|     EL PROGRAMA ICONOGRäFICO DEL RETABLO  MAYOR DE TEROR (GRAN CANARIA)  Juan Sebastian La Nuez García  INTRODUCCIÓN La basílica de Ntra. Sra. del Pino, en la villa  de Teror, es uno de los centros espirituales de mayor  importancia de Canarias. Esta advocación mariana ha  sido, y es, la más venerada en Gran Canaria (1), lo que,  lógicamente, ha tenido sus consecuencias artísticas, tanto  en el arquitectónico como en los diversos bienes  muebles que forman su tesoro.
 Teror situado en la zona de medianías del centro-norte  de Gran Canaria, en la cota de los 500 metros de altitud,  corresponde, dentro de la conformación del sistema  urbano canario, a los asentamientos que se desarrollan en  la segunda mitad del siglo XVI, momento en que se  roturan y ponen en cultivo sus tierras (2). EL RELATO En Canarias, en el mismo proceso de la conquista  del archipiélago (1402-1496) e incorporación a  la corona de Castilla se da como fenómeno paralelo  de cristianización la presencia de imágenes marianas.
 Según la tradición popular, la imagen de la Virgen  María apareció, de forma sobrenatural, en lo alto de  un pino. Fernando Hernández Zumbado, en su novena  a Ntra. Sra. del Pino (1782), explica el relato:  "Nuestros padres nos han dicho que dirigidos  por un resplandor maravilloso, la encontraron en  la eminencia de un pino, rodeada de tres hermosos  dragos, de cuyas ramas se formaba una especie de  nicho; que una lápida muy tersa le servía de peana  y que del tronco de aquel árbol nacía una fuente  perenne de aguas medicinales" (3). La extraña lápida  que sirvió de pedestal, con huellas podomorfas grabadas  en la piedra, sólo fue vista por los pocos que subieron  al alto pino, desapareció al caer el árbol (4).
 El acontecimiento, según la tradición, tuvo lugar el 8  de septiembre de 1481, siendo venerada la imagen,  además de por unos pastores, por el obispo fray  Juan de Frías, prelado de la entonces diócesis  rubicense. El episodio, de acuerdo con el relato  tradicional, ocurría en pleno fragor de la conquista  de Gran Canaria (1478-1483).
 El escenario de la aparición fue un frondoso bosque,  que en el siglo XV se extendía en el centro?norte  de la isla. El singular pino crecía en la zona que  se denominaba "Aterura" documentado también  con las variantes "Terore" o "Terori", consolidado  posteriormente con la forma " Teror" (5). Este bosque,  prolongación de la conocida "Selva de Doramas", y en  concreto el pino, pudo tener carácter sagrado para  los canarios antiguos, que realizarían allí algún tipo de  rito (6). Este extremo no se ha logrado documentar.
 No deja de ser sintomático que un acontecimiento,  considerado en la época tan extraordinario,  escapara a los cronistas contemporáneos, que no tratan  la aparición de la Virgen del Pino. Caso contrario,  la Virgen de Candelaria, en Tenerife, fue protagonista  de obras monográficas. Habrá que esperar al siglo  XVII para que se ofrezcan las primeras versiones  literarias sobre el hecho, que queda perfilado en  relatos más o menos similares al de Francisco  López de Ulloa (1646) (7). Entre otros autores del  Seiscientos que también tratan el tema, aunque  más escuetamente, destacan el obispo Cámara y  Murga, Núñez de la Peña, fray José de Sosa,  Marín y Cubas, etc. (8). Todos coinciden en  señalar el carácter milagroso de la imagen y  su peculiar aparición en un pino.
 Si el siglo XVII constituye la consolidación del  culto de la imagen, el siglo XVIII será el momento  de gran apogeo, que se hará extensivo al propio  progreso que disfrutará la villa de Teror. Se  editan por primera vez obras dedicadas enteramente  a la devoción de la Virgen, como las de fray Diego  Henríquez, Fernando Zumbado (9) y Diego Álvarez de  Silva. Este último autor está considerado como el gran  cantor barroco de la Virgen del Pino con su obra  " Salutífera sombra del místico Pino María, nuestra  reina purísima y soberana señora" (1763) (10). LA ESCULTURA Una información de Hidalguía, instruida en 1693,  y en la que testifican varias personas sobre el  capitán Juan Pérez de Villanueva y su esposa  María Sánchez de Ortega, dice de éstos:  " (...) fueron patronos de la iglesia parroquial  de Nuestra Señora del Pino de Teror, y que la  fabricaron y trajeron de España la santa imagen  de Nuestra Señora a su costa y caudal (...)" (11).  Este capitán testó en 1551, por lo que pudo  ser su padre, Diego Pérez de Villanueva y Aranda,  el que trajo la imagen a Teror (12).
 El estudio iconográfico que realizó Hernández Díaz  adscribió la imagen al círculo de artistas sevillanos,  proponiendo a Jorge Fernández como autor de la  talla, que se realizaría en los primeros decenios del  siglo XVI (13). Se está, pues, ante una escultura  de madera, policromada, perteneciente al último  gótico. Posteriormente se le aplicaron las vestimentas  barrocas, indumentaria con la que se expone  en la actualidad. EL TEMPLO La construcción del nuevo templo de la Virgen  del Pino constituyó una de las empresas arquitectónicas  más importantes del siglo XVIII grancanario.  El edificio, continuando con la tradición constructiva  del mudéjar, incorpora elementos propios del barroco  dominante (14), perteneciendo al conjunto de  " iglesias con cúpulas" que en ese momento se levantan  en Canarias (15). El nuevo edificio aprovechó la  torre tardogótica (1708) de la fábrica anterior (16).  Los planos fueron trazados por el coronel Antonio  Lorenzo de la Rocha (+l783), iniciándose las obras  el 5 de agosto de 1760. La inauguración se  celebró en agosto de 1767, constituyendo un  acontecimiento de gran importancia en la sociedad  canaria del momento (17).
 Desde el inicio del siglo XVIII es evidente el  deseo que tiene Teror de diferenciarse dentro del  panorama arquitectónico de Gran Canaria. No es de  extrañar, pues, que en 1708 se construya  una torre para su iglesia. Lo sorprendente fue el  modelo escogido: las torres góticas de la catedral  de Santa Ana de Las Palmas, levantadas casi dos  siglos antes. En este gesto hay un sentimiento mimético  hacia el primer templo de la diócesis, por medio de la  imitación de una forma, que como imagen ya tiene un  valor reconocido en Canarias -la catedral-, se trata  de resaltar el "prestigio" del edificio, aunque para  eso se acudiera a un lenguaje artístico anacrónico.  También se ha señalado otro aspecto, el carácter  simbólico del número 7, presente en los siete pisos  de la torre (18). Este número se ha considerado  como "símbolo de la perfección y complemento a  todas las cosas" (19), del "orden completo, período  o ciclo" (20) y de la eternidad (21).
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