasta aquí es una “planilla de aptitud” para el ministerio. ¿Pasaremos el examen delante del Padre? Solamente Él y nuestro corazón lo sabemos con certeza. Lo cierto es que de asumir una responsabilidad ministerial sin estar aptos, buscando el lugar de honra solamente para darle espacio al ego, cometeríamos un error que puede hacer que muchas almas se pierdan, además de desperdiciar nuestra propia vida.

Dios nos bendiga, nos fortalezca, nos prepare.

HÉCTOR SPACCAROTELLA

tiempodevocional@hotmail.com

 

 



[1] Lockward, A. (1999). En Nuevo diccionario de la Biblia (p. 709). Miami: Editorial Unilit.

[2] Lockward, A. (1999). En Nuevo diccionario de la Biblia (p. 709). Miami: Editorial Unilit.

[3] Lockward, A. (1999). En Nuevo diccionario de la Biblia (p. 709). Miami: Editorial Unilit.

[4] Lockward, A. (1999). En Nuevo diccionario de la Biblia (p. 709). Miami: Editorial Unilit.

5 Diakonía, Nueva Concordancia Exhaustiva de la Biblia escrita por James Strong (Strong 1249) 



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De: Dios es mi paz Enviado: 03/11/2015 23:00






Muy bueno!! Que Dios nos prepare para 






servirle de la mejor manera, hay mucho por 






hacer, gracias hermano! Araceli


 
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