Un regalo sorpresa.
Una llamada de aliento en el momento de mayor necesidad y de la persona menos esperada.
Alguien (quizá el menos pensado) que te acerca ese dato tan útil para empezar a resolver un problema que estaba trabado.
Provisiones sorpresivas.
Un gesto de amor fuera de fechas preestablecidas. Situaciones de vida
que nos llevan a expresar con alegría: “Alguien pensó en mí”. La bondad
de Dios llegando a nosotros por las vías menos esperadas. Sí, la bondad
de Dios. En este caso, expresada por una persona que le prestó
atención a algo que le dictó su corazón.
Hay un gran poder dentro
de nosotros para hacer el bien. Dios puede poner en nuestro corazón una
iniciativa. No nos guardemos esa “provisión”. Una persona puede estar
tremendamente necesitada de “eso” que tenemos en las manos. Quizá
estemos llegando al lugar indicado, en el momento indicado y con la
provisión indicada.
Hay también en nosotros un
gran poder para hacer el mal. Cuando nos conectamos con ese poder, nos
conectamos también con la queja, los reproches, el sentirnos
ofendidos, el rencor, la mezquindad y, por consiguiente, la soledad.
Cada día encierra la posibilidad de dar y de amar.
Es bueno y saludable pedir (ya hemos hablado de eso en otros
artículos), pero no te hará bien vivir haciendo cuentas sobre cuánto te
han dado o te deberían dar. Te lleva a la pasividad.
Tampoco te ayuda otro tipo
de “cuentas”. Es el patético escenario que presencio muchas veces: es
el de aquel que vive recordando lo que dio, colocándose en posición de
“mártir” y siempre viendo a los demás como “dadores de segunda
categoría”. Jactarnos por dar algo es un acto de soberbia moral y
espiritual. ¿Qué tenemos que no se nos haya dado previamente? Tan sólo
somos administradores de bienes y dones que, circunstancialmente, pasan
por nuestras manos.
Te propongo que en esta
semana des lugar a “provisiones sorpresivas”. Mira a tu alrededor y da
algo que no entre en el terreno de lo esperado. Sé consciente de una
necesidad ajena e impacta otra vida con un gesto de amor: un regalo, una
llamada telefónica, un mensajito de texto, una carta, un mail, lo que
se te ocurra.
Comienza una semana, comienza la cuenta regresiva…, comienza el tiempo de tu provisión sorpresiva.
GUSTAVO BEDROSSIAN