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| No existen calendarios 
 
 
 No existen calendarios con sábados azules,
 ni esquelas con el nombre de la alondra
 que oculta entre sus alas, la inercia germinal de un padrenuestro;
 los sueños, las promesas, las lágrimas borrosas de los peces
 e incluso las ventiscas hurañas del invierno,
 se han ido adormeciendo en las cunetas,
 tal vez arrepentidas, de ser un plenilunio irreverente
 o el miedo que precede a un sacrilegio;
 por eso en los relojes, se siguen desangrando primaveras
 exentas de cordura, sonidos que en su andar titubeante,
 arrastran un latido invertebrado
 y el blanco parpadeo de las rosas.
 
 Si hubiera madrugadas de acero inoxidable
 durmiendo en las cornisas, o hubiese embarcaderos
 detrás de los espejos, las horas no serían, punzantes anatemas
 con restos de memoria disconforme
 y el aire que dibuja las sombras amarillas del recuerdo,
 sería un mensajero de amarga soledad;
 las noches no tendrían penumbras abatibles,
 ni oscuros ensamblajes con ángulos inversos
 y todas las ideas, se habrían convertido en telarañas
 que presienten, el llanto irregular de las canciones,
 cosidas a los párpados del tiempo.
 
 
 Carlos Rivas Álvarez
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