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General: APRENDAMOS A SER HUMILDES
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Respuesta  Mensaje 1 de 5 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999  (Mensaje original) Enviado: 06/06/2011 19:23

http://labiblia.over-blog.es/pages/APRENDAMOS_A_SER_HUMILDES-1944721.html

 


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Respuesta  Mensaje 2 de 5 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 06/06/2011 19:23
¿Son muy graves las consecuencias del orgullo?
¿HA TENIDO que tratar alguna vez con una persona que intentara a propósito hacerle sentir insignificante? ¿Ha sido, tal vez, su encargado, su jefe, su supervisor o quizá un pariente quien le ha mirado por encima del hombro y le ha tratado con absoluto desdén? ¿Qué opinión le mereció tal persona? ¿Le atrajo su personalidad? Claro que no. ¿Por qué no? Porque el orgullo levanta barreras y corta la comunicación.
El orgullo hace que las personas rebajen a su prójimo, de modo que ellas siempre parezcan superiores. Quienes tienen tal actitud rara vez dicen algo bueno de los demás. Siempre hacen algún comentario despectivo: “Sí, puede ser verdad, pero tiene tal problema o cual defecto”.
En el libro Thoughts of Gold in Words of Silver (Ideas de oro en palabras de plata), se dice que el orgullo es “un vicio que siempre resulta perjudicial. Echa a perder a las personas, y hace que se pueda admirar muy poco en ellas”. ¿Sorprende acaso que nadie se sienta cómodo con el orgulloso? De hecho, muchas veces, la consecuencia de tal defecto es la ausencia de verdaderos amigos. “En cambio —sigue diciendo la misma obra—, el mundo ama al humilde, no al humilde que se siente orgulloso de serlo, sino al que es humilde de verdad.” La Biblia dice acertadamente: “El orgullo del hombre le traerá humillación, el que se humilla alcanzará honores” (Proverbios 29:23, La Nueva Biblia Latinoamérica, 1989).
No obstante, de mayor importancia que el efecto del orgullo en la amistad o en los honores de los semejantes es su incidencia en la relación de la persona con Dios. ¿Qué opina él del orgulloso, el altivo y el presuntuoso? ¿Le importa el que seamos orgullosos o humildes?
Una lección de humildad
El escritor inspirado de Proverbios dice: “El orgullo está antes de un ruidoso estrellarse; y un espíritu altivo, antes del tropiezo. Mejor es ser humilde de espíritu con los mansos que dividir el despojo con los que a sí mismos se ensalzan” (Proverbios 16:18, 19). El caso del general sirio Naamán, que vivió en los días del profeta israelita Eliseo, confirma la sabiduría que encierran esas palabras.
Naamán era leproso. Su búsqueda de una cura le llevó a viajar hasta Samaria, creyendo que Eliseo le concedería una audiencia personal. Pero no fue así, sino que el profeta envió a su servidor con instrucciones de que Naamán se bañara siete veces en el río Jordán. Naamán se sintió ofendido por el trato que se le dispensó y el consejo que se le dio. ¿Por qué no había salido el profeta y le había hablado personalmente, en vez de enviar a su servidor? Además, cualquier río de Siria era tan bueno como el Jordán. Su problema era el orgullo. ¿En qué acabó todo? Afortunadamente para Naamán, triunfó el consejo más sabio. “Por lo cual él bajó y empezó a sumergirse en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre del Dios verdadero; después de lo cual su carne se volvió como la carne de un muchachito, y quedó limpio.” (2 Reyes 5:14.)
En ocasiones se consiguen grandes beneficios con simplemente un poco de humildad.
Las consecuencias de la arrogancia
No obstante, las consecuencias del orgullo pueden ser mucho peores que tan solo dejar de beneficiarnos de algo o de ganar alguna cosa. Hay otro grado de orgullo implícito en la palabra griega hybris (hubris). Según el helenista William Barclay, “hubris es crueldad y orgullo mezclados [...,> la arrogante soberbia que le induce [al hombre> a pisotear los sentimientos de sus semejantes”.
En la Biblia aparece un claro ejemplo de esta clase de orgullo desmesurado. Se trata del caso de Hanún, el rey de Ammón. La obra Perspicacia para comprender las Escrituras menciona: “Debido a que Nahás había manifestado bondad amorosa a David, este envió mensajeros con el fin de consolar a Hanún por la pérdida de su padre. No obstante, los príncipes convencieron a Hanún de que esta acción no era más que un pretexto para espiar la ciudad, de modo que humilló a los siervos de David, haciendo que les afeitaran la mitad de la barba y les cortaran sus vestiduras por la mitad hasta las nalgas, y luego los envió de nuevo a David”. Barclay hace la siguiente observación sobre dicho incidente: “Ese trato fue hubris. Fue insulto, ultraje y humillación pública, todo combinado” (2 Samuel 10:1-5).
Se ve, pues, que el orgulloso es capaz de ser insolente, de humillar a los demás. Disfruta lastimando al prójimo de manera fría e impersonal, y luego se regodea con el malestar y oprobio que le causa. Pero minar o destruir el amor propio de los demás es una espada de dos filos, pues resulta en perder a un amigo y, muy probablemente, ganarse un enemigo.
¿Cómo puede el cristiano verdadero tener tal orgullo hiriente siendo que su Maestro le mandó ‘amar al prójimo como a sí mismo’? (Mateo 7:12; 22:39.) Actuar así está, sencillamente, en contra de todo lo que simbolizan Dios y Cristo. Por esta razón, Barclay hace esta grave observación: “Eso es hubris. Esto es el hombre alzándose en contra de Dios, desafiando orgullosamente a Dios”. Este es el orgullo que dice: “No hay Jehová” (Salmo 14:1). O como se expresa en Salmo 10:4: “El inicuo, conforme a su altanería, no hace investigación; todas sus ideas son: ‘No hay Dios’”. Tal orgullo, o altanería, no solo nos aleja de los amigos y los parientes, sino también de Dios: una consecuencia muy grave.
No permitamos que el orgullo nos corrompa
El orgullo puede ser el resultado de muchos factores: nacionalismo, racismo, distinción de clases y castas, y la educación, la riqueza, el prestigio y el poder. De una forma u otra, el orgullo puede introducirse fácilmente en nosotros sin que nos demos cuenta y corromper nuestra personalidad.
Muchas personas parecen humildes cuando tratan con un superior o hasta con sus iguales. Pero, ¿qué ocurre cuando esa persona aparentemente humilde consigue un puesto de autoridad? De repente se convierte en un déspota que amarga la vida de sus supuestos inferiores. Puede ocurrir cuando alguien se pone un uniforme o lleva una chapa que indica que tiene poder. Hasta los funcionarios públicos pueden actuar con orgullo al tratar con el público, pensando que este ha de servirles a ellos, y no al contrario. El orgullo puede hacernos duros, insensibles; la humildad nos hace amables.
Jesús pudo haber sido orgulloso y duro con sus discípulos. Él era perfecto, el Hijo de Dios, y trataba con seguidores imperfectos, impulsivos e impetuosos. No obstante, ¿qué invitación hizo a los que le escuchaban? “Vengan a mí, todos los que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré. Tomen sobre sí mi yugo y aprendan de mí, porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán refrigerio para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga es ligera.” (Mateo 11:28-30.)
¿Procuramos siempre seguir el ejemplo de Jesús? ¿O nos damos cuenta de que somos duros, inflexibles, déspotas, despiadados u orgullosos? Al igual que Jesús, tratemos de refrescar, no oprimir. Resistamos los efectos corruptores del orgullo.
En vista de lo antedicho, ¿es mala toda clase de orgullo?
El amor propio frente al engreimiento
Orgullo también se define como “amor propio, estima y respeto hacia uno mismo” (Diccionario Salamanca de la lengua española). Tener amor propio implica preocuparse de lo que otras personas piensan de uno. Nos preocupamos de nuestra apariencia y reputación. Hay un refrán castellano que dice: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Si preferimos relacionarnos con personas desaseadas, perezosas, ordinarias y malhabladas, nos haremos como ellas. Adoptaremos sus actitudes y, al igual que ellas, perderemos el amor propio.
Por supuesto, está el extremo contrario: el orgullo que lleva al engreimiento o la vanidad. Los escribas y fariseos de los días de Jesús estaban orgullosos de sus tradiciones y de su apariencia ultrarreligiosa. Jesús advirtió sobre ellos: “Todas las obras que hacen, las hacen para ser vistos por los hombres; porque ensanchan las cajitas que contienen escrituras que llevan puestas como resguardos, y agrandan los flecos de sus prendas de vestir [para parecer más piadosos>. Les gusta el lugar más prominente en las cenas y los asientos delanteros en las sinagogas, y los saludos en las plazas de mercado, y el ser llamados por los hombres Rabí” (Mateo 23:5-7).
 

Respuesta  Mensaje 3 de 5 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 06/06/2011 19:24

 

Querida Amiga:

 

“Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón..”  Mateo 11:29.

 

Hoy quiero invitarte a meditar en las palabras de Jesús registradas arriba.  Me imagino que inmediatamente después de mirar el versículo, pensaste que era un texto que lo habías visto y que ya conocías de hace bastante tiempo.  Y así es, es un texto sumamente conocido pero poco aplicado en nuestra vida cristiana.

 

Específicamente hoy quiero concentrarme en el concepto de “HUMILDAD”.  Entendiendo la humildad, como la raíz de todas las otras virtudes, y como la conciencia total y absoluta que tenemos en nuestro interior de que Dios es TODO y que dependemos de Él por completo para ser bienaventurados y completos.

 

Lo contrario de la humildad sería el ORGULLO, esa sensación falsa de “poder”, de controlarlo todo, de manipular nuestras vidas y las de otros.  Cuando asumimos esa actitud, pretendiendo controlar nuestras vidas y los procesos que nos ocurren e incluso las vidas de aquellos que Dios colocó a nuestro alrededor, entonces caemos en orgullo; y el orgullo es la raíz de todo pecado, de todo aquello que nos aleja de Dios, que nos lleva a caer.

 

El orgullo es lo que impide las relaciones saludables.  Cuando hay orgullo, es imposible relacionarse con Dios y con el prójimo.  La Biblia misma dice: “Dios da gracia a los humildes, pero resiste a los soberbios...”  Pero ¿por qué el orgullo genera ese rechazo?  Porque el orgullo es “autosuficiencia”, cuando andamos en orgullo, estamos declarando que no necesitamos ni a Dios, ni a nadie.  Cuando asumimos entonces el control de las cosas, estamos declarando a Dios que no le necesitamos, que somos los “dueños” de nuestra vida.  Esa declaración puede no ser explícita, pero puede estar siendo trasmitida en nuestras acciones.

 

¿Entiendes la importancia de la humildad en nuestro carácter?  El orgullo es el inicio de la caída, el génesis de la destrucción...  Cuando nuestro corazón comienza a sentirse “ en control” entonces Dios ya no tiene más lugar en nuestra vida... poco a poco le alejamos... y comenzamos a vivir vidas religiosas, donde Dios es un mero “accesorio” que nos sirve para cumplir nuestros propios deseos...

 

Como recordarás en el inicio de la humanidad, fue el orgullo el que propició la actitud del hombre de independizarse de Dios y escoger el camino que anteriormente Satanás había escogido.  El orgullo es el inicio de la decadencia del hombre.

 

De ahí la importancia de la humildad en nuestra vida.  Debemos buscar la humildad, y cultivarla en nuestro carácter para que Dios pueda glorificarse en nosotros.   Cuando nos humillamos y renunciamos a nuestros deseos y planes, cuando nos vaciamos tal como Cristo hizo antes de nosotros, entonces damos espacio para que Dios pueda obrar en nosotros y a través de nosotros.

 

Muchas relaciones se han roto por causa del orgullo.  Porque en nuestras ansias por el “poder”, hemos mirado nuestros intereses por encima de cualquier cosa, destruyendo en el camino todo lo que se oponga a nuestro querer.  El egoísmo, la envidia, los celos, las divisiones, etc... todas esas actitudes tienen su origen en el orgullo.

 

La humildad no es algo que podamos pedir a Dios, no es algo que podamos sentir o experimentar como una sensación.  La humildad es una actitud de reconocimiento que debemos asumir en el momento en que entendemos nuestra posición delante de Dios y nos disponemos a ser “vasos” donde Él pueda derramar su carácter. 

 

El corazón humilde es un corazón que no busca lo suyo, que anhela servir, que no se importa en ser humillado, que se dispone incluso si es necesario a sufrir.  La humildad genera amor incondicional, perdón, paz de espíritu y fe.  

 

Te invito a seguir los pasos de Jesús y aprender de Él, que es humilde de corazón.  Deja que Él tome control absoluto de tu vida, de tus relaciones, de tus pasos... Déjalo ser en ti...  Entrega tu corazón a la humildad y reconoce tu posición de dependencia absoluta de Él...  Entrégate como vaso útil en sus manos, para que su carácter se revele a través de ti y los que están cerca de ti sean bendecidos por ello.

 

La humildad de corazón, construye relaciones, restaura lo que está roto y prepara el camino para relaciones fuertes y saludables... Busquemos la humildad en nuestros corazones!!

 

Con amor,

 

Paula

http://www.grupos.com.br/blog/palabrassabias/month/11-2006.html

 

Respuesta  Mensaje 4 de 5 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 06/06/2011 19:24

CONOZCAMOS NUESTRA FE
CATÓLICA
(60)


La Humildad


- El católico santo, es un hombre lleno de virtudes, de cosas buenas, pero que además de tenerlas, no hace alarde de todas su cualidades. El hombre santo es ante todo un hombre HUMILDE.
- En este folleto te platicaremos de esta gran virtud: LA HUMILDAD.

 

 

¿ QUE ES LA HUMILDAD ?

- Ser humilde es reconocer los DEFECTOS que tengo, y reconocer también mis CUALIDADES.
- Ser humilde es reconocer la verdad: que no soy más que criatura de Dios, imperfecta, necesitada, que cae una y otra vez en el pecado.
Pero a la vez reconocer que soy criatura amada infinitamente por Dios, redimida por Él y llamada a dar frutos en mi vida.
- Ser humilde es vivir sin buscar el aprecio de los demás, la fama y el poder. Es vivir sin que me importe lo que piensen los otros sobre mí, importándome solo lo que piensa Dios.

¿ COMO SE LO6RA LA HUMILDAD ?

- Para ser humilde es necesario, mirarme a mí mismo, de cara a Dios y no de cara a los hombres.
- Aceptar que soy pequeño ante la grandeza de Dios. Reconocer que yo VALGO no por mí mismo, sino porque soy hijo de Dios, porque vengo de Él.
- Pensar que cualquier cualidad que tenga, todas se las debo solamente a Dios. Si realmente abrazo en mi corazón esta idea, no puede caber en mi alma, el orgullo, la soberbia, el amor propio.
- Pensar también que los defectos que tengo, son porque la naturaleza humana es imperfecta. Todos los hombres tienen defectos. Lo que es importante es aceptarlos y no negarlos y después trabajar, y luchar por mejorarlos.

- La SANTIDAD consiste exactamente en aprovechar esas cualidades que Dios me dio para hacer SU VOLUNTAD, para hacer el bien y en trabajar en mis defectos que son obstáculo para lograr esto.

LA FALSA HUMILDAD

Habernos personas que por fuera aparentamos y fingimos ser humildes, inclinamos la cabeza, buscamos el último lugar, hablamos de nuestros defectos... pero por dentro nos creemos mucho: no cedemos nunca, queremos hacer siempre nuestra voluntad, no aceptamos la crítica de un amigo, ni una corrección de un superior. Aparentamos ser sencillos, pero en nuestro interior siempre andamos sintiéndonos más que los demás. Esta humildad es una humildad fingida. - Habernos otras personas que nos sentimos de verdad tan poca cosa, que nos da pena si alguien reconoce las cualidades que tenemos, que nos enfocamos exclusivamente en nuestros defectos.
Incluso a veces nos creemos tan humildes que nos sentimos desilusionados, abatidos, desalentados.
Esto es humildad mal entendida.
- Fíjate bien, ser humilde no es rechazar las cualidades que tienes, ¡Claro que las tienes! Pero las tienes gracias a Dios y no por mérito propio. En tus manos está el incrementarlas y usarlas para bien.
- Es importante reflexionar que ser humilde tampoco significa conformarse con lo que uno es y decir: " como tengo defectos y los reconozco, así me quedaré".

 

LA VERDADERA HUMILDAD

- La VERDADERA HUMILDAD es reconocer con realismo todo lo bueno y todo lo malo que tengo, y después tomarlo en mis manos y saber que yo solo no puedo hacer nada con ello, pero CON LA AYUDA DE DIOS, puedo aumentar mis cualidades y corregir mis defectos para poder realizar la VOLUNTAD DE DIOS EN MI VIDA.

MEDIOS PARA LOGRAR LA HUMILDAD

- CONTEMPLAR A CRISTO humilde. Él, siendo nada más y nada menos que "el Hijo de Dios", siempre fue humilde y sencillo, desde su nacimiento hasta su muerte en la cruz, nunca hizo alarde de todas sus cualidades y poder. Leyendo el Evangelio verás que Jesús siempre fue sencillo y humilde. Él mismo nos dijo: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón".

- Pedir su ayuda a Dios en la ORACIÓN. Pedirle que me ayude a ser humilde. Recordaré que, solo nada puedo, con Él todo lo puedo.
- Empezar a SERVIR a los demás sin esperar ninguna recompensa o ser alabado por ello.
- Siempre que haga algo bueno, tratar de PASAR DESAPERCIBIDO.
- Aprender a RECIBIR AYUDA de los demás, aunque me cueste trabajo y procurar dar las gracias siempre.
- Decir NO A LA PRESUNCIÓN (tanto de cosas materiales como de mis cualidades, mis hazañas), en una palabra, tratar de no hablar tanto de mí mismo y escuchar más de los otros.
- Hacer un esfuerzo por observar, descubrir y APRECIAR LAS CUALIDADES DE LOS QUE ME RODEAN (padres, hermanos, familiares, compañeros de trabajo, amigos y enemigos).
- Enseñarme a PEDIR PERDÓN cuando haya ofendido a otra persona y a reconocer mis faltas frente a los demás cuando me equivoque. Esto no me hace menos, al contrario, me hace más valioso.
- Recordar la frase de San Agustín:
"S; quieres ser grande, comienza por ser pequeño"
- Si quiero levantar una fábrica de santidad, colocaré primero el cimiento fuerte de la humildad.
- La humildad es madre de muchas de las virtudes y la soberbia de muchos los pecados.

ORACIÓN POR LA HUMILDAD

http://laverdadcatolica.org/F60.htm


Respuesta  Mensaje 5 de 5 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 06/06/2011 19:25

VHUMILDA  Actitud de la persona que no presume de sus logros, reconoce sus fracasos y debilidades y actúa sin orgullo:
reconoció su error con humildad.
 
Humildad es reconocer nuestras debilidades, cualidades y capacidades y aprovecharlas para obrar en bien de los demás, sin decirlo.
 
El valor de la humildad ayuda a las personas a contener la necesidad de decir o hacer gala de sus virtudes a los demás. Una personas que vive la humildad hace el esfuerzo de escuchar y de aceptar a todos. Cuando más aceptamos, más se obtendrá el cariño y reconocimiento, porque una palabra dicha con humildad tiene el significado de mil palabras agradables.
Humildad es aceptar las cualidades con las que nacemos o desarrollamos, desde el cuerpo hasta las posesiones más preciadas. Por tanto, debemos utilizar estos recursos de forma valiente y benevolente. Ser humilde es dejar hacer y dejar ser, si aprendemos a eliminar la arrogancia, reconocemos las capacidades físicas, intelectuales y emocionales de los demás. Por tanto, el signo de la grandeza es la humildad. La humildad permite a la persona ser digna de confianza, flexible y adaptable. En la medida en que somos humildes, adquirimos grandeza en el corazón de los demás.
El éxito en el servicio a los demás proviene de la humildad; cuanto más humildes, mayores logros obtendremos. No puede haber beneficio para el mundo sin la humildad. Una persona humilde puede adaptarse a todos los ambientes, por negativos que éstos sean; nunca dirán “no era mi intención decirlo”, según la actitud, las palabras reflejarán eso, entonces debemos cuidar nuestras palabras para no lastimar sin desearlo. Cuando expresemos una opinión debemos hacerlo con el corazón y mente abierta para aceptar las particularidades, la fortaleza y la sensibilidad de uno mismo y de los demás.
Para ser humildes, necesitamos ser realistas, conocernos a nosotros mismos tal como somos. Únicamente así podremos aprovechar todo lo que poseemos para obrar el bien. Siempre encontramos cosas en nuestra propia persona que no nos gustan, capacidades que no estamos aprovechando o cualidades que no estamos desarrollando. Lo importante es aceptar la situación e intentar luchar por superarse día a día.

 


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