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Por Por Gastón Fiorda*
 Buenos Aires, 11 jul (PL) Argentina celebró el Bicentenario de la Independencia sin presidentes de América Latina, pero con el monarca emérito de España, Juan Carlos I. Toda una definición de los nuevos tiempos que atraviesa el país.
El presidente Mauricio Macri encabezó en la provincia de Tucumán las celebraciones oficiales y propició un discurso antológico, casi de subordinación y a contramano de los principios de nuestros próceres que decidieron romper con las hegemonías imperiales.
En un breve repaso por sus frases más notorias, Macri dijo que nuestros líderes revolucionarios de entonces "deberían (sic) tener angustia de tomar la decisión, querido rey, de separarse de España", y que esa difícil decisión "se hizo pensando en el futuro".
En un afiebrado discurso de ponderación a favor de la meritocracia y el esfuerzo personal, el presidente argentino aprovechó para criticar importantes conquistas gremiales como la reducción de la jornada de trabajo o derechos laborales como las licencias.
También pidió "evaluaciones sistemáticas" a los docentes y reclamó "consumir la menor cantidad de energía posible" para luchar "contra el cambio climático", en un intento por justificar el tarifazo en los servicios públicos que generarán cuantiosos ingresos a las empresas.
Pero lo más sorprendente, además de la ignorancia histórica exhibida por el mandatario, fue su fantasía de concebir el acto final de independencia, que terminó por rubricase el 9 de julio de 1816, como una acción repentina de los congresales reunidos en Tucumán; es decir, sin un proceso que lo explicara.
Habría que avisarle al presidente Macri que la Declaración de Independencia fue seis años después de la Revolución de Mayo en la que se expresó la decisión de sectores de separarnos de la corona española. En el medio, sucedió el triunfo de las fuerzas americanas sobre las realistas en Tucumán y Salta.
También sucedió el emblemático combate de San Lorenzo, la convocatoria a la Asamblea del año 1813 que terminó por constituirse en enero de ese año y donde se reconoció la soberanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata en nombre del pueblo y no del monarca español.
Por aquellos años, se produjo la Convención de la Provincia Oriental firmada por Rondeau y Artigas, que fue la base del proyecto de Constitución de Artigas, que luego se conoció como las Instrucciones para la Asamblea del año 13.
Estos son apenas algunos capítulos que explican el camino recorrido por nuestros próceres en pos de la Independencia.
Lo único que restaba por establecer para 1816, en torno al Congreso de Tucumán, era el modo de organización de las provincias, si eran representadas bajo un sentido federal o si se imponía un centralismo portuario que se sostenía en el librecambismo, afectando el desarrollo productivo y la económico regional.
Algo de lo que puede discutirse por estos días a raíz de la fervorosa decisión de Gobierno Nacional de asociarse a la Alianza del Pacífico en detrimento del Mercosur, y las pleitesías rendidas por Argentina a los principales jefes de Estado europeos.
Pero la conclusión que deja el discurso presidencial del bicentenario es muy sencilla: si no se conoce acabadamente la historia -nuestra historia-, poco se puede hacer, más que repetir la entrega del país en el presente.
*El autor es periodista argentino quien colabora con Prensa Latina.
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