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General: Gurdjieff
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 07/04/2014 21:02
Hablando del estado interior del hombre mecánico, Gurdjieff hizo muchas analogías. En alguna ocasión comparó el estado interior de un hombre con un Carruaje (centro físico), el Caballo (centro emocional) y el Cochero (centro intelectual), y subrayó la importancia de pensar en el significado de esas tres cosas distintas en el Hombre. Lo importante en esta analogía es que esas tres cosas distintas no están en relaciones correctas unas con otras. El Cochero no está en la caja; el Caballo no está alimentado en debida forma, sus arneses no están bien enganchados al Carruaje; y el Carruaje mismo está en malas condiciones. "¿Cuál, preguntó una vez G. es la razón de todo esto? La razón es que el Cochero está sentado en una taberna gastando su dinero en bebidas y no da alimento a su Caballo ni presta el debido cuidado al Carruaje. Con el fin de cambiar este orden de cosas, dijo Gurdjieff, es necesario que el Cochero reciba un choque que lo despierte." ____ ↨∟↔↨↑↓___------- Ahora bien, la interpretación de esta analogía o parábola puede ser encarada desde diferentes lados. Tomaremos el ángulo desde el punto que el Cochero, después de haberse dado cuenta de su estado, tendrá que trepar eventualmente a la caja del Carruaje, esto es, debe elevarse en su nivel para llegar a un lugar de control. Pero es preciso comprender primero que es posible encarar el despertar del Cochero en muchas etapas. Hay que sacudirlo para que despierte de su borrachera, y luego debe levantarse y salir de la esfera de la taberna, y después observar el Caballo, y luego el Carruaje, y así sucesivamente. Después de ocuparse del Caballo y el Carruaje debe trepar a la caja y finalmente asir las riendas y conducir el Carruaje de la mejor manera que pueda. ____ ↨∟↔↨↑↓___------- La parábola prosigue diciendo que si realiza todas estas cosas un cuarto factor quizás aparezca en escena, es decir, el Amo tal vez se halle sentado en el Carruaje y dando órdenes al Cochero indicándole a dónde debe ir. Pero, se agrega, el Amo nunca podrá sentarse en el Carruaje a menos que el Cochero esté en la caja y se haya apoderado de las riendas y haya hecho lo posible tanto para el Caballo como para el Carruaje. Esta parábola trata en realidad de todo el objeto del Trabajo. El objeto que se propone el Trabajo es el de alcanzar el "Yo" Real en uno mismo, a través de la larga senda interior que pasa por uno mismo, a través del Recuerdo de Sí y el trabajo sobre sí. El "Yo" real es el verdadero Amo en la parábola. Nos enseñan que tal como somos no tenemos "Yo" real ni tenemos estabilidad interior y nunca conocemos lo que en realidad debemos hacer. ____ ↨∟↔↨↑↓___------- En nuestro estado presente, primero un "Yo" se hace cargo de nosotros y luego otro "Yo". Nuestro estado es comparable al que está representado en la parábola de la Torre de Babel. Según esa parábola, aparentemente hemos gozado en otro tiempo de unidad interior pero algo falló y la multiplicidad apareció, a saber, en lugar de ser uno llegamos a ser muchos. En general, nuestro Ser es definido en el Trabajo por la multiplicidad para distinguirlo del Ser de un Hombre Consciente. Somos una multitud de diferentes "Yoes" que tiran de diferentes direcciones, todos con su propia voluntad de sí, y lo que llamamos grandiosamente nuestra voluntad no es sino la resultante de todas esas diferentes voluntades. Así nuestra tarea es la de lograr la unidad, y ni un solo "Yo" que conocemos o podemos observar al presente tiene la suficiente fuerza para darnos esta unidad y ordenar y subordinar todos los demás "Yoes" en un todo. Sin embargo, podemos formar sustitutos para el "Yo" Real que, empezando con el "Yo" Observante, son llamados en una secuencia ascendente de importancia y poder. El alcanzar el "Yo" Real es el logro principal de todas las metas. ____ ↨∟↔↨↑↓___------- Vemos en la parábola del Caballo, el Carruaje y el Cochero que no hay probabilidad alguna de alcanzar el nivel donde existe el Amo o "Yo" Real o de oír su voz y recibir las instrucciones referentes a lo que debemos hacer con nuestra vida a no ser que despierte primero de su sueño, del sopor en el que todos estamos sumergidos, que está representado por el Cochero sentado en la taberna sumido en el sueño de su borrachera. La primera tarea es pues, la de despertar al Cochero porque a menos que esto tenga lugar nadie se ocupará del caballo, ni tampoco del Carruaje. Se puede decir que el Carruaje representa el cuerpo y la gente piensa que basta empezar con el cuerpo pero no es así, en efecto, puede sumir al Cochero en un sueño más profundo. ____ ↨∟↔↨↑↓___------- ¿Cuál es el método empleado por el Trabajo para despertar al Cochero y la naturaleza del choque que se debe dar? si el Cochero se da cuenta que está dormido suele ser suficiente para que despierte. ¿Con qué se ha emborrachado? Una de las cosas es la imaginación. Estamos ebrios de imaginación. Como es sabido, el Trabajo se refiere al "Yo" Imaginario. El Hombre cree poseer un "Yo" Real tal como es, del mismo modo que imagina ser plenamente consciente. Cree ser un individuo verdadero, que no experimenta cambio alguno, que es permanente, dotado de plena voluntad y plena conciencia. No tiene "Yo" Real sino que es su imaginación la que crea el "Yo" Imaginario en él. Se oculta a sí mismo su extremada debilidad interior por medio de la imaginación. ____ ↨∟↔↨↑↓___------- Ahora bien, si un hombre se da cuenta que no tiene "Yo" Real, ni Voluntad Real, que todo cuanto ha sentido y pensado a este respecto sobre sí mismo es simplemente llamado "Yo" Imaginario, entonces puede despertar de su ebriedad en la taberna donde gasta su dinero en imaginaciones. Este es un aspecto de la posición del Hombre desde el punto de vista esotérico. Tengamos presente que el problema del esoterismo es siempre el mismo, a saber, cómo despertar al Hombre de su estado de sueño y hacer que se dé cuenta que está dormido. La enseñanza esotérica no sólo considera al Hombre como un ser aún no consciente, sino como un ser que se ha embriagado con su imaginación y derrocha su fuerza en la falsedad y la violencia. ____ ↨∟↔↨↑↓___------- Se ve entonces la necesidad de iniciar esta enseñanza con la observación de nuestro sueño. Todas las formas de enseñanza son completamente inútiles a menos que el Cochero despierte. Es fácil ver la razón de este orden de cosas. La enseñanza impartida a un hombre que está bebiendo en una taberna sólo será recibida por su imaginación y aumentará su estado de sueño. Si se le dice que es un ángel lo creerá y beberá más que nunca. Por cierto esto aumentará su estado de sueño, su estado de imaginación. En el Trabajo no nos dan nada que pueda alimentar lo que imaginamos acerca de nosotros mismos, sino todo lo contrario. Gurdjieff nos dice que somos máquinas que carecen de "Yo" Real, que no somos sino retratos de nosotros mismos, que lo que llamamos "Yo" es sólo imaginación, que carecemos de Voluntad Real, que somos una masa de contradicciones que nada advierte debido a la enorme cantidad de topes y las diferentes formas de almohadillas que tenemos, que aun no somos conscientes, etc. ____ ↨∟↔↨↑↓___------- No es agradable el que nos digan que somos mecánicos, tan sólo máquinas, y que nada hacemos conscientemente. Pero esta clase de enseñanza no tiende a prolongar nuestro sueño en la taberna si la valoramos y la aplicamos a nosotros mismos. Cuando nos damos cuenta, aun en pequeñísimo grado, que somos mecánicos, y que esa máquina, sobre la que se cierne el "Yo" Imaginario, lo hace todo, experimentamos un choque. Ese choque tal vez no sea otra cosa al comienzo que un sentimiento de inquietud por no ser lo que hasta ahora suponíamos ser. Con todo, aun ese sentimiento es el comienzo del despertar y se acrecentará si lo nutrimos porque es la verdad. Todo despertar tiene un sabor amargo, como retornar a la escuela. Ahora bien, cuando un hombre despierta del sueño empieza hasta cierto punto a recordarse a sí mismo, no a su "Yo" Imaginario, sino algo más profundo, que eventualmente llevará al "Yo" Real, que es nuestra verdad. Empero el poder de la imaginación es tan grande que las gentes no desean despertar y experimentar siquiera momentáneamente el áspero sabor que acompaña a los momentos de mayor conciencia. Tratan de ahogarlo, aun cuando su sufrimiento y desdicha en las cuestiones de la vida ordinaria sean muy grandes. Se ven personas tan fastidiadas por una cosa u otra, de las cuales podrían escapar si despertaran, que prefieren deliberadamente su fastidio antes que enfrentarse con el despertar y levantarse y salir de la taberna y ocupar el fugar que le corresponde en la caja de su propio carruaje. Tal como somos, no tenemos nada que sacrificar, nada que merece ser sacrificado, salvo nuestros estados negativos, nuestro sufrimiento negativo, nuestras depresiones y jeremiadas. Sólo podemos sacrificar lo que amamos. Los retratos que nos forjamos de nosotros mismos hacen que nos atribuyamos muchas cosas que no existen, salvo en nuestra imaginación. No se puede sacrificar algo que existe tan sólo en la imaginación. Pero amamos tanto nuestro sufrimiento, nuestra tristeza y desengaños, nuestros estados negativos, que aquí tenemos algo que sacrificar para que la orientación de nuestro amor pueda cambiar. Todos hemos visto alguna vez cómo las personas se emborrachan con su propio sufrimiento y no pueden prestar atención al de otra persona y siempre se demoran en su sufrimiento, ya sea franca o secretamente, compadeciéndose a sí mismas. Este demorarse en el sufrimiento es una forma de ebriedad imaginativa. Es una forma fascinante de ebriedad que impulsa al Cochero a gastar mucho dinero. ¿Acaso no conocen su típica canción de desdicha para tabernas? Para despertar, el Cochero debe empezar a pensar. Las ideas del Trabajo nos llegan primero desde larga distancia. Oímos una voz que nos dice cosas una y otra vez. No prestamos mucha atención a lo que nos dice. Estamos soñando con otras cosas o esperando que nuestros pequeños acumuladores se llenen otra vez, para correr de un lado para otro como lo hacíamos antes. Al cabo de un tiempo algo cae en el oído del dormido Cochero. Oye algo y se mueve y quizá levante la mirada un instante. "Sí", piensa, "es muy cierto". Ha empezado a pensar. Si las cosas andan bien su oído mejora y en lugar de pasarse el tiempo bebiendo, a veces piensa y otras sigue bebiendo. Está aún en la taberna. Su Caballo todavía pasa hambre. Los arneses están en pedazos y el Carruaje necesita ser reparado y pintado. Pero aún no tiene conciencia de todo ello. Su pensamiento no es lo bastante fuerte para llegar a ser emocional y ponerlo de pie y hacer que vaya hasta la puerta y discierna su estado interior. Para conducir el Carruaje, el Cochero debe ascender a un nivel más alto que el suelo. Pero antes que esto suceda debe decir: "Voy a conducir". Esta es una decisión y es seguida por el tener que subir. Ahora bien, ocurre aquí algo muy extraño, porque en realidad tiene que bajar. No puede conducir desde el "Yo" Imaginario, desde la Falsa Personalidad, desde cualquier cosa en él que cree poder hacer. Nunca será capaz de conducir desde el orgullo o la vanidad, sino desde lo que a este respecto es más bajo en él, desde lo que es más sencillo, genuino y sincero. Por eso para subir es preciso que baje. Cuando dice: "Conduciré", si cree que puede hacerlo él mismo y para sí mismo, romperá las riendas, destrozará las ruedas y caerá. Esta decisión "Conduciré" debe ser dicha con una delicadeza de comprensión que implica la existencia de que es necesaria otra cosa. Porque ¿a dónde ha de conducir? tendrán que decírselo y luego obedecerá, y así no es el Cochero en el imperioso sentido del hombre que imagina que puede hacer y meramente hace lo que le da la gana. Hacer en el sentido de Trabajo significa en última instancia, obedecer al Amo que puede aparecer de súbito en el Carruaje. Para que todo esto ocurra, otras etapas y otras experiencias son necesarias internamente. Su atención será atraída por ciertos lados de sí mismo. En esta comunión interna con uno mismo que proviene de la creciente necesidad del Trabajo y el creciente conocimiento nuevo de uno mismo logrado con la observación de sí, percibirá que ha de elevarse antes de poder conducir, es decir, alcanzar otro nivel, de otro modo está destinado a un continuo fracaso y probablemente renunciará al intento de hacer algo consigo mismo en el camino que lleva a la transformación de sí. En otras palabras, tiene que elevarse al nivel del Recuerdo de Sí porque nadie puede conducir su Caballo y Carruaje a no ser que tenga algo de la intensidad de Conciencia y Percepción de Sí que pertenecen al Tercer Estado de Conciencia al que apunta el Trabajo. ¿Cuál es la cosa más importante que debemos practicar? tornarnos más conscientes y, de hecho, llegar al nivel de Recuerdo de Sí, de Percepción de Sí y de Conciencia de Sí. Algunas personas, no comprendiendo el Trabajo, aunque están en contacto con él, ven que la vida tal como es hoy es una tragedia, una completa confusión. Y al llegar a ese punto se vuelven a veces negativas, sin comprender que esto es exactamente lo que el Trabajo enseña sobre la vida. Se quedan clavados, no viendo el Trabajo, sino tan sólo el caos de la vida. El Trabajo enseña que un hombre debe ver todo lo que sucede en la vida y darse cuenta que esto es así porque el Hombre no es propiamente consciente. El Trabajo subraya constantemente que la vida es mecánica y que ello se debe a que el Hombre al estar dormido, no es propiamente consciente. Sí, pero el Trabajo agrega que la práctica de esta enseñanza hace que un individuo sea más consciente cuando la ha comprendido y le da instrucciones conducentes a llegar a ser más consciente y así alcanzar otro nivel de sí mismo. Cuando un hombre se observa sinceramente a sí mismo durante un largo período se sobrecoge y a través de ese sobrecogimiento llega a una mayor conciencia de sí. Sí lo realiza con una continua renovación del significado de las ideas enseñadas en el Trabajo llegará a ser aún más consciente por más que le sea doloroso, y alcanzará un nivel en sí mismo desde el cual podrá dominar correctamente los lugares negativos en él mismo, los pequeños "Yoes" en las partes mecánicas de los centros que hasta ahora lo habían controlado. El objeto del Trabajo es este elevarse en uno mismo desde la muerte mecánica, a la que se tomó equivocadamente por la vida. Hablando en términos corrientes, vivimos en un nivel bajo de nosotros mismos. Por ejemplo, vivimos demasiado en los pequeños y desagradables "Yoes", en las pesadas partes mecánicas de los centros, en sueños, y así contribuimos también al sueño general de la humanidad, ayudamos a mantener al mundo dormido. Lo que se refiere en la parábola del Cochero, dormido en la taberna en sueños e ilusiones acerca de sí mismo, es exactamente este despertar del sueño de la humanidad Vista Previaque nosotros compartimos. Para que un hombre despierte es preciso que deje de tener ilusiones y una falsa imaginación, y aquí viene el agudo trabajo realizado por la observación de sí que separa al hombre de sí mismo y le posibilita abandonar la taberna. ____ ↨∟↔↨↑↓___------- Es preciso comprender que esta no es una etapa exactamente delimitada, sino un proceso gradual de prueba y exploración. Todo se hace ordenadamente mediante la Ley de Siete. Es preciso defender el propio propósito infundiéndole fuerza; es precisa una continua re-visita, re- estimulación de uno mismo


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Alcoseri Enviado: 21/08/2016 21:45
¿Cómo conseguirlo? Según Gurdjieff, la respuesta tiene dos partes. En 
primer lugar, el hombre debe comprometerse totalmente en la tarea de superar sus limitaciones normales. Se requiere la dedicación que llevó a algunos santos a permanecer en lo alto de una columna. En segundo lugar, debe comprender el funcionamiento de esa complicada computadora que alberga el espíritu humano. (Gurdjieff murió antes de la época de las computadoras, por lo cual utilizó la palabra «máquina»; sin duda habría considerado que el término «computadora» era más conveniente y preciso.) «Comprender la máquina». Este cuerpo es una computadora y también lo es este cerebro. Como todas las computadoras, pueden ofrecer muchas más respuestas de las que solicitamos. Pero sólo obtendremos respuestas más completas cuando las comprendamos perfectamente. El método de Gurdjieff para conseguir el primero de esos objetivos consistía simplemente en exigir un nivel de dedicación muy por encima de lo habitual. Cuando Fritz Peters, que a la sazón contaba once años, le dijo que quería «saberlo todo respecto al hombre», Gurdjieff le preguntó con tono insistente: «¿Me prometes hacer algo por mí?» Peters respondió afirmativamente y entonces Gurdjieff señaló con la mano los extensos prados del Chateau du Prieuré y le dijo que debía cortar el césped una vez a la semana. «Golpeó la mesa con el puño por segunda vez. "Debes prometerlo por tu dios". Hablaba con un tono de gran seriedad. "Debes prometerme que lo harás pase lo que pase... Debes prometerme que lo harás pase lo que pase, no importa quién trate de impedírtelo".» Y Peters añade: «Habría muerto en el intento de haber sido necesario». De hecho, Gurdjieff le hizo trabajar cada vez con más intensidad hasta el punto de que podía cortar el césped de todos los prados en cuatro días. El principio subyacente aquí es similar al del entrenamiento de un comando: se obliga al recluta a superar obstáculos cada vez más difíciles hasta que es capaz de comer alambre de espino para el desayuno. Ésta era la base del método de Gurdjieff. Pero no se trataba simplemente de desarrollar la fuerza y la atención. El trabajo duro puede llegar a convertirse en un simple hábito como cualquier otro. El objetivo de Gurdjieff era también persuadir a sus discípulos de que no adquirieran hábitos. El hábito aparece cuando se hace algo mecánicamente, con la mente «en otra parte». Los discípulos de Gurdjieff tenían que trabajar duro, pero era importante que se mantuvieran en un estado de intensa conciencia. En una etapa temprana de su vida, que en el próximo capítulo consideraremos con mayor atención, Gurdjieff se familiarizó con algunas danzas orientales que exigían una extraordinaria complejidad de movimientos. Quien haya intentado darse palmadas en la cabeza con una mano mientras se frota el estómago con la otra sabrá cuán difícil resulta. Gurdjieff ideó una serie de danzas en las que el alumno tenía que hacer algo no sólo con ambas manos sino también con los pies y la cabeza. Estas danzas se convirtieron en una parte esencial del entrenamiento para el «trabajo». Su objetivo era ampliar y extender las posibilidades del cuerpo, lo que Gurdjieff llamaba «el centro de movimiento». Es cierto que estas danzas (o «movimientos») podían llegar a ser habituales. Pero en determinadas circunstancias resultaban de una eficacia sorprendente para alcanzar nuevos modos de conciencia. Uno de los ejemplos más notables lo hallaremos en la autobiografía de J. G. Bennett, Witness, donde se describen las experiencias de Bennett con Gurdjieff en Fontainebleau (el Prieuré) en 1923. Bennett padecía una disentería, que había contraído en Oriente. Cada mañana me resultaba más difícil levantarme de la cama y mi cuerpo sufría por efecto del duro trabajo bajo el calor del sol. La diarrea constante me debilitaba, pero de alguna manera conseguía salir adelante. Finalmente, llegó un día en que no podía estar de pie. Temblaba por efecto de la fiebre y me sentía muy desgraciado ante la idea de que había fracasado. Justo en el momento en que me decía a mí mismo: «hoy me quedaré en cama», sentí que mi cuerpo reaccionaba. Me vestí y fui a trabajar como de costumbre, pero esta vez con el sentimiento inequívoco de que me sostenía una voluntad superior distinta de la mía. Trabajamos, como siempre, toda la mañana. Aquel día no pude comer, y permanecí tumbado en el suelo preguntándome si iba a morir. Gurdjieff acababa de introducir una sesión vespertina de ejercicios al aire libre en el bosque de tilos. Cuando los discípulos se reunieron bajo los árboles, me uní a ellos. Comenzamos con un ejercicio nuevo de increíble complejidad que ni siquiera los más experimentados alumnos rusos conseguían realizar. La estructura de los ejercicios había sido dibujada en la pizarra con símbolos, y la cabeza, los pies, los brazos y el torso tenían que seguir secuencias independientes. Era una tortura para todos nosotros. Pronto perdí conciencia de todo excepto de la música y' de mi propia debilidad. No dejaba de decirme a mí mismo: «En el próximo cambio me detendré...». Uno tras otro, todos los alumnos ingleses fueron abandonando, así como la mayor parte de las mujeres rusas... Gurdjieff permanecía de pie mirando con gran atención. El tiempo perdió la dimensión del antes y el después. No existía pasado ni futuro, sólo la agonía presente de mantener mi cuerpo en movimiento. Poco a poco me di cuenta de que Gurdjieff centraba toda su atención en mí. Había una petición sin palabras que era al mismo tiempo un estímulo y una promesa. No debía abandonar, aunque eso pudiera matarme. De pronto, me sentí lleno de un inmenso poder. Mi cuerpo parecía haberse convertido en luz. No sentía su presencia en la forma habitual. No existía esfuerzo, dolor, cansancio, y parecía no pesar en absoluto... Nunca me había sentido tan bien. Era diferente del éxtasis de la unión sexual, pues me sentía totalmente liberado del cuerpo. Era la exultación en la fe que puede mover montañas. Todos habían entrado en la casa para cenar, pero yo me dirigí en la dirección opuesta hacia el jardín de la cocina, donde tomé una azada y comencé a cavar. El ejercicio de cavar la tierra nos permite comprobar nuestra capacidad para el esfuerzo físico. Un hombre fuerte puede cavar muy de prisa durante un corto período de tiempo, o a un ritmo más lento durante largo tiempo, pero nadie puede obligar a su cuerpo a cavar de prisa durante un período prolongado, aunque posea una gran preparación. Sentí la necesidad de poner a prueba el poder que había penetrado en mí y estuve cavando bajo el terrible calor de la tarde durante más de una hora y a un ritmo que habitualmente no podía aguantar durante más de dos minutos. Mi cuerpo débil, rebelde y sufriente era ahora fuerte y obediente. La diarrea había cesado y no sentía ya los intensos dolores abdominales que me habían acompañado durante tantos días. Además, tenía una claridad de pensamiento que sólo había experimentado de forma involuntaria y en muy raras ocasiones... La frase «en el ojo de mi mente» adquirió un nuevo significado cuando «vi» el modelo eterno de cada cosa que miraba, los árboles, el agua que fluía en el canal e incluso la azada y finalmente mi propio cuerpo... Recuerdo haber dicho en voz alta: «ahora veo por qué Dios se esconde de nosotros». Pero ni siquiera ahora puedo recordar la intuición que originó esa exclamación. Bennett fue a pasear por el bosque y se encontró con (Gurdjieff, que empezó a hablar sobre la necesidad que tiene el hombre de «una energía emocional superior» si quiere transformarse a sí mismo. Y siguió diciendo: «En el mundo hay algunas personas, muy pocas, que están conectadas a un Gran Depósito o Acumulador de esta energía... Aquellos que pueden utilizarla pueden ayudar a otros». Claramente Gurdjieff estaba sugiriendo que él era una de esas personas y que había proporcionado a Bennett la energía necesaria para su experiencia mística. Y añadió: «Hoy has tenido un atisbo de lo que puedes alcanzar. Hasta ahora sólo habías conocido estas cosas de forma teórica, pero ahora has tenido una experiencia». Bennett siguió caminando hacia el bosque; aún tenía que vivir la parte más importante de su experiencia. Me vino a la mente una conferencia de Ouspensky. Habló de los estrechos límites dentro de los cuales podemos controlar nuestras funciones y añadió: «Es fácil comprobar que no tenemos control de nuestras emociones. Algunos imaginan que pueden estar alegres o enfadados a voluntad, pero cualquiera puede comprobar que no puede sentirse atónito cuando lo desea». A1 recordar esas palabras me dije: «Me sentiré atónito». A1 instante me sentí abrumado por el asombro, no sólo ante mi propio estado sino ante todo lo que veía o pensaba. Cada árbol era hasta tal punto único que sentí que podía caminar por el bosque durante toda la vida sin dejar de asombrarme. Entonces me asaltó el pensamiento del «miedo». En seguida me vi temblando de terror. Horrores sin nombre me amenazaban desde todas partes. Pensé en la «alegría» y sentí que mi corazón estallaría por efecto del éxtasis. Vino a mi mente la palabra «amor» y me sentí invadido por sentimientos tan maravillosos de ternura y compasión que me di cuenta de que no tenía la más remota idea de la profundidad y el alcance del amor. El amor estaba en todas partes y en todo. Era infinitamente adaptable a toda sombra de necesidad. Pasado un tiempo, resultó excesivo para mí; me pareció que si me sumergía más profundamente en el misterio del amor, dejaría de existir. Quería verme libre de ese poder de ser capaz de sentir lo que deseara y al instante me abandonó. Sin duda, Bennett atribuía gran importancia a las observaciones de Gurdjieff sobre el «Gran Depósito o Acumulador». Pero para aquel que intenta comprender la esencia de las ideas de Gurdjieff, esto es menos importante que el simple hecho de que Bennett alcanzara un control tan absoluto sobre sus emociones. En efecto, éste es el problema humano fundamental: casi permanentemente somos víctimas de nuestras emociones; nos vemos siempre impulsados de aquí para allá en una especie de montaña rusa interior. Poseemos un cierto control sobre ellas; podemos «dirigir nuestros pensamientos» -o sentimientos- para intensificarlas. Ciertamente, la imaginación es la característica humana más destacable. Los animales necesitan un estímulo físico para desencadenar su experiencia. El hombre puede concentrarse en un libro -o en una fantasía- y vivir determinadas experiencias con independencia total del mundo físico. Por ejemplo, puede imaginar incluso una relación sexual y no sólo experimentar las respuestas físicas adecuadas sino incluso el clímax sexual. Esa curiosa capacidad queda mucho más allá del poder de cualquier animal. Sin embargo, nuestra experiencia de la imaginación nos lleva a la certeza de que ésta es limitada y que por su misma naturaleza no puede ser sino una pálida copia de la experiencia «real». Las consecuencias de esta presunción inconsciente son mucho más importantes de lo que podemos pensar. Significa que asumimos que el mundo de la mente es muy inferior al mundo de la realidad física, que es una especie de fraude, de ficción. Así pues, cuando nos vemos enfrentados a una emoción dolorosa o a algún problema físico, nuestra tendencia natural es retirarnos y rendirnos. Tendemos a detenernos, no sólo como consecuencia de los diversos grados de fatiga a los que obedecemos llevados por el hábito, sino por diversos grados de autocompasión y aburrimiento. La experiencia de Bennett parece indicar que si hiciéramos un esfuerzo podríamos alcanzar un cierto control sobre nuestros sentimientos, control que en este momento nos parece milagroso. El novelista Proust experimentó durante algunos segundos una intensa conciencia de la realidad de su propio pasado -lo describe en El camino de Swann- y pasó el resto de su vida intentando redescubrir ese curioso poder. Ahora bien, esa vislumbre sería una simple consecuencia del tipo de control que experimentó Bennett. Conocer esto de forma consciente, comprender que no está en nuestra naturaleza alcanzar el punto de ruptura de forma tan rápida y fácil alteraría, sin duda, la concepción del hombre de su vida y sus problemas. El objetivo fundamental de Gurdjieff no fue otro que el de producir tal alteración en la conciencia humana. Colin Wilson G. I. Gurdjieff La guerra contra el sueño - https://groups.google.com/forum/#!searchin/secreto-masonico/gurdjieff%7Csort:relevance/secreto-masonico/SskW3wIwMcA/uPV8eql9FKgJ


 
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