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General: FELICES LOS POBRES
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: Néstor Barbarito  (Mensaje original) Enviado: 28/03/2017 00:00

      

«Bienaventurados los pobres de espíritu,

 porque de ellos es el Reino de los cielos».

Mt 5,3

 

Te decía antes, que releer la Escritura depara a veces sorpresas, y te comentaba las cosas recién entendidas por mí acerca de las palabras de Jesús sobre los hombres y mujeres de corazón puro. Mientras escribía esas cosas, recordé que en mi “Diario” alguna vez había escrito un comentario acerca de algo parecido que me ocurrió años atrás, con la bienaventuranza referida a los pobres. En aquella ocasión,  leyendo y meditando el excelente libro del franciscano Padre Ignacio Larrañaga “Muéstrame tu Rostro”. Así fue que me propuse  buscar lo escrito entonces. Y aquí te lo ofrezco. 

 

«Leyendo y rumiando al P. Larrañaga,  encuentro una versión de la primera bienaventuranza que me modifica la interpretación que tenía de ella. Es más: creo que altera también la versión y la interpretación  clásica de ella.

Dice el P. Larrañaga: "Bienaventurados los que tienen alma de pobres (los pobres de espíritu), PORQUE EL REINO DE DIOS SE HA ESTABLECIDO EN ELLOS",  en vez de "porque de ellos es”, o “a ellos  pertenece” el Reino de los Cielos».

 

     En verdad, no sé si los eruditos exégetas, doctos en las Escrituras, podrían objetar esta versión, pero a mí me produjo una fuerte conmoción. Y esto porque me hizo ver otro aspecto posible de esa aseveración de Jesús. Caí en la cuenta de que, en efecto, para el que tiene espíritu de pobre, el Reino YA está instalado en él. En efecto, no estará a la ofensiva, tratando de hacer prevalecer lo suyo, tanto material como intelectual, o aun las fantasías o quimeras -como el utópico poder que brinda la dirección o coordinación de una institución social,  pastoral o de caridad,  ni a la defensiva, intentando proteger las ilusorias y efímeras ‘conquistas’ que en esos órdenes se puedan haber logrado, cosas estas que hemos visto con frecuencia en nuestra sociedad y aun en nuestras propias comunidades cristianas-. Esto es: vivirá en paz con los demás, consigo mismo y con Dios, porque en ellos ya se ha establecido el Reino.

 

San Francisco iba a contestar a su obispo Guido, que lo instaba a vivir en conventos o casas religiosas propias: "Si tuviéramos propiedades, necesitaríamos armas para defenderlas". Así es en todos los órdenes. No serán armas de fuego o espadas las que nosotros usaríamos, pero serían necesarias la violencia y la dureza de corazón que exige toda lucha.

 

«El adjetivo griego ptochós (pobre) -dice el papa Francisco explicando esta idea- no sólo tiene un significado material, sino que quiere decir “mendigo”. Está ligado al concepto judío de anawim, los “pobres de Yahvé”, que evoca humildad, conciencia de los propios límites, de la propia condición existencial de pobreza. Los anawim se fían del Señor, saben que dependen de Él»

 

De todo esto entiendo que la única manera de ser ‘copropietarios’ del Reino, es tener el alma en paz, y eso sólo lo brinda la pobreza de corazón, la carencia de ambiciones materiales y de poder o figuración, así como también una correcta valoración de la propia persona (“conciencia de los propios límites”), en la que no tienen cabida el orgullo, la soberbia o la vanidad. Si uno se construye una imagen de sí mismo, importante y elevada, siendo el hombre tan débil y pobre como  es, va a  necesitar vivir la hipocresía, la mentira y el disimulo para mantenerla y acrecentarla. Esto es absolutamente contrario a la paz del corazón, y sin ella no se puede ser un ciudadano del Reino.

 

Claro está que con estas reflexiones no pretendo negar la validez de las aspiraciones de vivir en el mundo de hoy sin graves preocupaciones materiales, proveyendo a las necesidades normales e imprescindibles  de la familia. Me parece que sólo las relativiza.  Creo que esto, para el creyente, ha de ser una cuestión de sensatez y sentido común.

 

Hoy agregaría a estos comentarios, que el mundo en que estamos inmersos -absolutamente globalizado-, no es en absoluto propicio a defender los valores evangélicos que Jesús nos legara. La sociedad de consumo en que vivimos, ha logrado hacer arraigar en muchos corazones valores que derivan de otros dioses. En efecto, hoy parece que es preciso ser el primero; el más fuerte: el más importante y adinerado; “the best”. Y en algunas sociedades, el que no alcanza este estatus es “un perdedor”, dicho esto con absoluto desprecio.


Estos son valores que se venden al mejor postor, o se cambian a conveniencia. Valores que arraigan en corazones que se dejan corromper por la propaganda hipócrita y engañosa de los agentes encubiertos de “el Padre de la mentira”, a los que él usa y las más de las veces ignoran que lo son,  y hasta creen que están en camino a la felicidad. Esos valores son dioses con los pies de barro, que se derrumban cuando soplan las corrientes del fracaso material, de la enfermedad y el dolor, o la pérdida de la estima. O peor aún de la autoestima. El fundamento que ha de tener la autoestima es que somos hijos de Dios, hechos a su imagen y semejanza, y  rescatados por Cristo al precio de su sangre.

Mal podría uno guardar la palabra de Jesús y andar tras de sus huellas, si su corazón rindiera vasallaje a aquellos dioses.

 

Lamento que un tema tan espiritual como una de las bienaventuranzas, haya desembocado en juicios tan duros para el mundo en que nos toca vivir y actuar, pero creo que el verdadero valor del mensaje de Jesús, radica en que sus palabras se apliquen a la vida real; al mundo real, al hombre real. Si no, serían letra muerta. En el mejor de los casos, bellas metáforas.



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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: hectorspaccarotella Enviado: 28/03/2017 12:37
Hola querido amigo. 
Distintos teólogos hacen comentarios sobre el alcance de Mateo 5:3  "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos".
Igual que te pasó a vos, que terminaste haciendo válida la afirmación de hombres de Dios como Larrañaga, a quien también admiro, yo me quedé en algún momento con un concepto referido a la misma cita, hecho por otro varón. 
La interpretación que hacía este escritor hablaba de "aquellos que no creen haber llegado a la meta", aquellos que reconocen día a día estar muy lejos de Dios y se esfuerzan por acercar la integridad de sus vidas, de sus 24 horas, para buscar Su presencia en completa desesperación. 
El hambre (y no de alimentos que sacien el cuerpo sino de La Palabra Viva). El hambre angustioso por el abrazo cotidiano con El Padre . El análisis permanente de lo que hacemos que nos mantiene alejados, que nos impide crecer. 
"Los pobres de espíritu", expresados como  "los que no se la creen", los que reconocen que nada saben, ya que ni la vida transitada con aciertos y errores ni los estudios alcanzan. 
Nada es suficiente, siempre reconocen su enorme pobreza, su incompletud, tienen convicción de sus propios pecados que terminan alejando el abrazo y la comunión. 
Finalmente creo que es la experiencia cotidiana de un pobre de espíritu como vos, que lo único que busca es la plenitud de estar ante Su Presencia gloriosa desde su acontecer diario. Un hombre que a los 80 años "prosigue a la meta", enórmemente agradecido por las bendiciones que se derraman en un presente de paz. 
Te mando un abrazo,

HÉCTOR


Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: Néstor Barbarito Enviado: 28/03/2017 16:44

Gracias, querido amigo. Un enorme abrazo.

A mis 80 -como vos decís-, no ceso de pedir a Dios la gracia de serle fiel hasta el fin. No hay ya otra cosa que me ocupe más que esto, que Él me vuelva a enamorar cada día, y me lleve tras de Sí a pesar de mi pobreza.  Pero no me desespera, porque sé del amor de su Corazón misericordioso y fiel. Confío en que Él me acogió consigo y al fin me llevará en sus alas poderosas a vivir para siempre en su Seno, compartiendo su vida gloriosa. Espero con ansias el cumplimiento de su promesa: «Los llevaré conmigo, para que donde Yo esté, estén también ustedes» Jn 14,3. Y a veces me pregunto: ¿Quién soy yo para merecer ese futuro de gloria?, y como la respuesta siempre es la misma: NADIE, me quedo en paz, porque sé que todo es por la voluntad misericordiosa del Padre, que me soñó y me dio el ser por pura gratuidad, y sé que Él me llevó a Jesús, «y nadie puede arrebatar nada de las manos del Padre» Jn 10,29. Me sé un “trofeo” ganado por Cristo para la Vida eterna que intenta arrastrar consigo a los suyos.    

¡Gloria a Él por los siglos y la eternidad!

 


Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Dios es mi paz Enviado: 12/04/2017 20:17
Ha sido de mucha bendición para mi leerles hermanos! Gracias por su trabajo en este lugar,
Dios les bendiga cada día! Araceli

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