Eres tú, mujer…
la que en silencio transforma el mundo,
la que ama con el alma abierta,
aunque la vida a veces duela profundo.
Tu risa es un himno de luz temprana,
tu abrazo, un refugio donde habita la calma.
Y tus ojos…
esos ojos que todo lo sienten,
hablan con ternura, lloran valientes.
Eres flor y tormenta,
luz de luna y llama eterna.
En ti caben todos los sueños,
y aún así… sigues dando sin tregua.
Cuando amas, lo haces sin medida,
te entregas entera, te vuelves vida.
Y el amor que tú das, mujer divina,
es el milagro que todo ilumina.
Por eso hoy, desde este humilde verso,
quiero honrarte con mi universo.
Porque amarte es conocer el cielo,
y tocar tu alma… es tocar lo eterno.