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DESVÁN DE TALVEZ: .- LA SILLA DE GALILEO (Prof.Tamayo)
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جواب  رسائل 1 من 1 في الفقرة 
من: talvez  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 21/01/2011 23:43
 
 
 
De: talvez  (Mensaje original) Enviado: 16/01/2011 05:28
 
 

EL PAIS

ELPAIS.com 

 

 

ANÁLISIS

La silla de Galileo

JUAN JOSÉ TAMAYO 04/01/2011

 

Astrónomos, físicos, paleontólogos, médicos, biólogos, matemáticos, psicólogos, historiadores, filósofos, teólogos, moralistas, poetas, canonistas, antropólogos, místicos, fueran hombres o mujeres, seglares, religiosos, religiosas, sacerdotes u obispos. Ningún campo del saber ha escapado a la censura eclesiástica, llamárase Inquisición, Santo Oficio, Índice de Libros Prohibidos o, más modernamente, Congregación para la Doctrina de la Fe. Un dato bien significativo: durante sus apenas 11 años de pontificado, San Pío X puso ¡150 obras! en el Índice de Libros Prohibidos.

Los inquisidores han ejercido su papel con verdadero celo antievangélico, sin parar mientes en que los -para ellos- herejes fueran sacerdotes ejemplares como Antonio Rosmini; científicos de prestigio como Galileo y Darwin; místicos que irradiaban santidad como el Maestro Eckhardt, Juan de la Cruz y Teresa de Jesús; renombrados teólogos como Roger Haight y Ion Sobrino; biblistas con un gran bagaje de investigadores como Renan, Loisy y Lagrange; científicos que querían compaginar ciencia y religión como el jesuita Teilhard de Chardin, incomprensiblemente caído en el olvido.

Los inquisidores no han librado de la condena ni siquiera a sus colegas, como Ratzinger a Hans Küng; ni han tenido en cuenta su anterior etapa de mecenas como Ratzinger con Leonardo Boff, a quien pagó la publicación de su tesis y luego condenó al silencio; ni a asesores conciliares que luego fueron acusados de desviaciones doctrinales como el teólogo Schillebeckx y el moralista Häring, inspiradores de la reforma de la Iglesia y del diálogo con la modernidad en el Vaticano II.

Todos han tenido que sentarse en la silla de Galileo con el veredicto de culpabilidad dictado de antemano, que se traducía en retirada de la cátedra, censura de sus publicaciones e incluso destierro, como le sucedió a Yves Mª Congar, nombrado luego cardenal. Peor suerte corrieron otros que dieron con sus huesos en la hoguera como la beguina Margarita Porete -cuyo libro Espejo de las almas simples fue también quemado- en la Plaza de Grève (1310); el científico Giordano Bruno, quemado en el Campo de las Flores (1600) -¡qué cruel ironía!-; el reformador Jan Hus (1415), consumido por las llamas delante de las murallas de Constanza, y Miguel Servet, cuyo libro condenado fue igualmente pasto de las llamas con él en la colina ginebrina de Champel (1553). La silla de Galileo o la hoguera han sido las dos salidas de la Inquisición para los heterodoxos.

 

 

Dice Tamayo que no se han tenido en cuenta ni que se tratara de sacerdotes ni que se tratara de amigos. No es eso desde luego lo que yo criticaría, pues el tema es serio y la amistad ha de demostrarse acompañando y ayudando a la corrección de la falta y no escondiéndola o incluso defendiéndola pues lo único que así se consigue es convertirse en cómplice, no ayudar ni al amigo ni al resto de la humanidad.

 

Conozco al profesor para saber que él también condena precisamente esa práctica indecente del “amiguismo”, y de evitar la responsabilidad propia al librar de condena al que falta. Por eso entiendo muy bien el sentido que aquí hay que dar a su texto. Y más bien lo que viene a denunciar es la práctica de acallar las voces discordantes siendo entónces cuando de nada sirve el mérito no ya de ser sacerdote sino de ser incluso ejemplar sacerdote ni el de haber sido un amigo al que en otro momento se ayudó .

 

Triste sistema de hacerse ver, apagar la luz del otro. De poco sirven la palabra,  la estrategia que utilizamos para defenderla, la convierte en palabrería y nada mas.   

 

 




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