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General: EL ABRAZO DE DIOS
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Néstor Barbarito  (Mensaje original) Enviado: 24/08/2017 23:32

“Jesucristo, la más grande gracia de la vida, el abrazo de Dios que nos espera al final”  

 Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


Hemos escuchado la Palabra de Dios en el libro del Apocalipsis, y dice así: «Yo hago nuevas todas las cosas» (21,5). La esperanza cristiana se basa en la fe en Dios que siempre crea novedad en la vida del hombre, crea novedad en la historia y crea novedad en el cosmos. Nuestro Dios es el Dios que crea novedad, porque es el Dios de las sorpresas. Novedad y sorpresas.


No es cristiano caminar con la mirada dirigida hacia abajo, como hacen los cerdos, sin levantar los ojos al horizonte. Como si todo nuestro camino se terminara aquí, a los pocos metros de viaje; como si en nuestra vida no existiera ninguna meta y ningún fin, y nosotros estuviéramos obligados a un eterno errar, sin ninguna razón para nuestras tantas fatigas. Esto no es cristiano.


Las páginas finales de la Biblia nos muestran el horizonte último del camino del creyente: la Jerusalén del Cielo, la Jerusalén celestial. Esta es imaginada sobre todo como una inmensa carpa, donde Dios acogerá a todos los hombres para habitar definitivamente con ellos (Ap 21,3). Y esta es nuestra esperanza. Y ¿Qué hará Dios, cuando finalmente estemos con Él? Usará una ternura infinita en relación a nosotros, como un padre que acoge a sus hijos que se han fatigado y sufrido largamente. Profetiza Juan en el Apocalipsis: «Esta es la morada de Dios entre los hombres […] - ¿qué cosa hará Dios? – Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó […] Yo hago nuevas todas las cosas» (21, 3-5). El Dios de la novedad.


Intenten meditar este pasaje de la Sagrada Escritura no en modo abstracto, sino después de haber leído una crónica de nuestros días, después de haber visto la televisión o la portada de un diario, donde existen tragedias, donde se reportan noticias tristes a las cuales todos corremos el riesgo de acostumbrarnos. Y he saludado a algunos de Barcelona: cuantas noticias tristes de ahí. He saludado a algunos del Congo, y cuantas noticias tristes de allá. Y tantas otras. Sólo para nombrar dos de ustedes, que están aquí. Intenten pensar en los rostros de los niños aterrorizados por la guerra, en el llanto de las madres, en los sueños rotos de tantos jóvenes, en las penurias de tantos prófugos que afrontan viajes terribles, y son explotados tantas veces… La vida lamentablemente es también esto. Algunas veces se podría decir que es sobre todo esto. Puede ser. Pero existe un Padre que llora con nosotros; existe un Padre que llora lágrimas de infinita piedad en relación a sus hijos. Nosotros tenemos un Padre que sabe llorar, que llora con nosotros. Un Padre que nos espera para consolarnos, porque conoce nuestros sufrimientos y ha preparado para nosotros un futuro diferente. Esta es la gran visión de la esperanza cristiana, que se dilata todos los días de nuestra existencia, y nos quiere consolar.


Dios no ha querido nuestras vidas por equivocación, obligándose a Sí mismo y a nosotros a duras noches de angustia. En cambio, nos ha creado porque nos quiere felices. Es nuestro Padre, y si nosotros aquí, ahora, experimentamos una vida que no es aquella que Él ha querido para nosotros, Jesús nos garantiza que Dios mismo está obrando su rescate. Él trabaja para rescatarnos.


Nosotros creemos y sabemos que la muerte y el odio no son las últimas palabras pronunciadas en la parábola de la existencia humana. Ser cristiano implica una nueva perspectiva: una mirada llena de esperanza. Alguno cree que la vida contiene todas sus felicidades en la juventud y en el pasado, y que el vivir sea un lento decaimiento. Otros aún piensan que nuestras alegrías sean sólo ocasionales y pasajeras, y en la vida de los hombres está escrito el sin sentido: aquellos que ante tantas calamidades dicen: “Pero la vida no tiene sentido. Nuestro camino es sin sentido”. Pero nosotros los cristianos no creemos en esto. En cambio, creemos que en el horizonte del hombre existe un sol que ilumina por siempre. Creemos que nuestros días más bellos deben todavía llegar. Somos gente más de primavera que de otoño. 


Me gustaría preguntarles, ahora – cada uno responda en su corazón, en silencio, pero responda –: ¿yo soy un hombre, una mujer, un joven, una joven, de primavera o de otoño? ¿Mi alma es de primavera o de otoño? Cada uno responda. Entrevemos los gérmenes de un mundo nuevo en vez de las hojas amarillentas sobre sus ramas. No nos quedamos en nostalgias, añoranzas y lamentos: sabemos que Dios nos quiere herederos de una promesa e incansables cultivadores de sueños. No se olviden de esta pregunta: ¿Yo soy una persona de primavera o de otoño? De primavera, que espera la flor, que espera el fruto, que espera el sol que es Jesús; o de otoño, que está siempre con la mirada dirigida hacia abajo – como hacen los cerdos: siempre van así – hacia abajo, amargado, y como a veces he dicho, con la cara de ajíes en vinagre, ¿no?


El cristiano sabe que el Reino de Dios, su Señorío de amor está creciendo como un gran campo de trigo, a pesar de que en medio está la cizaña. Siempre existen problemas, existen las habladurías, existen las guerras, las enfermedades… los problemas. Pero el trigo crece, y al final el mal será eliminado.


El futuro no nos pertenece, pero sabemos que Jesucristo es la más grande gracia de la vida: es el abrazo de Dios que nos espera al final, pero que ya desde ahora nos acompaña y nos consuela en el camino. Él nos conduce a la gran “morada” de Dios entre los hombres (Cfr. Ap. 21,3), con tantos otros hermanos y hermanas, y llevaremos a Dios el recuerdo de los días vividos aquí abajo. Y será bello descubrir en ese instante que nada ha sido perdido, nada, ni siquiera una lágrima: nada ha sido perdido; ninguna sonrisa, ninguna lágrima.


Por larga que haya sido nuestra vida, nos parecerá haberla vivido en un momento. Y que la creación no se ha quedado en el sexto día del Génesis, la creación no ha terminado el sexto día, sino ha proseguido incansablemente, porque Dios siempre se ha preocupado por nosotros. Hasta el día en el que todo se cumplirá, la mañana en la cual se terminaran las lágrimas, el instante mismo en el cual Dios pronunciará su última palabra de bendición: «Yo hago nuevas todas las cosas» (v. 5). Si, nuestro Padre es el Dios de la novedad y el Dios de las sorpresas. Y aquel día nosotros seremos verdaderamente felices, y ¿lloraremos?, sí, pero lloraremos de alegría. 


Gracias. 

Papa Francisco (Catequesis pública del 23.8.2017)



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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Dios es mi paz Enviado: 25/08/2017 00:44

Muy buen mensaje, estoy de acuerdo en todo lo que  expresa.  Dios nos llamó por medio de Jesucristo a novedad de vida, una vida feliz, segura de en quien hemos creído, segura del perdón, segura de la eternidad, gracias por este mensaje hermano. 

“Jesucristo, la más grande gracia de la vida, el abrazo de Dios que nos espera al final” 

Gloria a Dios! Araceli



Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: hectorspaccarotella Enviado: 25/08/2017 12:04
Si, estoy de acuerdo. Él hace nuevas las cosas cada día. Él nos ofrece una oportunidad de sorprendernos a cada instante. 
Cuando perdamos la capacidad de disfrutar de sus permanentes y renovadas dádivas, habremos envejecido irremediablemente y ya nuestra vida no trnadrá sentido. 

HÉCTOR


 
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